miércoles, 25 de marzo de 2020

Coronavirus y dar el volantazo

No me puedo dormir. Es el efecto pandemia. No quiero ir a trabajar a la clínica, no quiero exponerme, para tomar tests para exámenes laborales.
Me preocupa por Juli, ella usa el paf por los bronquios.
Es un riesgo muy caro de correr.
Mi jefe no quiere que atienda a distancia.
Puedo quedarme sin trabajo, o sin cobrar varios meses.
Pero la vida está primero.

Esta noche Graciela Alfano transmitía en vivo. Muy interesante. Desde que está en el programa de Nico Occhiato conocí a otra Grace, humana, espiritual, culta, con cosas para transmitir y que yo puedo aprender.
Habló de que seamos felices, que salgamos de la comodidad.
Que demos el volantazo para cambiar la dirección de nuestra vida hacia la felicidad.
Me encantó la charla.

Quiero que se me vayan las contracturas y los dolores por hacer gimnasia, a través de  Instagram, con Ignacio. Lo conocí una noche cuando lo escuché haciendo Stand Up, y me gustó sus letras, su magia con simplicidad.
Hoy salí a hacer compras porque ya no tenía nada. No salía desde el viernes que tuve que ir a trabajar, a pesar de ser el primer día de cuarentena.
O sea cuatro días adentro.
Ya me acostumbré pero no pude comprar todo junto porque la gente estaba como loca y se habían llevado todo.

Pienso en qué necesario es tener una despensa en casa, un ahorro en el banco, y no vivir al día. Porque ahora me encuentro en ese dilema de la salud o la plata, del trabajo versus el covit19, de la supervivencia versus la economía.
No es justo. Pero quizás de eso se trate el volantazo de Grace, preguntarnos: porqué luchamos, cuándo priorizarnos, cuándo hacer algo distinto para ejercer nuestra esencia. De eso se trata ¿podré hacerlo?

sábado, 14 de marzo de 2020

Con la guardia baja

Hoy me quedo en casa, como es el slogan en España.
El coronavirus es una buena razón, ya que es lo aconsejable, preservarse.
Aunque hoy tuve que ir al trabajo como todas las mañanas.
Despierta desde las 4 am, porque me preocupa ir y volver en colectivo.
El tránsito es peligroso, lo sé.
Un tema guardar la bici, en ese pequeño patio donde la lluvia artificial de los aires acondicionados, me bautizan el asiento, el  manubrio o el guardabarros.

Me tomé todo el cuba libre. Quiero creer, porque el vaso está vacío.
Voy a descansar, mis ojos se cierran solos, pensarte entre sueños no tiene sentido.
Cuida tu guardia, o tu corazón.
Ve por lo verdadero.

jueves, 12 de marzo de 2020

Pecados de sinceridad

Picaporte,
Pasaporte,
Puertas,
Entradas,
Salidas...
Tan poco dura un sueño?

Derretir,
Mezclar,
Cocinar,
Creer...
Creer que la receta está equivocada?
O que el error es de la cocinera?

Papiros,
Cartas,
Leyendas...
Alguien que quiera leer lo escrito?
Que pueda perdonar
mis faltas,
no de ortografía
porque no las tengo,
sino de ansiedad,
de sinceridad,
de esperanza.

Un bombón
se come con chocolate,
con ganas,
con deseo.
Con esas ganas
te quiero comer a vos.

miércoles, 11 de marzo de 2020

Limpiate los lentes

Me voy a desquitar con este blog antes de dormir.
Esa foto me la baja. Calculo que la cambió porque el celu se me disparó a media noche del domingo. ¿Cómo si a mí se me ocurriría llamarlo? Ni crazy.
Y bue, más fácil para no sentir nada.
Juro que me había interesado, pero es difícil cuando te ponen en la vidriera los retratos de la familia perfecta.
No sabe con quién trata. No me conoce.
Alguna vez alguien podrá verme?

domingo, 8 de marzo de 2020

Mi Cuba libre

Acabo de cambiar el fondo del  blog. Está lleno de corazones. ¿Esto no es muy sentimental? pregunto en voz alta, y mi hija contesta: "¿Ese no es el punto?".
Claro, lo que ella no sabe es que a mí no me gusta exponerme.
Y este estampado me vende. Me delata, y a mí me cuesta mostrarme sensible.
Bastante  con lo que de verdad siento.

El viernes paseamos por toda la ciudad. "De boliche en boliche, me gusta la noche, me gusta el bochinche", decía una canción que escuchaba cuando tenía cinco años.
A la segunda disco, yo no estaba dispuesta a entrar. Me iba a quedar sentada en la mesas de afuera, frente a la cancha de River. Pero las chicas convencieron a la que vende los tickets, y entré free.
Es que no daba dos mangos por ese boliche. Y ahí estabas vos, mi cuba libre.

Un bombón médico, lindito, amoroso. Me dio vuelta la noche. Me sorprendió en charlas.  Un capricorniano que le sacó ficha a mi colgante de la llave. Alinear los chacras, dijo. Hasta sabía de los tests que tomo porque trabajó en medicina laboral. Para rematarla, practica aikido. Me mordí los labios para no contarle que mi primer intento de novela no publicada, se llamó "Amor y aikido".
Pero no todo tiene color de rosa como este blog recién actualizado. El muñeco venía con yapa, con sorpresa. Casado, tenían un acuerdo con su mujer, que cada uno es libre, que puede hacer lo que quiere. Con ella tiene dos hijos, de 8 y 12 años. Con la primera, su verdadero gran amor, una hija de 21 años, que vive en Cuba, y cursa tercer año de medicina.

Dijo que su pareja había salido, y que cuando ella llegó, él estaba despierto y con dolor de cabeza, que salió para despejarse. Yo no estoy acostumbrada a estas cosas,  ustedes saben. Para mí la fidelidad es algo espontáneo, natural, y se sostiene de genuino sentimiento. Si tengo ojos para otra persona, es que ya no me interesa.

En fin, intercambiamos teléfonos, pero no me da para escribir. Imaginate, tiro un mensaje y le llega a él, con la mujer al lado. No quiero importunar a nadie. Aunque lo pensé todo el fin de semana, y todas las ocurrencias de mensajes, se quedaron latente en la punta de mis dedos.

La otra cara de la moneda, es que si tienen ese convenio es posible que ya no haya nada. Sólo vivir juntos por lo económico y por la practicidad con sus hijos.

Pero la verdad me quedé pensando en algo. Imagino la escena de esa noche: la mujer se fue de juerga, con sus amigas, o con algún chongo y venía del telo. Él la vio llegar, rozagante, feliz, con alguna copa entonada. Y se sintió mal, algo no le gustó. No se lo bancó. Quizá ya no haya sexo entre ellos, o hacen el amor como algo mecánico o vacío. O si son perversos, se calientan con estos deslices. Pero este último pensamiento no me cuadra en este guión que pienso. Para mí, se rajó, vengativo, sediento, perplejo.

Se puede estar atrapado en un casamiento, o en una convivencia muerta. Y eso sí que es difícil. Salió a reventar la noche y se cruzó conmigo: caradura, espiritual, sensible. Con mis chistes, y mis preguntas directas. Por cierto, la diplomacia no es lo mío.

Me invitó a irme con él, era tentador, pero no quise. Aunque sí, me gustaría volver  a verlo. ¿Dios me permitirá hacerlo?
O más bien yo, ¿me decidiré a escribirle?

Sé que tengo que tomar decisiones, porque los dientes me están matando, me duelen y estoy con antibiótico. Y como dice Artemis, cuya serie/documental, vimos en Netflix este finde, "No hay tiempo para tener vergüenza".

viernes, 6 de marzo de 2020

Pasando el porte

Voy a romper el sobre. Ahí estás, mi querido pasaporte, el que irá de ensueños conmigo, cuando todo pase, me refiero al corona virus que está por varios países, y luego de que yo pueda ahorrar los euros necesarios. Quizá en un año, si Dios quiere.
Juli comienza el lunes su nuevo trabajo, cerca de casa. Se convertirá en una tenaz vendedora de autos. Así será más fácil proyectar el viaje.
¿Nos mudaremos realmente?

En el subte, un músico tocaba la canción «No  voy a parar» de Charly García. Canté y bailé con mis piernas semiestacadas. Una niña  vestida de rosa se acercó a escuchar asombrada. Busqué en youtube, y Charly me acompañó toda la caminata, con esa alegría made in Argentina, lo hice cantar miles de veces. Con él en mis oídos, el mundo era mío. Nada podía pararme.

 Hoy reunión en el depto de Graciela, viene Gabi y otra amiga de ella. Así que hoy abandono Santa Rosa (la avenida top de los bares y restaurantes del oeste). ¿Les conté lo del cuchillo? Bueno, como para escribir una novela. Cuento brevemente:

Viernes pasado, me pasa a buscar, como casi todos los viernes desde hace dos meses.
Amistad, surgida por amiga en común, digamos. Y por el mismo objetivo, volar al otro continente (ciudades distintas, ocupaciones diferentes).
Subo al auto, y a las tres cuadras me doy cuenta que no he pedido la Protección. Lo hago mentalmente, mientras él habla. Me lleva 15 años más, por lo menos, aunque está muy bien de chapa y pintura. Ustedes saben que me gustan los pendex, así que acá sólo amistad, charla y salir a tomar algo. Tranqui, porque no deliro ni tengo fiebre. Ni de sábado por la noche, ni de sexo, porque no me ha interesado nadie después de Fede. Sí, es mucho tiempo, pero así son las cosas.
Lo único bueno de este tiempo que luego de estar tomando hace tres o cuatro meses, citrato de magnesio, citrato de potasio, colágeno y vitamina C, he empezado a correr, y esto me ha generado mucha energía, entusiasmo, y un ánimo siempre arriba. Me parezco a esa Ely de antes, siempre a full, siempre contenta.
Y estos últimos viernes a la noche son como una práctica de citas, que hace tanto que no tengo. Prefiero estas charlas en los bares pintorescos, que el sonido estridente de los boliches, en donde me siento sola, vacía, y aburrida.
A veces solos (la mayoría), y en otras se suma alguna amiga de ambos.
Pero este viernes, apareció Sil, mi amiga, mi confidente. Llegó cerca de la media noche, ya que tenía una despedida de una colega, en un pub por ahí cerca.

Nuestras charlas se centran en el viaje a España. No sé si podríamos hablar de otra cosa, realmente no lo sé. En ocasiones, me hace notar que con su trabajo gana mucha pero mucha plata. A mí, esos comentarios me parecen propagandas de ostentación. Nunca me interesa lo que gane alguien. Y cuando escucho que un tipo chapea con lo material y con su sueldo, me parece un inseguro, un perfecto idiota, y alguien que me subestima, o que me conoce muy poco. Porque la tarasca me la gano yo. No necesito que nadie me provea, y no me impresionan las sumas de dinero. He trabajado en el Estudio, y sé los montos que se mueven por accidentes de tránsito, y lo que es un presupuesto por daño material.
La gente es muy tonta, prejuiciosa, y piensa que por la plata baila el mono. Yo sólo bailo por Charly García, entre otros talentosos músicos.

Cuando salimos los viernes, está todo bien salvo cuando me trae de vuelta, tipo 2 de la madrugada. Siento una incomodidad cuando me palmea la rodilla, por lo que intento apoyar mi mochila o cartera en la pierna, para que no me joda. No se zarpa, pero no me gusta que me toque con su mano grandota y pesada, me siento incómoda, y sobre todo, es absolutamente innecesario. Pero me da miedo, cortarle el chorro, ya que no lo conozco demasiado y no quiero ser grosera.

Pero hay una sensación, a la vuelta, que nunca falla, y es indeseable. Cuando la noche está desolada, y vamos por la calle que costea la vía, me da un poquitín de miedo. Sólo las sombras de los árboles tupidos saben de eso.
Después es llegar a casa, y saber que estoy a salvo, y que siendo viernes, por lo menos salí.

Pero la semana pasada, cuando estábamos en el bar, se dio cuenta que no tenía las llaves del auto, que las había perdido. En ese momento, Silvana ya había pedido su te, y nosotros que pensábamos tomar un café, como segundo drink, vino el mozo a comunicarnos que algo de la cafetera se había roto, y no podían moler los granos.
Él fue hasta el auto para ver si se había olvidado las llaves adentro. Volvió sin éxito.

Pedimos la cuenta, y fuimos los tres rastreando el camino como sabuesos.
En una parte del sendero, el césped era muy acolchonado, por lo que si la llave del coche se le hubiera caído, no habíamos escuchado el ruido.
Entre los tres hicimos lo imposible para iluminar el vehículo hacia dentro, para ver si la llave estaba puesta.
Silvana casi no tenía batería, así que mi celular funcionó como linterna. Yo lo apoyaba sobre el parabrisas, y ellos miraban por las ventanillas.
Silvana dijo claramente que las llaves no estaban puestas en el arranque, así que supusimos que estarían tiradas en el asiento, cuando él se volvió a buscar un buzo, metros después de que bajamos del vehículo.
Fue ahí que las dos lo vimos: un manojo de llaves (que eran las de su casa) sobre la alfombra del piso, bajo el volante, y al lado de ellas, un cuchillo de  tres centímetros de ancho, de mango blanco, creo.
En ese momento pensé: «¿¡Y yo volviendo lo más pancha, y el tipo con un cuchillo a sus pies!?».
¿Para qué lo quería?
«Es el cuchillo del asado» dijo sin que nadie le preguntara. Yo pensé «No aclares, que oscurece».

Él se fue a dormir a casa de su hijo, ya que no tenía cómo entrar a su domicilio. Para llamar al día siguiente al seguro, que con una grúa le llevó el auto hasta su taller.

Pues bien, nosotras nos fuimos caminando por las calles, llenas de pendejos y cervecerías, hasta encontrar un remis.

La pregunta es, si yo pido siempre la Protección a los Arcángeles y a la Madre, ¿por qué perdió las llaves? ¿Qué cosa yo debía saber?

Creo que si no está claro, por lo menos, las dudas se sembraron, sin necesidad de jardinero alguno.

Así que esta noche, aunque me cueste, y algo extrañaré, priorizo mi seguridad. Por algo, los angelitos están siempre para protegernos y servirnos. Sólo hay que pedirles. No te olvides. Pues si no les pedimos, ellos no pueden protegernos porque no tienen libre albedrío.