viernes, 7 de julio de 2017

Sobrevivientes

Doy a corregir mi libro a alguien 17 años mayor que yo. Mi intención es que revise si algo no se entiente. Ya que, a veces, uno quiere transmitir una idea, y no logra traspasar el papel. Claro, era de imaginar que no pudiera entender cómo se vive hoy. Más si estuvo casada desde los 18 hasta los 61 con el mismo hombre. Dicho sea de paso, alma gemela.

No entiende que algunos somos sobrevivientes de un amor, heridos como si viniéramos de una guerra. Con graves secuelas, ocultas tras la fachada, por la necesidad de no caer en un abismo.
Y que a su vez, nos encontramos con otros seres, tan defendidos, que no quieren compromiso, porque también vienen con larga data batallando, con ex que maltrataron, o denigraron. Por ejemplo, un fulano que su mujer lo dirigía y lo mandoneaba a diestra y siniestra, ve en mí, frente a cualquier modismo que digo, un mandato. ¡Uy Dios! ¡Cómo estamos hoy, eh!

Sólo porque me histeriqueaba con el sexo telefónico. Le dije <<Bueno, hay que verse y listo>>, lo tomó como un imperativo. Jaaaa.... ¡increíble!

Pero volviendo al tema, esta compañera de escritos no comprende porque no ha vivido el paradigma. Y aunque dice que no juzga, no puede evitar hacerlo.

La entiendo. Los sensibles como yo, jamás pensaron vivir esto.

Pero no queda otra. Hay que seguir en el baile, apostando al amor. Es como si fueras caminando con una pieza del rompecabezas, y vas probando, probando... hasta encontrar la que encastra.

Ella dice, que para eso prefiere quedarse en su casa.

Pero no es así. El encierro no da chances. No te comunica con la vida, con la existencia.

Y bueno...lo que menos quiero es que me juzguen. Bastante ya con mi cabeza.


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