domingo, 30 de diciembre de 2018

La edad de los porqué, no es sólo la de tu hijo

¿Habrá llegado tu hijo de Brasil? Ojalá que sí, te hará bien.

Muchas cosas pasaron, y a la vez, nada pasó.

Te recuerdo. No te escribo para que no me de urticaria. Porque la espera me hace mal, esa respuesta que viene al otro día, o que nunca llega. Entonces, aunque quiero mensajearte, no lo hago. Me llegas tan hondo, que mi piel se brota, y no quiero ir de urgencia al hospital, como la vez pasada, para que me inyecten un decadrón. Y luego estar así, dos semanas con medicación. Pues el médico me explicó que aunque la reacción alérgica sea por causa psicológica, una vez desatado el síntoma o la manifestación fisiológica, el proceso se desencadenó, y hay que atacarlo con medicación.
A quien voy a atacar a besos, es a vos. No. Sé que voy a tratar de hacerme la fría y la indiferente cuando te vea... pero ¿qué pasará si me tocás? Me desarmaré en mil pedazos entre tus brazos. Ya no podré fingir. Mi alma saldrá eyectada por la borda, directo hasta tu alma, fusionadas las dos en un elixir de mieles y tempestades. Tú eres mi balsa, o yo soy la tuya. Ambos naufragamos en el mar de los talentos, de las soledades, de esa inmensa necesidad de sentirnos  amados.

No soporto el rechazo, por lo menos no el tuyo. No verte se me hace más fácil. Pero ayer con la lluvia me hubiera ido a tu casa. Con la excusa del agua, estaríamos extasiados en la cama.

Porqué aún te pienso...
Porqué si no sos nada.

Porqué...

domingo, 23 de diciembre de 2018

Las cartas sobre la mesa

Todo te lleva hasta un lugar. Alguien te lo marca, es como una señal.
Siempre están esos pedidos, que enuncio en voz alta a la mañana, cuando voy atravesando el patio de mi casa lleno de flores y plantas. Desde que cierro la puerta roja, que así la he pintado por el Feng Shui, hasta que llego a la puerta de calle,  que es negra (aún no me he convencido de pintarla de colorado), lo voy diciendo en voz alta. «Madre te pido protección y equilibrio. Te entrego la casa, te entrego a Ponpón, te entrego a Julieta. Madre te pido asistencia para hacer bien mi trabajo, para ser justa y asertiva. Para no pelear con nadie, para llevarme bien con la gente. Para tener amigos, para adelgazar». Este último, es mi gran tema, por cierto.
Pues bien, el viernes se me acercó un fulano a hablar. Buen pibe (41), me quedé un rato largo charlando, hasta que mi compañera de boliche me envió un whatsap: «Estoy enfrente tuyo», le di un beso en la mejilla y partí. «¿Cómo... ya te vas?».

De esa conversación, algo me quedó flotando, porque el pibe era del barrio de Mataderos. Le comenté que hacía un año iba a Alco Liniers, y me dijo que él vivía cerca.
Al rato apareció en la pista, mencionó que no quería dejar solo a su amigo porque hacía poco se había peleado con la novia.
Más tarde lo crucé en la barra con su discípulo «deprimido». Tan mal no estaba si fue idea de él ir a la disco. Se acercó y me preguntó si ya me iba. Se ofreció a llevarme por tercera vez. Respuesta denegada al cubo.
En el desayuno, me quedé pensando: «Y yo que quiero adelgazar ¿por qué no vuelvo a Alco Liniers?». Y así fue, sábado a la tarde, estaba ahí. Es un lugar especial, porque mis compañeros lo hacen así. Recibimiento con alegría, ¡cuántas más cosas podría decir de este grupete! Gente cálida, gente que te entiende.
Entonces fuimos con Leo (uno de los coordinadores) y cinco mujeres más a un salón del fondo, sentados alrededor de una mesa. Nos dividen en diferentes grupos, según la etapa que nos corresponda.
Hablamos de todo lo que nos pasa, cuando queremos tapar lo que sentimos con comida. Yo escuchaba, y por dentro sentía que tenía que largarlo, que mi temor tenía que ser dicho, porque si no siempre iba a pasar lo mismo: bajar hasta un punto, y volver a engordar. «Siempre que llego a 69 kilos, me empiezo a boicotear. Por miedo. No tengo problema con el sexo, no tengo problemas con los hombres, pero tuve una relación que la pasé tan mal sentimentalmente, que cuando bajo de peso, y me empiezan a aparecer muchas propuestas, me asusto, y engordo para que se alejen».
Tema que hablé en terapia, con distintos terapeutas, y que no logro resolver. Por lo tanto, consideré que era importante confesarlo en el grupo. Porque es donde todo se pone en juego, nuestras grandes verdades.
Me dijeron que cuando llegue a 69 kilogramos, ellos iban a estar atentos para ayudarme.
También dije que me costaba pedir ayuda en el whatsap, porque me parecía una gran falsedad de mi parte, ya que cuando estaba dispuesta a transgredir, nada me importaba, ni escuchaba a nadie. Claro, son esos momentos en que lo emocional me afecta de tal modo, que estoy dispuesta a tirar todo por la borda.
Entonces Agustina, una compañera querida, que un día nos invitó a almorzar a su casa, me dijo: «Vos pedí ayuda en el chat, porque nunca pediste, y no sabés lo que puede pasar, ya que todavía no lo hiciste». Fue tan contundente, que me hizo como una vuelta de tuerca. No sé si lo voy a lograr, pero siento un cambio en mí, me estoy abriendo, me estoy mostrando con mi gente, y quizá así las cosas sucedan, y que no sean sólo sueños. Será que estoy despertando. La pesadilla terminó, y mi vida real, hermosa, auténtica, es ahora. Debo atreverme a decir, a no esconderme, porque alguien, en alguna parte del universo, me está buscando. Sólo debemos saber mirarnos y reconocernos.

viernes, 21 de diciembre de 2018

Cupido quiere acción

Hace días que ando desvelada. Calculo que ayer por los informes que me insumieron hasta después de la una de la madrugada. Porque cuando volví del gimnasio, estaba para ducha y cama.

Después de la clase de abdominales, caminé y corrí en la cinta. Cuando iba a velocidad (88 marcaba la máquina, no puedo especificar en qué se mide), se acerca uno que siempre me saluda de lejos «Hola, qué tal?». Claro, el tipo es educado, no como yo....
Entusiasmada corría, quizá por la música, quizá por la actividad anterior que me motiva; cuando me pregunta este fulano: «¿Todo bien con la velocidad?». Me reí y le dije «Sí, todo bien!», mientras corría hacia la nada. Entonces pensé: «¿Tan mal me veo?» pues el flaco debió suponer que toqué mal un botón y que no sabía cómo bajarme.

De lo que no sé cómo bajarme, es de vos... Porque anoche he vuelto a pensarte, tanto que me ha picado, apenas, la piel.
Me tomé un benadril, así de paso me venía el sueño.
Ese asunto que no me cierra, calculo que es lo que me brota.
Me transporté a ese momento tierno cuando estabas a mis espaldas, y luego esa remera tuya que nunca tuvo quorum, porque como tantas cosas más, me das, me quitás, y quién sabe lo qué sea bueno para mí, hoy no puedo analizarlo.

miércoles, 19 de diciembre de 2018

Somnífero a las dos de la mañana

Desvelada. Hace horas que doy vueltas acostada. Ni la t.v. me sirvió de «arroró». Me levanté, puse la radio, para que el silencio de la cocina, no me intimidara.
Me tomé una malta, y comí unas ciruelas pasas sobre un pan tierno, para suplir la mermelada.
En la Metro pasaban buena música, pero debo acostarme. Dormir.

Es que en la siesta el sueño me sorprendió y fue tan profundo, que cuando desperté no sabía si era la mañana, y si debía ir a trabajar.

Hace unas horas viniste a mi mente.
¿No era que yo la tenía tan clara?

No armé el árbol de Navidad. Hoy cuando lo vi en el gimnasio, pensé en armarlo. Pero nada.

Hubo una pizza-party, el sábado, en el gym. Me enteré hoy en la clase.

Tengo que contar ovejas. En cuatro horas tengo que levantarme.

No quiero ser dependiente. No quiero recordarte.

Un perro ladra desde una terraza. Refrescó y cerré la ventana.

Vi tu paisaje, ¡qué lindo!
No quería espiar para no verte acompañado.

Voy apagar el celu, de donde escribo este descargo.

Sos mi calmante para dormir, blog querido.
Espero que esta pequeña dosis, intrascendente, porque no he dicho nada, me sirva para entrar en trance.
Sueños... vengan a mí, hay lugar en mi cama.

martes, 18 de diciembre de 2018

No sé de poker, pero creo que es cuatro de corazones

Desde este hermoso bar, tuve mi clase ayer. ¡Qué lugar paradisíaco, con esta vista maravillosa, para tomar un café con alguien que amás, o que al menos te gusta y disfrutás!
 Mientras esperaba al profe, y que toda la troupe llegara, pensaba en la charla con Mily, que tuvimos durante el viaje. Vía whatsap.

¿Tendrá que ver esa angustia que experimento, cuando «el amor» falla o agrieta, con esa separación obligada de mi madre, cuando tenía tres años, durante un lapso de seis meses?
Es probable.
Ella padecía una depresión postparto grave. Recuerdo la escena cuando nos despedimos. Ella en la cama, con mi hermano bebé en brazos, y yo contemplandola desde la puerta.

Fuimos con mi hermano mayor de seis años de edad, a la casa de nuestros abuelos paternos, que nos hicieron el hospedaje con toda la ternura que pudieron, pero sin duda debe haber sido para mí una gran dolor. A esa edad, una madre es todo.

Una herida y una falta que no puede elaborar un infante de tres años.

 Quizá es lo que me pasa cuando alguien me interesa, cuando me gusta y no responde a mis mensajes a tiempo, o cuando de alguna forma me retrotrae a algo que yo he experimentado hace años.

Y para el psiquismo no hay tiempo ni lugar, no distingue el pasado del presente. Todo pasa de una manera vertiginosa cuando hay un trauma. 

 Es como dice Mily: «No te podes angustiar tanto».
Por supuesto, nadie se entera, yo simulo que no pasa nada. Sólo mis mejores amigas lo saben.
Me conocen, saben que cuando me enamoro, me vuelvo dependiente de un llamado, de un mensaje.

Por supuesto, que el fulano de turno, ni se entera.
No demuestro nada. 
Soy experta en eso.
Quizá porque crecí así. 
Pero esto no es sano.
Si no, siempre me voy a enganchar con la falta.
Y creo que lo entendí, porque ayer volví distinta. Te recordé cuando apoyé la cabeza en la almohada. Pero hoy cuando amanecí, sentí que te había soltado, y que la correspondencia es algo más que migajas. Es un café completo, con balance emocional. Donde puedo recibir, y no sólo dar. Donde no tengo que hacer esfuerzos, sino simplemente, dejarme amar.


lunes, 17 de diciembre de 2018

Mejor conexión y sin wifi

Paró la lluvia, al menos por un rato.
Hoy estaré entre mesas de bar, riéndome con mis compañeros. Ya mi discurso mental está cambiando, me doy cuenta. De todos modos, sé que los domingos cuando voy a ver a mis padres, si bien muchas veces no estoy bien, vuelvo reconfortada. Es un ida y vuelta que nos hacemos, mutuamente.
A media mañana había escrito en el blog, pero a mediodía, fui a borrarlo. No quiero exponerme tanto. Me hice Flores de Bach, pero llegó un momento que la angustia me fragilizaba, con un filo inexplicable.
Iba en el colectivo y pensaba: «¿Cómo voy a poder disimular mi estado?».
Cuando bajé, vi mi barrio hermoso, las plazoletas con pinos, las bellas casas, el cielo con ese celeste claro. Inmediatamente pensé en Horacio, podría cruzar e ir a visitarlo. Nos conocemos desde los diez años. Traté de poner a un lado, algunos comentarios desubicados, luego de la última vez que estuvo en casa para arreglar una persiana, y se quedó a cenar empanadas, estando Julieta. Me envió un Whatsap, luego que se había ido, diciéndome que no me recordaba tan pechugona. Obvio, le digo, si tengo quince kilos demás, y le corté la inspiración a toda sugerencia. Es que sé que está solo, y yo me sentía tan bajón ayer que pensé que podíamos hablar de la vida. Opción que olvidé por completo, una vez que llegué a la casa paterna.
Mi mamá se había ido a descansar, después de la novena quimio del año, está muy débil. Nos quedamos en la cocina, hablando con mi papá, mientras ganaba Pernía el campeonato de turismo carretera. ¡Qué contraste, Pernía abandonó la pista porque le falló el motor, e igualmente se consagró! Es el hijo del jugador de fútbol, reconocido por ese dicho famoso, que a veces uso: «Y dale con Pernía!».
Me pregunto cuántas veces uno gana por retirarse del juego antes de tiempo.
Uno sale protegido, porque se preserva.
No pasaron cinco minutos que charlábamos con mi padre, que apareció tu mensaje. Un Hola con tantas «a» que parecía un golazo de un torneo importante, a último minuto. Fueron dos o tres mensajes, que me insuflaron oxígeno. Lo mío era para terapia intensiva jaaaa....
Después de eso, todo me cambió.
Es la segunda vez, en estos días, que envias un mensaje espontáneo, cuando la angustia me desborda.
Creo que de alguna forma especial, nuestros inconscientes se encuentran conectados. Es así de claro.

sábado, 15 de diciembre de 2018

Por un sol sin protección

Sé que dije «dejar fluir» pero tampoco voy a salir si no tengo ganas.
Quiero ver el sol mañana, porque hoy dormí hasta las cinco y media de la tarde. Creo que me desperté para tomar el antialérgico, porque sentí que mi piel lo anunciaba.

No sabemos porqué ciertas personas se cruzan en nuestra vida. Enseñanzas, palabras, abrazos. Cosas que tuvimos que vivir porque nos conocíamos de antes. Es el libro de Brian Weiss en vivo. O es vivirlo, a pesar de hace mucho haberlo leído.

¿Cómo se puede perdonar algo así? ¿Cómo se puede olvidar, cuando algo tan feo, se ha dicho?

¿Qué pasó en tu vida? ¿Qué parte sana quedó, y cuál te afectó?

Quiero personas normales.
Ya tuve mucha locura en mi vida por malas elecciones.

Quiero alguien que me cuide, y no de quien tenga que estar cuidándome.

Quiero alguien que me quiera, y que no me produzca urticaria.

Quiero ver el sol siempre.
Aunque no sé si sea de tu mano.

Palabras imborrables

Me duermo.... es que anoche me desvelé. Fui a trabajar porque mi prima de San Luis me envió un Whatsap. Me habré dormido a las cuatro, y el despertador no lo escuché.

Ya en casa, bebiendo malta caliente. La Metro suena en la radio. En la tangente recuerdo el viernes pasado.

¿Cómo estarás, cómo serás realmente?

Las ondas del Uritorco interfirieron bastante. Graciela se durmió, no tenía señal y mis mensajes no le llegaban. Tuve que despedir al uber y esperar media hora abajo porque el timbre del portero eléctrico no funciona. Dice que no depende de ella arreglarlo, sino de la administración del edificio. Pues bien, su celular daba en el contestador, y le dejé dos mensajes. Conté lo que sucedía al grupo de Whatsap de secundaria, sitio donde siempre nos ayudamos, y Mily me pidió el contacto para intentar comunicarse. Mily vive en Pilar, es muy pata!. Lo último que se me ocurrió fue llamar a Gabi. Me atendió media dormida, y gracias que sabía su teléfono de línea, llamo a Graciela, y logró despertarla.

¿Dejaste la pulsera en Baires?

A la vuelta, casi me voy sola porque no la encontraba. Dos sujetos me ayudaron a buscarla. Me pidieron besos, pero no besé a nadie.

Cuando llegué a la vereda, apareció Graciela. Un flaco que conoció, nos trajo hasta su casa.

Es un lindo día de sábado. Creo que iré a la odontóloga, y a visitar a mi madre, así se pone bien. ¡Qué voz dulce tiene la tuya!

Me pregunto porqué tuviste que estropear todo con ese comentario.

Ojalá sanes. Estás en mi grupo de oración del Whatsap de secundaria, desde hace tres días. Es milagroso.
Y estés o no estés conmigo, quiero lo mejor para vos.

También puse a mi paciente, después de escuchar a María del Cerro, que se animó a hablar por Thelma, pensé en esa posibilidad, de que ella hable, y el juicio se aclare.

Dios siempre nos escucha, y a mí me gustaba escucharte.

jueves, 13 de diciembre de 2018

No es ajedrez, pero cuidado con las damas

Tengo que ir tranqui.
Cuidarme.
La reacción alérgica de ayer lo marca.
Hace un par de semanas me apareció este picor muy sutil, busqué en el libro, y era más que claro. Por el día que apareció, significaba  el rechazo que sentí. Pero pensé que con las Flores del Bach, y los libros que relacionan el significado de las enfermedades con las causas psicológicas, podía manejarlo.
Pero me doy cuenta que esto me excedió. Tengo que sanar tantas cosas, adentro, para que lo de afuera no me invada.

Las formas de ser o de expresarse de la gente, no tienen porqué ser las mías, y a la vez, aceptar  que los tiempos de los demás, no tienen porqué ser los míos.
Anoche cuando me aplicaron el corticoide y el antialérgico, la enfermera me explicó que éste último podía darme sueño. Así fue, luego entendí que en ese estado, poco te importa tu alrededor, porque estás como ensimismado.
No puedo juzgar, aunque lo hacemos.
No puedo dar lo mejor,  continuamente, sólo porque así lo siento. Primero, debo darme a mí misma,  y sobretodo protegerme.
La sensibilidad en esta época free, es algo, que tiene un costo muy caro.

Mi grupo de Whatsap de secundaria fue el que me apoyó anoche. 
Es que no tenía para llamar a nadie. No hay una pareja que me cuide. Mi hija estaba preparando sus exámenes. Mis padres son grandes, y con la enfermedad de mi madre, tienen para bastante.
Pero más allá de eso, estoy acostumbrada a arreglámerla sola. Recuerdo cuando me tuvieron que operar el chalazion del ojo. Mi padre pensó que mi novio me acompañaba. A él ni se le pasó por la cabeza, y yo que era tan inconsciente me iba al hospital sola. Menos mal que mi papá se enteró y me acompañó. Sola no podría haber vuelto. La anestesia me dejó muy sensible, sin contar que tenía un ojo tapado. A pesar, de que casi siempre chocamos con mi padre, él es incondicional, siempre está para todo.
Mis hermanos viven lejos, y ni se me cruza por la cabeza avisarles. Nuestro contacto es esporádico, pero vale.

Hace muchos años, en la época que vivía en el centro, tendría veinticinco años, un médico me indicó Dipirona, la clásica Novalgina, que muchos toman, y que en Estados Unidos está prohibida. Justo me había venido a visitar mi amigo, lo llamaré Tomás. Yo tenía gripe, y estaba en cama. Me alcanzó un vaso de agua y tomé los medicamentos. Cinco minutos después comencé a rascarme las manos, después otras partes del cuerpo, corrí a la ducha, me picaba todo, desde la cabeza hasta las plantas de los pies.
Tomás llamó a emergencias, inmediatamente llegó el médico. Me aplicó un decadron (de la marca del laboratorio en donde yo había tenido mi primer trabajo, como técnica química, en el departamento de microbiología). El doctor me explicó que gracias a que el antigripal contenía un antialérgico, me había salvado. Porque se me hubiera cerrado la glotis y ahí la respiración se corta.

Con Tomás nos habíamos conocido en la Facultad, en una carrera que ambos dejamos. Pero nuestra amistad era muy fuerte. Él conocía a mi novio, y yo a la suya. Íbamos a correr juntos por los parques, cerca de la zona de Avenida del Libertador y Tagle. A veces, se nos unía Germán, y en las tardes nos íbamos con los apuntes a esos grandes céspedes empinados, desde donde contemplábamos de lejos el pasar de los autos. Los árboles magníficos conocían todos nuestros secretos, nuestras risas, nuestras charlas, siempre se acoplaba alguien más. Muchas veces, terminábamos acostados en el pasto, tapándonos la cara con los textos, para que sol no nos encandilara.
Tiempo después, cuando yo dejé a mi novio, luego de siete años, y mi amiga de la infancia se alejó, más sentí su  apoyo y su fortaleza.
El recorrido de esas calles empedradas de French, que partía desde Anchorena, era lo más lindo hasta llegar al shopping (lugar donde desquitaba mi ansiedad comprando ropa con la tarjeta de crédito), y donde pasaba por su departamento. Teníamos una clave especial para tocar el timbre, bastante hiperactiva, larga y escandalosa, que nos permitía saber de antemano que éramos nosotros.
Tomás era mi oreja, reíamos y compartíamos momentos con otros amigos. Nos divertíamos mucho de lunes a viernes. Los fines de semana, cada uno partía para su casa, él a Lobos y yo a Merlo. Volvíamos en un pequeño tren que paraba en Haedo, luego en Merlo y terminaba en su pueblo. Todo era una gran coincidencia.

Pasado el tiempo, una noche intentó contarme algo que le pasaba con un amigo del gimnasio. Yo no estaba preparada para escuchar, no me di cuenta lo que él me quería decir, ni me lo imaginaba. Le corté menos diez, y le sugerí que no lo viera más, que se alejara. En ese tiempo yo era muy exigente con la vida, tenía ideas muy rígidas, aún no estudiaba psicología. Hubiera entendido si era gay, pero no me cabía la doble vida. Además, llevábamos varios años de amistad, y jamás me había dado cuenta de nada.
Muchos años después, me enteré que era bisexual. Tenía esposa, hijos y amante. Su mujer había aceptado compartir a su marido. Admitía esa relación para no perderlo. Esas cosas imposibles de asimilar.

Volviendo al tema, hoy desperté a las cinco y media de la mañana, y la piel me picaba otra vez, en la zona del chakra ocho. Busqué la crema, y me unté. Medité, en conexión con la Madre, y le pedí asistencia. Estaba otra vez entrando en un estado que me preocupaba, y quería detenerlo de inmediato. Logré calmarme, me relaje, y casi me quedé dormida. 
Antes que sonara el despertador, me levanté de la cama. Me sentía más aliviada, casi las manchas sobre mis clavículas habían desaparecido.
Fui a la cocina y mientras buscaba las cosas para el desayuno, sentí angustia y lloré. Me aflojé. Otra vez el pasado aparecía. Pensaba cuánto me costó el tiempo con Diego, cómo pude aguantar tanto. Me salvó mi hija, no iba a admitir vivir en un clima así, con ella. La traje al mundo, y era mi responsabilidad cuidarla, por sobre todas las cosas. Y así partí, con dolor, amándolo, a pesar de lo despiadado que era él conmigo.
Entonces, cuando mi piel se brota, siento que tiene que ver con el miedo a sufrir, a exponerme, a no poder manejar las cosas, a arriesgarme.

No todas las personas están preparadas para dar amor. Para brindarse.
Y hay señales que te hacen abrir los ojos. Dios te muestra todo, y a veces, no te gusta lo que ves. Esas preguntas y comentarios retorcidos, puedo deducir de dónde vienen. ¿Pero había esa necesidad? Es repugnante. 

Creer que uno se merece cariño, bondad, respeto, es indispensable.
Valorarse y quererse, tiene que ver con eso.
Espero usar el cerebro.
Y ojalá que sanes. 


miércoles, 12 de diciembre de 2018

Sin galeras ni conejos, la magia está en el aire

Estoy despierta desde las cuatro de la madrugada. «Solos, en la madrugada, no estamos solos», decía el protagonista de esa película.... ¿José Sacristán era, o estoy delirando?.

Ayer me llamó Miriam, cuando le conté el milagro de la Virgen de Covadonga. Dice que era la única Virgen que había comprado, tenía todos los regalos envueltos, sin nombre, y justo me la dio a mí, por azar.
Le conté que es de la tierra de mis ancestros, Nicanor, el abuelo de mi padre, nació ahí. Incluso existe una aldea y una Virgen con nuestro apellido. Mi prima dice: «No soy yo». Tiene siete varones.
El asado con secundaria fue el domingo 2, y ¡qué fecha, el 8 de diciembre, día de la Virgen!, hicimos el amor. ¿Así se dice, no? Por lo menos, algo de cariño, tuvo.

Ayer fui a la clase de abdominales. Entendí porqué caí en esta clase, de casualidad, sin buscarla, porque me preparó para la guerra de almohadas. Mientras transcurría la clase, me acordaba cuando terminamos resbalando, a propósito, de las sábanas al piso.

Pensaba lo que significa la energía de las personas, lo que cada uno emana. En las últimas clases, el profe pone su colchoneta en correlación con la mía. A mi me viene bien porque soy la más nueva y la más dura, y así veo bien los ejercicios. Esta actividad me encanta porque circula mucha energía.
Ayer, me cambié de sitio, porque prendió el ventilador y sentía frío. Es una clase mixta, aunque nos gana el otro sexo.
Hicimos la primera tanda de abdominales, pero ya no sentí la misma energía. Ahí me di cuenta que el profe no estaba a mi lado, sino enfrente. Entonces, registré que la energía no tiene que ver tanto con la clase, sino con los compañeros que nos tocan al lado. Son colchonetas contiguas, formando una especie de óvalo.
La primera clase, estuve en el medio de una mujer y un hombre que tenían muy buena vibra, y eso se sentía, sobre todo porque nos pasábamos unas pesas en forma de disco.
Volviendo al día de ayer, unos minutos después, llegaron dos chicas nuevas. Entonces, el profe se levantó, les cedió su espacio, y vino a la colchoneta que estaba a mi lado, vacía.
Entonces, volví a sentir la buena energía.
Lo que quiero decir, lo importante que es esta sensación. Es el carisma, es la positividad, es esa magia que nos hace sentir contentos, a gusto, y así como la buscamos, también la generamos.
Es como cuando vas a bailar, puede venir el más lindo pero si no te pasa nada, te alejas, o solamente conversas o bailas, y no te pasa nada. En cambio, otro, te mueve todo, pero si de alguna manera, te la hace «lunga», ese sentimiento también se desgasta.
Por eso digo, la magia hay que cuidarla.
De todos modos, esta vez no quiero pensar ni esperar. No se puede mendigar cariño, ni especular nada.
Más cuando me vio con los pelos volando porque no tenía mi crema «aplastante». Mi cabeza parecía inflada. Inflada de pensar porqué le dije mi edad. Es que me apuró. Me vi acorralada. Sil me dijo «Nunca más la digas» bla, bla, bla...
Lo que me embola cuando dijo que me levanté un pendejo. ¿Pendejo de qué? Además, quien se acercó fue él, yo no tengo culpa de nada.
Bueno, basta de teorías y otras yerbas.
Él está en el Uritorco, y no creo que un extraterrestre.
Yo aquí en Baires, aún sin escuchar tu audio. ¿Soy una cobarde? Nooo, me preservo. Uy... ahora recuerdo un reportaje de la radio, de la época de «La perra verde». Voy a cambiar el slogan por uno que me calce: «India cobarde, que se resguarde».

Las aves trinan pero nadie las entiende

Quisiera hablar en clave, como cuando cantan los pájaros y se contestan, en la antena de mi terraza.
Para los humanos es sólo música, pero ellos estarán hablando de sus planes: hacia dónde van, cómo está el clima, si hay que arreglar el nido, o cuánto se aman.
Siento ese picor en el cuello y en el pecho, sé que tiene que ver con experimentar el rechazo. Aunque tomo Crab Apple, me planteo de algún modo, recurrir a terapia. O con Andrea, o con Andretta. No sé con quién. Y no tengo ganas.
¿De qué voy hablar? ¿De mis miedos, de lo que me asusta dejarme llevar por lo que siento? ¿O de que vivir, es confiar y dejar de tener miedo?

¡Qué bien haber ido al curso el lunes! Hace meses que lo vengo postergando. Me reí tanto, me hizo tan bien.
Cuando llegué y me senté en una de las tantas mesitas de la sala, donde había otra chica, y después se ubicó una tercera, vi que habías respondido mi audio. No lo escuché en ese momento, porque si decías algo que me lastimara, no quería ponerme mal, justo en ese momento, a punto de empezar la clase. Pero soy cobarde, porque aún no me atrevo a escucharlo.
No quiero exponerme. Aunque no me siento tan frágil, temo que se me  desarme esta aparente indiferencia. Si fuera más fría, sería más valiente.

Luego de la charla introductoria, «el profe» de la edad de Cristo, nos pidió que participaramos, exponiendo nuestras inquietudes. Para todas las dudas, hubo respuestas, acotadas de chistes, por lo que me reí casi la hora y media. Es que la clase tenía chispa, y mis compañeros eran muy ocurrentes.
«Y vos que no hablaste ¿querés hacer alguna pregunta?» era el clishé para dirigirse a los más mudos del grupo. Éramos más de treinta personas, decir de ambos sexos (me quedo corta) y de todas las edades. Sabía que en cualquier momento, me iba a tocar a mí. Y así fue.
Le planteé que si bien habitualmente no suele pasarme,  sentía que me iba a costar superar la vergüenza en este lugar. Como esto había sido planteado por otros alumnos, me respondió lo que ya había explicado: había técnicas para lograrlo.
Y me dijo: «Pasá, vení acá adelante». Me reí, le tiré un insulto, ya que iba a ser la primera en subir. Por suerte, invitó a tres compañeros más, que estuvieron junto a mí en el escenario.
Dio la consigna del juego: él iba a hacer una pregunta sobre cada uno de nosotros, y el resto, iba a responder o adivinar lo que les pareciera. Luego, al finalizar, cada uno de nosotros, iba a exponer las verdaderas respuestas, hiladas una a una, y sin querer ya habríamos hablado, casi sin darnos cuenta.
Las preguntas eran varias: edad, situación sentimental, porqué se anotó en el curso, etc. Entre algunas que recuerdo, surgieron estas:
«¿A qué se dedica?», «Peluquera» arriesgó uno, calculo que impactado por mi cabello. «¿Dónde va de vacaciones?», «Pinamar» dijo otro.
Y las preguntas fueron variando, así en ronda, a los cuatro que estábamos para practicar esta técnica.
Lo que más me llamó la atención, fue cuando preguntó:«¿Dónde vive?», y alguien arriesgó: «En Villa Crespo». ¿Acaso tenía tan presente ese lugar que se filtró telepaticamente? Así explicó Freud, que la comunicación inconsciente es directa, y la consciente indirecta.

Pienso en las aves cuando se acurrucan en su nido, además de abrigarse, y cobijarse ¿cuánto juega el afecto y cuánto el instinto?

lunes, 10 de diciembre de 2018

Cangrejos de cal

Un bello día hoy, a ponerle la mejor onda, a remarla.
Cuando empecé a hacerme idea del viaje, se deshizo. Lo consideré porque él me lo había pedido, si no, no lo hubiera pensado.
El viernes lo mismo: «¿Te vas a quedar a pasar conmigo el día, mañana?» Lo hice por él, si no, soy de huir temprano. Igual estaba a gusto.
Ese amanecer, cuando llegamos a su casa, dijo que no haríamos nada, mejor mañana. Y pasó lo contrario.
Unas horas antes, en el boliche, me dijo amablemente que no quiere estar conmigo. Me cambia por un vip, y me desarma. Luego  mi amiga me abraza, casi no me conoce, pero me venden las lágrimas. Dios manda del cielo, un caballero para rescatarme con su diálogo. Entonces pasa él y me toca el hombro, lo aprieta suavemente, me brinda una sonrisa. Pienso, que se está despidiendo, ya que se va con su amigo.
Nos vamos con mi amiga y el fulano que ha conocido esa noche, que como vive en Ramos Mejía, nos lleva en el auto. Cuando ya estamos a mitad de viaje, me escribe «¿Dónde estás?», y me pide que vuelva, que él abona el viaje.
Les digo a los chicos que paren, que me tomo un uber, que tengo que volver. Me dicen: «¡Me estás jodiendo!».
El pibe que conduce, es un sol, porque dice que no va a dejarme ahí, y me lleva  con mi amiga, de regreso a la puerta del boliche, mientras amortizan el regreso acaramelados.
 Allí él me está esperando. Vamos a su casa en taxi. Durante el trayecto, me pide que abra el blog y se lo lea. Mientras escucha mi voz, me abre la campera y me acaricia.
Subimos, y como me ha aclarado que no pasará nada, me quedo tranqui. Pero cuando empieza a desvestirme, me cuesta entregarme porque aún estoy algo herida por lo que me ha dicho un rato antes en la disco.
Luego me olvido, y todo pasa en sucesos de magníficas caricias. Voy y vengo con su cuerpo, reímos y disfrutamos con esa complicidad que seguramente es de antaño, de otra vida.
Menciona que escriba el blog porque quiere saber lo que siento en ese momento, juega con eso. Él no entiende que soy muy sensible, que me dejo llevar, que no respondo de mí, que cada cosa que él hace me llega, me enternece.
A mediodía disfruto del sol, mientras él duerme. El estado que experimento es muy placentero. Son esos pequeños momentos de felicidad.

Cuando me voy de su casa, me hace unas preguntas por whatsap mientras viajo en uber. Siento que de alguna manera me cuida.

Este despliegue de actitudes, es lo que ha estado sucediendo, quizás deba aprender a no tomar todo tan literal. Porque la ambigüedad es lo que lo define. Y no deseo estar rebotando, no puedo conformarlo, sin a veces, sentirme expuesta.
Ahora estoy bien, ya me enfrié.
Un viaje de cuatro días era para mí algo de lo que me costó hacerme a la idea. No es lo usual. Pero cuando lo medité, busqué un reemplazo para mi trabajo, hablé con mi hija, y me pregunté si valía pasar unos días en Capilla del Monte con él; entonces, cambió de parecer. Que era un viaje introspectivo. Claro, eso mencionó al principio, pero después me invitó. Yo lo elaboré como lindo y difícil, por lo que implica irme así. Dejo responsabilidades, y no voy a la vuelta de la esquina.
Pues bien, con todo esto que pasó, mejor que se haya cancelado.
Le deseo lo mejor. Sé que necesita encontrarse, reponerse. Pero debe considerar y pensar cuando habla.
Me daba lo mismo el viaje, pero me duele con que facilidad me descarta.
Bueno, en fin, Dios sabe porqué hace las cosas, y yo la verdad que prefiero el mar y caminar por la playa.

Desconcierto

Pasó por sincerarme tanto.
Por creer.
No entiendo.

Sil dice:«No sabe lo que quiere o es un chamullero».

Quizás ambas.

Tengo que pensar en mí. Ya que él ni piensa.

Espero mañana tener el coraje de ir al curso, y no postergarlo.

Desconcierto bajo las estrellas. El motor de un auto que se aleja. ¿No se puede creer en la gente? ¿O me invitó para quedar bien, sin ánimo de que vaya?

Necesito que alguien me trate como a un ser humano.


domingo, 9 de diciembre de 2018

Despidiendo el año

Hablé con Sil, larga cabalgata por teléfono. Devanamos teorías, para entender a estos hombres que nos atraviesan.
Fueron dos largos llamados, el primero interrumpido por su ex, que fue a buscar «puchero». Ni el hueso del osobuco le dieron. Le digo que los hombres expresan el amor a través del sexo. Y nos quedamos con una frase de él: «Vos seguí con tus miedos, que se te pasa la vida». ¡Cuánta razón tiene!

Tratamos de deducir porqué pasó lo que pasó, porqué ese comentario tan desafortunado. Después de tantos supuestos, asociación libre, por decirlo de alguna manera, quizá haya algo. Es tan difícil saberlo.

Al final ayer no dormí, no podía conciliar el sueño durante la tarde. Se hicieron las nueve, y la verdad que quería despedir el año como habíamos pactado con Gaby. Aunque lo había cancelado, ese mediodía, cuando estaba en compañía de las gatas que se preguntaban: «¿Quién es ésta?».
Sin mucho que pensar, salí en jet hacia la ducha, y uber mediante llegué al depto de Graciela. Nos pusimos al día con los últimos sucesos, muy por encima. Hay cosas que sólo con Sil hablo. Al rato, pasaron Flavio y Gabi a buscarnos, rumbo a San Isidro. Se cumplió nuestro pronóstico, es más, Graciela decía que parecía un club de lesvianas. Todas mujeres y jobatos. La cena, rica, aunque salteamos la entrada. Brindis a rolete, aunque yo lo hice con agua. Luego se armó el boliche, bailamos con desparpajo. Nos reímos de todo y de nada. A pesar de que sabían que no había dormido, el novio de Gaby, dijo: «Ely te ves muy relajada». Esas caras luminosas y risueñas, que te delatan.
Entrada la noche, apareció población masculina. Igual yo estaba dispuesta a irme apenas el conductor lo dijera, y él me gastaba: «¿Ya te querés rajar?».
Por suerte nos quedamos un rato porque encontré a un par de Dover.
Mark que se mudó a Alicante por una propuesta de trabajo. Dice que está enamorado de la ciudad. Es más, me sugiere irme a vivir con él a España. Me interroga si aún tengo su teléfono, y anota el mío en su celu. Quiere tomar un café en la semana. Ya conozco ese verso. Cuando fuimos hace un par de años, ni siquiera supo lo que es timing para transarte. Me bajé del auto, a tiempo. No pasó nada. Ni siquiera sabía cómo abordar con suavidad. Y a los desesperados, no me los banco. Somos amigos Mark, nada más. Tomaría el café con gusto si fuera para charlar, pero la caña no sólo es para eso, y no tengo ganas de estar esquivando los manotazos.
Tenerlo de amigo, de contacto, por si un día surge la idea de mudarnos, todo bien. Pero Juli tiene que terminar su carrera.
Luego, ya cuando partíamos, me encuentro al mejicano. En realidad, es salteño, pero es un personaje. Nos saludamos con un abrazo, y me murmura al oído: «¡Cómo te me escapaste!». Fue la última vez que fui a Dover, hace dos años. Luego de una semana de Whatsap, el operativo se canceló porque él dijo que jamás había usado un forro y que no estaba dispuesto a cuidarse. Hablamos un par de minutos, y se despidió con su típica frase: «Dame la boca». Me reí, y pensé que realmente no me interesaba cambiar el sabor a Fede. Le di un beso en el cachete, y salí porque los chicos me esperaban. Se atravesó otro sujeto: «¿Cómo es que te vas, cuando yo recién llego?». Los chicos se ponen mimosos cuando se acerca el alba.
Zarpamos en el auto, a mí se me cerraban los ojos.
Doce días es mucho, voy a extrañarte.

sábado, 8 de diciembre de 2018

Ser respetuoso, es respetar a mi familia

Tengo sueño, pero no me puedo dormir. Quiero hablar con Sil, y no la ubico.
El I Ching otra vez me sorprende, del hexagrama 48, con líneas significativas 1, 2 y 6, se convierte en el 37. Y así fue.
Esta madrugada, el 8 de diciembre se sintió con todo.
Me pregunto porqué soy tan sensible en algunos momentos, y como alusiones desubicadas lo empañan todo. Me molesta, me indigna, y me sorprende. ¿Cómo no pueden darse cuenta, que lo más importante para una madre, son sus hijos? Y que le falten el respeto, que hagan comentarios incongruentes, por decirlo de forma elegante, me hiere.

Todo lo demás, un bombón, un dulce, una paz enorme.

Me preguntó mi edad, me hizo decirla. Él había mentido la suya. Me puso en un lugar incómodo. Porqué lo dije.

Hablamos un montón de cosas interesantes.

Sus gatas bellas, me acompañaron cuando me mudé al living. Es que la cosa venía con música de todas clases: tres bemoles, un grave y un agudo conformaban el compás de sus ronquidos, y una orquesta funcional fue la alarma de su celular que sonó en ocho ocasiones. En un momento, metí el teléfono en el cajón de los cubiertos, para no escucharlo.
En el sillón, me tapé con mi campera de viento. La felina blanca con rayas de tigresa, me hizo una ceremonia con sus mullidas patas, paseándose por mi alrededor. Hasta buscar un astuto lugar junto a mí.

Dormí como mucho una hora y media. Me duché, me puse su bata y me senté en el patio. Un cielo radiante enmarcaba mi alegría. Si tenía que describir ese momento, me sentía feliz. Lástima que se apañó más tarde con eso tan horrible que dijo, que luego la quiso arreglar aclarando que era un chiste.
Sentido común... ¿tanto escasea?



Recordando la canción de Divididos, «Dame un limón», que pasaba en la radio, eso fue lo que capturé de la heladera. Corté la mitad, y se lo agregué a un gran vaso de agua. Esa es la ventaja de una montaña de mimos: se me pasa el hambre.

Whatsapee con mis amigas, y entré a lavar unos vasos que copaban la pileta. Casi al finalizar la tarea, se despertó. Entre que yo no veía de lejos porque me había quitado los lentes de contacto, me sorprendió su voz. Algo dijo que me recordó a Diego, uno va con pie de plomo cuando está en casa ajena, con alguien que hace poco conoce. Dijo «¿Qué haces?», aunque creo que me descolocó el tono, y el no poder distinguir, por estar lejos y sin lentes, su rostro y sus gestos.
No sé, porqué vienen los fantasmas del pasado.

Después la charla se transformó en un rico café, pero si bien la pasaba súper, sentía que debía irme, que en algún punto, quizá él ya quería estar solo.
Pedí un uber, y colaboró para que no me saliera tan caro.
Le presté mi pulsera de lápiz lazuli. Se la di en el boliche, cuando sentí que quería darle algo. Un viejo rito que hacíamos con el amigo del novio de Mary, hace veinte años. Cada vez que nos veíamos en Ratos (un pub bailable) intercambiabamos collares, y a los dos o tres meses que nos volvíamos a encontrar, hacíamos la devolución. Eso lo hicimos durante un año y medio. Nos gustábamos mucho, pero yo sabía que él era un mujeriego terrible, y además estaba noviando.

Pasaron muchísimas cosas más esta noche, pero estoy sin dormir, y muchos de los detalles bellos, me los guardo.
Anoche lloré, luego reí. Y ahora a la distancia, veo las cosas con más frialdad.
Olvidé mencionar las partes cómicas, pero eso será más adelante. Hoy con este cansancio, el popurrí de anécdotas, viene medio desordenado.
Sin duda, nos conocemos de otras vidas. Ahora cerraré mis ojos, para ver las cosas más claras.

viernes, 7 de diciembre de 2018

Haz el amor... y si no podés, haz la paz

Viernes con soles, con respuestas de quien no está en mis planes, ya que los rezos de mi grupo de Whatsap de secundaria, esta vez, parecen no embocarla. Ellos dicen que es porque no les cuento nada. Igual sus rezos son muy efectivos, lo sé, ya se va a dar. Lo que pasa que uno quiere lo inmediato, y los ríos toman atajos para volverse a encontrar.
Hace frío este diciembre, aunque hoy me siento cálida, si tenemos que ponerle temperatura a mi ánimo.
Ayer recibí un video, ustedes saben que yo no tengo paciencia para verlos, así como los recibo, los borro. Pero este venía de Stella, una compañera de primaria y secundaria que vive en Mar del Plata. Esta es la historia con ella: en el colegio primario, no nos dábamos bola, no teníamos afinidad. En el último retiro espiritual de séptimo grado, el padre Pablo, un cura muy copado, nos propuso que nos reunieramos con ese compañero que nunca nos habíamos comunicado. Fue instantáneo, nos miramos con Stella y nos sentamos en un banco. Era casi el mediodía, estábamos en una quinta hermosa, bajo los árboles. Fue un momento de charla que sirvió para blanquearnos. Y a pesar de que era el último día de clase, nos volvimos a ver al año siguiente, en otro colegio, ya en el nivel secundario. Pasamos otros tres años juntas, sin interactuar, ella con sus amigas y yo con las mías. Pero cuando nuestras miradas se cruzaban, las dos entendíamos, que aunque no tuviéramos algo en común, nos respetábamos.
Luego me cambié de escuela, y nos volvimos a ver un par de décadas después. Todo bien. Éramos otras. Crecidas, maduras, abiertas al prójimo. En aquella ocasión, un grupo de alrededor de diez compañeros, fuimos a cenar, después del acto recordatorio que nos hizo la escuela. Creo que ella estaba en esa cena. No lo recuerdo. Pero tiempo después se organizó el grupo de Whatsap, y a partir de ahí, la mayoría de las veces que fui a la costa atlántica, nos encontramos, a compartir un café o un almuerzo. Y descubrimos que tenemos muchas cosas en común, ambas trabajamos con las Flores de Bach, y nos gusta lo intuitivo, las terapias alternativas, etc. Ella no es psicóloga, pero está abierta al ser humano, dispuesta a ayudar, hace registros akashicos, y otras yerbas.
Volviendo al punto, si recibo un video de ella, me tomo el tiempo para verlo. Sé que puede ser interesante. Y así fue, esta historia, que me hizo emocionar hasta las lágrimas. Los soldados de ambos bandos, que en plena guerra, comienzan a cantar esa preciada canción de Navidad: «Noche de Paz», y que contagiados por el canto del otro, salen de sus trincheras y comparten regalos.
En ese momento pensé: «Y uno se enoja o se distancia por tantas pequeñeces». Me vino, de inmediato, el recuerdo de mi hermano. Y ahí nomás, todo lo que siempre me pareció un escollo, se disolvió como esa nieve de los cuentos de hadas.
Compartí el video con mis amigas más cercanas, al que te incluí a pesar de que la otra noche me ignoraste. O más bien, te escondite porque no te daba la cara por tu mentirilla.
No respondiste, era lo esperable. Pero, ¿sabés qué? Siento que ahora está todo liso. Somos libres, sin condiciones, sin estructuras ficticias.
Lo real es mi alma, aunque no estés preparado para hallarla.


jueves, 6 de diciembre de 2018

Trucos de magia

El blog me comprende. El blog es mi refugio, para ahuyentar los fantasmas que se ríen debajo de las sábanas: «No soy yo, no soy yo».
Entonces cambio mi adormecer inquieto por una aureola que viene desde el cielo, que me tira una mano, que me hace un guiño para que no decaiga.
Las luces te confunden al anochecer, más aún cuando se ha apagado casi todo dentro tuyo.
La maravilla del ser es que salga el sol todos los días como una chance, y cuando la angustia te ahoga, pidas por el otro. Le hables, le cuentes, tengas confianza.
Se puede ser libre aun en una relación. Y se puede ser esclavo aun sin tenerla. Esclavo de la soledad, del vacío, de una pastilla que te anestesia.
¡Cómo me gustaría tener el valor de comunicarme! ¡Cómo me gustaría saber si vale la pena, y no enredarme!
Esos abrazos fueron genuinos, no?
Esas confesiones tienen asegurado el secreto.
Esas charlas se deben tantas palabras...
Déjame decirte una más: «Abracadabra».

miércoles, 5 de diciembre de 2018

Rotisería del amor

-¿Vas a llamar?
-¿A quién? ¿A Federico?
-¡No, a las empanadas!

Diálogo con mi hija, mientras ella busca trabajo por la compu.
Necesito internarme en Netflix, ya que no tengo ánimo para ir al gimnasio. Tal vez mañana vaya con el pelado, es el único que me puede sacar de esto.
¿Por qué todo cuesta tanto? ¡Tanto el amor! ¡Te pido un milagro, Virgen de Covadonga!
Por mi Asturias ancestral, donde nacieron los padres de mi abuelo.
Siento un nudo en la garganta.
Hablar con vos, me aliviaría.
Siempre necesito un calmante, no son pastillas, sólo tu voz, me calmaría.
«Dependientes emocionales» se nos llamaría por la jerga de moda. Sin embargo, el amor, ¿no debería ser norma o tendencia?
El amor es lo lógico.
No tenerlo es una carrera impostora de personas frías que juegan a ver quién se supera.
Pero el corazón sufre. Necesita un abrazo, contención, y diálogo.
Que esta sociedad se cure, y así todos podamos sentirnos amados.

¿Habrá «low cost» para tu corazón?

Hoy me levanté y ya en el desayuno te estaba extrañando.
Me hice unas Flores de Bach para que se me pase. Tengo que dominar mis dedos para no teclear «Hola cómo estás?».
Tal vez por eso no fui al gimnasio ayer. Cuando me agarra el bajón, no tengo ganas de nada.
Las Grutas es un viaje largo. Tal vez el low cost, es una chance. Volar es lo que me hace falta, un vuelo del corazón, sin escalas. Directo a Villa Crespo, a tu cama, a tu balcón con noche estrellada.

lunes, 3 de diciembre de 2018

Todo delante de tus ojos

Es lunes y todo me pasa como por un puente de Aladín, si es que existe.
Estoy feliz, contenta.
Hoy, de casualidad, terminamos todos almorzando en el bar del hospital. Mis padres y mi hermano que vino desde Lobos. Si lo organizábamos no hubiera salido tan bien.
Después me doy cuenta, ya más tarde, cuando estoy en la sala de espera de la odontóloga, que esto me afecta. No aguanto los lentos porque me ponen melanco. Algo de angustia me atraviesa, quiero que mi madre sane y se termine todo este rally. Se supone que sí, según los análisis.
Quiero taparme los oídos con los audífonos de la primer radio que encuentre, pero no hace falta porque cambiaron la música a tiempo.
Un viejito pispireto entra medio destartalado y le cedo el asiento. Practicamente nunca lo usó porque se la pasó hablando con las recepcionistas, del helado gigante que había probado en Haedo. Luego, sacó a relucir su gentleman, ayudando a una señora de su edad que salía temblorosa de uno de los consultorios. Si bien ella estaba con su familia, el galán la guió con su brazo, orgulloso y apuesto. Parecían tal para cual. Una incipiente escena de amor. Se ha formado una pareja.
Me arreglan el diente, y voy para el estudio. Veo cuatro clientes, dibujan, hablo, pregunto, escucho. Estoy exhausta, porque el último es de esos jóvenes irrescatables, producto de padres abandónicos. 
Cuando casi me estoy yendo, suena el teléfono. Es Federico, no Fede Bal, sino un cliente. Tiene una voz hermosa, con una alegría seductora. Le explico lo que tiene que hacer, y guardo todo para volver a casa.
Tendría que haber ido al gimnasio, pero la jornada ha sido muy larga.
Juli está somatizando sus exámenes, fue al médico por sus bronquios. Le preparo fórmulas de Flores de Bach para ver cómo sale del meollo de su cabeza.
Mientras le hago un monólogo en el living para ver cómo logro sacarla de ese bache que se ha inventado, queriendo resolver todo: su examen, su cambio trabajo, bla, bla, bla. Improviso un recitado, bromeo, invento chistes, me quito el corpiño por debajo de la remera y lo revoleo al estilo de la Sole, le digo que voy a hacer stand up para reírme con la gente, que ya no quiero escuchar más las penas de los pacientes. Pues quiero que me escuchen a mí, y se ríe.
Estoy en paz. Clematis ha surtido efecto. Sería forzado pensar que me importa porque no es así. Lo he visto todo en vivo y en directo. No más pruebas. 
El sábado luego de ver PH, he tomado coraje, ya que el viernes no pude salir con la lluvia. Me divertí, la pasé bien, y he estrenado el uber desde mi teléfono.
Sigo siendo cabezona en muchos aspectos, y la realidad me lo refriega en la cara: ¡Nena avivate!
No se puede forzar nada. Todo llega a su cauce, y todo se retira cuando quiere. Nada depende de vos. Ni tu esfuerzo, ni tus ganas de ayudar a la gente, ni tu noble corazón. 
A los sujetos aplanados, todo le importa un omelette. Así que no batas las claras, no separes la yema, porque no vale la pena.
Tómalo o déjalo. No empujes el río.
Divertite.
Los chicos malos tienen doble cara. Te valoran cuando sos cruel. O cuando ellos creen que lo sos. Porque no tengo ni una pizca de eso. No podría. No me sale. 
Pero tampoco sirve ser la buenaza gratuita.
Soñaré con un balcón que se ha ido, con unas estrellas que dejaron de tintinear, con un personaje que ni la sabe dibujar.

viernes, 30 de noviembre de 2018

No te hagas la película

Ayer escapé sumergiéndome en Netflix. Aunque sabía que después te iba a extrañar.
El primer film «Sexo, amor y terapia», interesante. Espero que no estés en abstinencia. Es un chiste. Creo.
Mientras la veía, tomaba Flores de Bach. No tenía ganas de nada. La película y las esencias florales hicieron su efecto, y diez minutos antes de la clase de abdominales, me levanté de un salto, me cambié y fui para el gimnasio.
El pelado con su sonrisa te activa. Eligió AC&DC en los dos primeros temas y arrancamos. Mientras estamos acostados, hombres y mujeres, sonreimos y transpiramos. La clase se me pasó muy rápido, dijo el profe. A mí también, pasó volando.
Bajé después a las máquinas, y ya mi ánimo había cambiado.
Cuando estábamos en las colchonetas, pensé hace cuánto que no veo un hombre acostado a mi lado.
Volví a casa, y fuimos a Castelar. Compré Clematis, ya no podía pasar un día más sin esta esencia: tengo que aterrizar, dejar de estar pendiente, somnolienta y salir de la nebulosa de ese incipiente estado de enamoramiento.
A la noche, para evitar escribirte, puse otra comedia francesa, «No soy un hombre fácil». Propuesta distinta donde los hombres son usados por las mujeres, como sexo descartable.
Pero se hizo la media noche y me dormí pensándote. Y cuando abrí los ojos, estabas en mi mente como antes.

jueves, 29 de noviembre de 2018

Déjame ser tu ansiolítico

Cruzo la plaza a las ocho de la mañana, las campanadas de la catedral me acompañan. Parece la toma de una película, cuando todo está por verse y el espectador implícitamente reclama.
Anteanoche me jugué yo, y me sorprendiste con tu espontaneidad. Fue una hora y media que pasó volando, entre mensajes, audios y tu llamada.
Ahora entiendo algunas cosas, y las consecuencias del ansiolítico que estás tomando. Tiene muchos efectos secundarios.
Me encantó hablar con vos, y bajó mi ansiedad por cierto. Aunque ya hoy despierto, y pienso: «¡Qué lindo sería que me llames, que la iniciativa sea tuya, que nos veamos!».
Ahora el G20 que nos deja sin trenes por dos días, para los que vivimos lejos del centro, es una traba, que por supuesto puede destrabarse, con el uber o un par de colectivos.
Hablar contigo me sirvió también para humanizarte, para bajar ese nivel de idealización que surge al comienzo, cuando recién te estás conociendo.
Ayer no fui al gimnasio, trabajé todo el día, y como nos quedamos hablando hasta las dos de la madrugada, había dormido poco. Aproveché para limpiar la casa, y de paso, ordenar mi cabeza. Por cierto, giré la cama con dirección sudoeste, la más óptima para el amor, según el Feng Shui (por sexo y año de nacimiento).
La lavandina pasó como el agua bendita y las pelusas fueron rescatadas. Ponpón dijo «el horno no está para bollos» y se fue al patio a cazar lagartijas. Se recuesta sobre las tibias baldosas, con la paciencia de un Buda. Espera las presas como absorta, hasta que el sonido de sus uñas, delatan sus corridas. Le gusta jugar entre las plantas, creyendo que está en la selva amazónica, hasta que el maullido de otro felino en la azotea, la invite con arrumacos a cambiar de juego.

Cuando hablamos, percibí el silencio de la noche, imaginé tu hogar, tus gatas mirando las estrellas, tu deseo de helado postergado, la atmósfera de tu mobiliario, con ese gusto personal de ese artista que clama por expresarse.
Y deseé estar ahí, muy pronto, con unas plantas resistentes a todo, que quiero llevarte. Se llaman «lazos de amor», y tienen unas flores muy pequeñas y blancas.

martes, 27 de noviembre de 2018

Jugatela

¿Y si no te gustan los whatsap, cómo nos comunicamos? ¿Por telepatía?
Es tan difícil, cuando puede ser tan fácil.
¿Estás en Baires o volaste?
¿Estás confundido o deprimido?
¿Tenés miedo de no poder?
Me conoces tan poco entonces.
No sabes cómo soy.
Ni idea de lo que puedo darte, entender, o sorprender, hombre de las ventas. Porque sabes qué?
Lo que yo quiero, no se compra ni se vende.
Se entrega de corazón, sin condiciones, sin temores.
Uno no puede saber si no se arriesga.
Por eso lo que más quiero, es cerrar los ojos, y abrirlos a tu lado.

De un polo a otro... «O mucho, o nada»

Estoy en un estado «Clematis». Una paz total, todo me importa un «egg», me encanta.
Tuve que ir a la clínica, había seis clientes esperando. Yo por el paro, lo daba descartado.
El duchazo terminó por despertarme, único modo de acomodar mi pelo que le gusta dormir alborotado.
El domingo me encontré con un amigo. No tenía nada que hacer y la final Boca-River se había suspendido. Como estoy con el lema «Dejar fluir», acepté, porque en otra época no hubiera ido. Recordé los consejos del libro «Las mujeres que aman demasiado» de Robin Norwood, tomar café con los buenos o aburridos, para que recuerdes lo que es ser bien tratada. Y es así, disfruté la charla, pero nada más. Mis hormonas no se despiertan con él. No, como el viernes, cuando lo que se había ido completamente, me firmó con unas gotas carmesí para recordarme: «Aquí estoy, todavía funciono, este macho te sacude, y aquí estoy bajando».
Pero había llegado el domingo, y una mezcla de sensaciones no agradables, me hicieron ocuparme del jardín. Sacar las malezas, me llevó toda la mañana. Y cuando surgió la invitación, acepté porque necesitaba distraerme. Me ayudaría a despejar la mente. Funcionaría como un sedante. Y ahí entendí todo, quien te quiere ver, te llama. Entonces pude comprender, que si tu tiempo no es el mío, no pasa nada. Las cosas sucederán sin empujar el río, como dice un libro que se aloja entre mis preferidos.
Charlamos de la vida, él cerveza, yo un cortado. Quiere que vayamos juntos de vacaciones... ¡si sólo compartimos un almuerzo y el café de ayer!. Sin hablar que en cuanto a beso, tiene mucho que aprender. Además, ¿cómo te vas a ir de viaje cuando no hubo sexo, ni lo va haber?
Me invitó a la piscina de su edificio, un día de estos calurosos... Agradezco la intención, pero paso. Y cuando volvíamos caminando, me preguntó si era la tercera vez que nos veíamos. «Second» respondí. Hace un mes, para su cumpleaños. Yo siempre apiadándome de todo, era su primera fecha, sin su hermano. Entonces, replica que fue la tercera vez que nos veíamos, contando cuando nos conocimos en el boliche de Belgrano. Aclaro los tantos para que comprendan lo irrisorio de su siguiente pregunta: «¿Qué somos?». Jaaa, pensé «Esto no está pasando». Y después de recomponerme respondí: «Somos dos personas que salieron». Obvié, decir, a tomar un café, porque agregar eso ya me parecía demasiado.
Clinck caja, arrivederci! Hasta aquí he llegado.

domingo, 25 de noviembre de 2018

Kinesiología amorosa: un turno, por favor

Cartagena, el mar, la playa, los aviones. Acabo de ver «El hilo rojo», y me pregunté porqué te separaste. La verdad que no sabía que hacía tan poco. No suelo darle bola a los que están tan tiernos. Seis meses es poco tiempo.

Aunque para el inconsciente no hay un tiempo lineal. Lo que pasó hace veinte años puede estar tan fresco como las uvas arrancadas ayer de la parra. Y cuando las hojas flamean por el viento, si no viene la lluvia y te despierta, todavía crees estar viviendo un lapso de otra era añeja.

Me pregunto qué sabor tendrá el amor si viene de tus labios. Es otra cepa, es otra experiencia. Nada de lo nuevo tiene porque traer otros rastros. Sólo si están en tu cabeza, date tiempo a soltarlos.

Me pregunto a quién le hablo: si es a mí, si es a él, si es a ese espacio divino que tiene que ayudarnos.

Quiero saber si algo parecido a vivir tendrá sabor a tu nombre. Quiero jugar  en la ola de tus brazos. Quiero empaparme en ese mar, porque flotar con vos me encanta.
Divertirme con esa química transformadora, con catalizadores naturales.
Quiero más, de esos dedos masajeando, las historias que mi piel tiene guardadas. Porque cada nudo que se deshace con tus manos, es un cielo que se abre.
Para sentirnos, para disfrutarlo.


sábado, 24 de noviembre de 2018

Con tus gatas de testigo

El partido se suspende quizás, como el nuestro que sigue suspendido. Pero lo digo con una sonrisa, porque me gustó verte.
Una serie de hechos se concatenaron ayer. Luego de atender cuatro clientes a la tarde, casi me quitan las ganas de ir al gimnasio. Y cuando voy, paso un mal momento. La zumba seguirá en penumbras, así que opto por bajar a la zona de las máquinas.
A la noche, cuando voy a reunirme con las chicas para ir al cumpleaños, pido a mi grupo de secundaria, por whatsap que me cambie la racha. Ellos no entienden, no entré en detalles, pero sus buenos augurios son potentes.
Vamos con Gabi y Gra en auto hasta lo de Flavio. Allí Gabi deja su auto, y cambiamos de vehículo, maneja su novio. La charla se torna fructífera en ese clima de amistad que se da en esos trayectos donde surgen diversos temas cotidianos, y de a poco nos vamos conociendo y apreciando. Hablamos de los lentes de contacto, la salud visual y los reencuentros casuales con nuestros compañeros del primario, y ahí develamos las fechas de parto de nuestras madres. Es decir, aunque lo suponíamos, nos sacamos todos las caretas.
Cuando llegamos a la disco de Núñez, el lugar explotaba de gerontes y de mujeres.  Mi compañera de ruta propone el otro boliche. Nos escapamos por la tangente, y sutilmente nos despedimos de Gabi.
Llegamos al boliche de Devoto. Tranzamos en la puerta un dos por uno, pues ya era tarde. Mis ojos que no retienen caras, es una lotería si logro encontrarte.
De repente aparece de la nada, nos saludamos pero todo de cachete. Me puentea, aunque me duela. Dice que va por unos tragos y vuelve, pero pocos minutos después lo veo pasar con su amigo, sonriente, y sigue de largo. Me acabo de tragar un sapito.
Busco a Gra, y me encuentro por casualidad con Walter, mi compañero de Alco Liniers, con el que tenemos una estima de tantas cosas compartidas en ese grupo de adelgazamiento. Una vez, nos prometimos dejar el dulce de leche, a cambio de que él haga sus registros semanales. Nunca los hizo, aunque yo bajé el consumo del lácteo.
Encuentro a Gra que baila con un sujeto, quien me presenta a su amigo, y por azar quedamos bailando. Hablamos, reímos, y luego de esquivarlo no zafo. Termina el primer beso, largo y esmerado, pero no es lo mismo que sentí el viernes pasado. Lo cómico es que como bailabamos en el pasillo, junto al borde de la pista, mi peor es nada, bien parecido, al terminar la succión bucal cae redondo, sentado de cola, al piso. Es que se ha dado con los talones contra el borde de la pista. Menos mal que era un atlético profe de gimnasia. En ese momento, abro los ojos al finalizar el beso y lo veo tirado en el suelo. Se incorpora, le pregunto si está bien y después nos morimos de risa. Insiste con el aprete, y sugiere que nos vayamos los cuatro a la casa de su amigo. Un impertinente. Siento ganas de decirle claramente que se vaya, que si está desesperado por sexo, que siga buscando por otro lado en el boliche. Muchas se irían con él, pero yo paso. La pregunta, sobre irnos juntos, se repite, en distintos tiempos y bajo todas las variantes.
De pronto, te veo a dos metros, solo, sin tu amigo, sin tu trago. Sólo capto el brillo de tu mirada, y como quien ve el horizonte, me dirijo hacia vos directamente a abrazarte. Decís que querés saludarme porque te vas. Te disculpás por tu modo de responder los whatsap. Me decís que viajaste, e insistís en mostrarme los tickets. No hace falta, no soy la policía, prefiero mi intuición, y eso es bastante.
Nos sinceramos sobre lo sucedido en estos días. Me ponés unas excusas, que si bien son tu verdad, brota el rocío de mis ojos, más allá de que aún no ha amanecido.
No puedo despegarme, y cuando caduca esa actitud de noble amigo,  ese que se resiste a besarme, estás ahí, de vuelta, alguien te ha regresado. Nos decimos todo, o por lo menos yo lo hago. No me importa nada. Lo que siento en nuestro abrazo, es reconfortante.
Querés ir al baño, y hemos pasado tanto tiempo ahí parados, hablandonos al oído, que no me da la cara para darme vuelta, y mirar al que dejé colgado. Huyo con vos de la mano, y te espero en la otra punta del lugar.
De la nada, aparece un pibe de Dover, que no me recuerda, y se ofrece a incluirme en una lista para entrar gratis al boliche con mis amigas. Me da su celular para que yo escriba el mío. Así lo hago, y me invita a la barra. Le digo que estoy esperando a alguien, rogando que se vaya. No quiero más confusiones esta noche, y me da miedo que salgas del toilette, e interpretes una idea equivocada. Respiro ya que aún no has salido, pero me equivoco, porque apareces a mi espalda. Has visto toda la escena. Me preguntás y te cuento. Decís que vos también me podes incluir en una lista de pase libre.
Más allá de lo anecdótico, parece que unas almas invisibles estuvieran jugando atrás nuestro, moviendo los hilos, como en el hip hop, para ver quién gana de ellos y se debaten separarnos o juntarnos.
Se me cruza la película «Los agentes del destino», y toda elucubración de leyendas, de ángeles y de hilos invisibles.
Después de eso, más besos, más confesiones, más deseos de querer verte. De local, de visitante, con tus mascotas, con una charla eterna, y con lo que surja naturalmente.

viernes, 23 de noviembre de 2018

Solamente era hip hop...

Clase de hip hop, paso a paso, buena iluminación, profesora copada y didáctica. Disfrutamos de la clase, con un buen estiramiento previo.
Cuando termina comienza a entrar gente al salón, hombres y mujeres, reparten colchonetas. «¿Qué es?» pregunto a una compañera. «Clase de abdominales». Ingresa un pelado y nos saluda uno por uno. Es el profe que con una sonrisa, nos ha hecho ejercitar de lo lindo. Abdominales en todas las posiciones. Recordé cuando entrenaba básquet a los quince años con «Musculito», así le decían al entrenador.
Aunque ayer, apenas podía seguir el ritmo, pero las piruetas que hacíamos me producían risa. Me divertí, hasta que el profe apareció con unos discos gruesos y gigantes de caucho del tamaño de una taza de rueda de auto. Yo ni soñando iba a levantar eso. Pues soñé, no me quedó otra, nos pasábamos la pesa gigante en cada subida de nuestro abdomen. Interceptado con lagartijas, fuerza de brazos que es lo que menos tengo. Pasaron los treinta minutos más intensos de los últimos tiempos. De pronto me hizo acordar a Rami, y su energía e inventiva cuando nos uníamos en el medio de tantos besos y caricias.
Fin de la clase, espero la profe de zumba, que no viene.  El pelado me invita a unirme a su clase de spinning. Otra media hora a todo galope, mirando hacia abajo o hacia la derecha, donde abajo todos están a full corriendo o haciendo ejercicios en las máquinas. Es que otra vez, las luces psicodélicas de colores me molestan.
La he pasado lindo. Y hoy con ganas de atravesar las nuevas locuras del gimnasio. Hay que atreverse.

jueves, 22 de noviembre de 2018

Asomando al entusiasmo

Más allá de mi reflexión de ayer, me hizo muy bien empezar el gimnasio.
La energía cambió.
Salí de la clase y quería ir a caminar a la plaza. Lo postergué porque ya era tarde.
Fue la conjunción de la música, la aceptación del cambio de iluminación por la profesora, la interacción con la gente, y el moverse a ritmo.
Voy a traer todo lo que haga bien a mi vida. Aunque me cueste decidirme y arrancar. Diseñar los hábitos, y no claudicar en el intento.
Amarse es darse uno primero. Dejar de postergar. Correr por la suerte. Buscarla. Desearla, y hacer algo.
Es que vengo escuchando tantos clientes haciendo deporte, bailando, corriendo, andando en bicicleta, nadando... que me persuadieron, a Dios gracias.
Que tengan buen día, lo mejor hay que ir a buscarlo.
Y por añadidura, cuando tu aura cambia, ese imán invisible es un verdadero llamador de lo potable.

Prender la luz blanca

Hoy me decidí. A hacer algo para mí, fui a zumba. Contenta por la decisión, me llevé un chasco. Me encontré con una clase a oscuras, con un juego de luces de colores en continuo movimiento, que me encandilaban y me mareaban.
Le dije que estaba todo oscuro, que no veía nada, y pretendió solucionarlo, ubicándome  al lado de ella, adelante. Peor porque la luz colorida más me encandilaba.
Ese tipo de luces, por el juego de movimiento que hacen, son inconvenientes para personas que padecen epilepsia, pues altera el sistema neuronal y puede provocar una crisis epiléptica. Lo mismo puede suceder si se expone un epiléptico a ver ciertos dibujos animados, que se desarrollen con ese tipo de movimiento de luces e imágenes intermitentes. Me lo ha explicado el médico en relación a los cuidados que debía tomar con Julieta, cuando era pequeña.
En mi caso, que mi vista no es la más óptima, toda esta situación era bastante incómoda. Y  aunque estaba con mis lentes de contacto, no estaba disfrutando de la clase en absoluto. Después de media hora, se lo dije nuevamente. Ahí se dio cuenta, y prendió la luz, aunque las luces azules, rojas y verdes seguían en plena actividad, y aunque no me mareaban tanto, había quedado en mi cerebro grabado ese permanente juego fotógrafico de flashes, por lo cual tenía que hacer un esfuerzo para evitar mirarlas porque me seguían molestando.
La idea es que si vas a una clase de zumba, vas a aprender pasos, y a seguir una coreografía. Imaginate el trabajo de coordinación, con la dificultad visual de tener que adivinarlo. Porque estábamos en penumbras.
Me pregunto ¿dónde está el sentido común?
Esta frivolidad es parte de esta moda donde todo es espuma, pero nada es claro.
Sé que para algunos será una exageración lo que planteo, pero ,¿dónde está la seriedad o la profesionalidad para encarar una tarea como esta?
Pienso que nos llenamos de cosas superfluas, y no cuidamos lo esencial. Tanto en este ejemplo que doy, como en las relaciones actuales, donde el compromiso está visto como demodé, y la frivolidad como un código usual. Es decir, lo lógico termina siendo descartado.
Hoy la luz blanca era lo lógico en la clase de baile, y lo perturbador era la oscuridad porque no podía ver los pasos.
En este sentido, esto es lo que tenemos que revertir hoy: poner lo lógico adelante, y deshacernos de esa perturbadora frivolidad, que no nos deja ver dónde pisamos, con quién estamos. Y en el medio de esa confusión o estado de penumbra, es difícil mirarnos a los ojos como sociedad, y por eso se dificultan tanto las relaciones humanas. Ya que el compromiso,  la preocupación por el otro, y la autenticidad, están desvalorizados.

miércoles, 21 de noviembre de 2018

Desde la profundidad del estanque

De noche, no escucho tu voz, no recuerdo tus palabras.
El péndulo contesta lo que mi corazón necesita.
De todos modos, me siento liberada.
Me hace bien descargar, aliviana mi sueño, para que desaparezcan tus pecas.
¿Cómo es sentir únicamente con los instintos, sin mediatizar los sentimientos?
Hoy reemplazan este término por «emoción», pero creo que una persona que registra del otro lado, a un ser humano, debe preguntarse: «¿qué siente?» o «¿sentirá lo mismo que yo?».
Por eso digo que «emoción» es otra palabra de moda, y no lo que realmente sucede cuando un alma se encuentra con otra.
Y desde ese lugar, la única manera de mirarte es con los ojos que desbordan ese brillo que viene desde la profundidad, y sólo si tenés ternura y comprensión por el otro, podés entenderlo.

lunes, 19 de noviembre de 2018

Amorosa sí, ingenua no

Tres días para desenamorarme.
Respuesta a un audio, veinticuatro horas después, con dos palabras: «Muchas gracias». Al que contesté, sin atragantarme: «De nada».
En la psicopatía se pasa de la dulzura a la frialdad, sin culpa, y con pleno disfrute de sentir la angustia del otro.
Menos mal que no me fui con él, hace tres noches, porque estaría llorando por los rincones.
Por suerte, le escribí a un conocido para que nos contacte con una radio para hacer programa. Eso me sacó de foco, y como la energía se percibe, así estés a kilómetros de distancia, el psicopatón usó sus dedos para deslizarlos en el teclado, y soltar como si diera un vuelto: «Muchas gracias».
Agradezco a Dios que siempre me cuida, porque le pido que lo haga.
Tenemos mucho que hacer en este mundo, para dejar que un sujeto nos quiera tapar el sol con la mano.

No sueñes que se terminó... porque apenas empezó

No me puedo dormir. Hace rato que alguien no me inspiraba a escribir. Tenía el blog olvidado, harapiento, casi te diría con telarañas por todos los rincones. Pero alguien abrió una ventana, sin permiso, y se empezó a filtrar la luz. Como esos rayos de sol que hacen juego de luces y sombras en el flotar del polvo.
Es cierto que en este tiempo, estaba tan out, que ni siquiera tenía ganas de sexo. Sin embargo, un combo perfecto se desarrolló como el esbozo de un cuadro a pinceladas crudas: la música, el baile y tus masajes en mi espalda, más tus besos robasueños, me llevaron a un punto en que sólo experimentaba el estiramiento de un círculo perfecto esperando por el dardo de tus deseos. Eso era lo que sentía, cuando te decía que me moría de ganas, y vos más te esforzabas para que cediera.
Mencionaste que me ibas a cuidar, palabra que resonó, como un cuenco tibetano en mis oídos. Si supieras que hace tanto tiempo, no siento que alguien me cuide, que esa frase fue otra varita mágica como parte de tu hechizo.
Lo hubiera hecho con gusto, pero la última vez que me dejé llevar por mis instintos, salí peleada del telo.
Me pregunto, si te habrás ofendido por no haberme ido contigo, señor egocéntrico... lo digo con cariño.
Por lo menos ahora, se me ha ido el dramatismo. La angustia y la ansiedad han desaparecido. Porque si no me llamas, estoy segura de encontrarte en el mismo sitio.
Recuerdo que dijiste haberme visto tres veces, antes de acercarte a la pista. Te dije que estaba aburrida, y que casi estaba por irme. Señalaste que no era así, y que incluso me viste muy bien acompañada. En ese momento, no se me ocurrió nada. Pero luego, hice un raconto, y recordé tres ocasiones. Cuando bailaba con frenesí con mi amiga. Cuando en la barra, se acercó un amigo fachero de Dover y tuvimos un breve diálogo, mientras él se tomaba un whisky. Y por último, cuando un pesado, pasado de copas, me sujetó las muñecas levantándome las manos para bailar con tanta fuerza que no podía zafarme. O sea, que sos experto en hacerte la película.
Ahora que ya hice mis descargos, espero vencer al insomnio, y de verdad soñarte como antesala del show en vivo.

El libro más antiguo del mundo: ¿Amor es una palabra extraña?

Domingo feriado, es la noche.
Despierta. Quiero salir, pero no salen. Mis amigas ocupadas: con el novio, de vacaciones cortas, en casa de la madre, etc.
Salir para encontrar un amor.
Otros para tener sexo.
Están los que se refugian en la barra, los que no se animan a hablar, los que toman coraje con un trago.
Mañana voy a despertar, pensando porqué no salí. Seguramente fastidiada, sólo por eso. Hasta que me resigne y se me pase... cuestión de minutos.
Ya sé, el viernes la pasé bárbaro, pero todo es tan efímero.
Y encima sin perder zapatos, sin carroza porque no puedo bajar la aplicación de uber, sin príncipe porque no me llama....jaaa... no es una tragicomedia. Es la vida en la era 2018, donde el amor, el romance, el que alguien te quiera, que te sostenga de la mano, parece un libro antiguo caído de la biblioteca, o un best-seller agotado.

domingo, 18 de noviembre de 2018

Aceites de mi cuerpo, aromas de mi alma

A veces se siente en el alma, es como el ida y vuelta del universo, la energía que se emana. El sexto sentido.
Un popurrí de frases bellas en un pañuelo de abrazos. Asado preparado por tus manos, con la compañía de tus gatos. El Sivori, el jardín japonés, la charla íntima sobre el I Ching, el Feng Shui, y todos los mazos del tarot que prácticamente regalé en una librería hace años, porque no podía dejar de tirarlos. Por esa misma razón, mientras vos sos fan de la astrología y el esoterismo, yo he dejado todo esto a un lado. Aunque, de vez en cuando, una guiñada de ojo, me hace consultarlo. Sólo me quedé con el oráculo del tarot de Osho Zen, su lectura, al pie de la letra, párrafo a párrafo, es un seminario completo de sabiduría. Osho no escribió libros, pero sus charlas fueron recopiladas en textos. Amaría pasar una tarde disfrutando con vos este intercambio.
A veces, el péndulo de cuarzo rosa que compré en San Luis, contesta mis preguntas. Me calma como un bálsamo. Pero la sensibilidad es la parte más importante de mi alma. Disfruto, gozo, me entrego, aunque no haya todavía sexo. Mientras que el tic tac mental, intenta frenarme con su desconfianza, su protectora cautela.
¿Es tan difícil un encuentro, un intercambio? ¿Siquiera, unas palabras electrónicas que le den sentido a nuestra existencia?
Decir amor, parece ser mala palabra. Un clishe pasado de moda, una obra de arte tan antigua que a nadie se le cruza por la cabeza, comprarla.
Pero mi corazón no está en venta, sólo necesita de alguien que pueda valorarlo. Sin prometer nada, sólo dejarse llevar en esta subasta, como un experto en arte, donde se valora el desapego del artista, la buena calidad de las pinturas y el vuelo expansivo del autor, que tiene las manchas frescas esparcidas en su cuerpo, de tanto sudor sensual que hicieron brotar esos abrazos.

sábado, 17 de noviembre de 2018

Fútbol mata galán

Cuando pensás en no ir más a un lugar y las circunstancias te conducen ahí.
Y la recompensa es que te va bien.
Muchas coincidencias en una mezcla candente que se extingue al amanecer. Como dice un amigo, me desintegro cuando sale el sol.
Mis ojos me demandan dormir cuando la luna custodia las estrellas, y yo hubiera deseado que el custodio del brazo tatuado con la mano de los cinco mandamientos, que desconozco cuáles son, hubiera terminado la tarea que anoche postergué.
Fútbol extenuante, dio motivo para aplazar la montaña de caricias que nos debemos. A decir verdad, mi letargo se hace presente, acostarme a las siete de la mañana, tiene su costo.
Espero verte, y me encantaría conocer a tu pequeño moreno de cinco años, cuando venga para las fiestas.

domingo, 4 de noviembre de 2018

Gripe, tos y miedos infundados

Que esta tos, resfrío, catarro, representa una pequeña crisis de algo que no quiero enfrentar, dice el libro, es cierto, y me hago cargo.
Que es el modo de mantener alejados a las personas, también es verdadero.  Y sí, a una persona en especial, que si bien quiero ver, mi inconsciente dice que no. Le agarra chucho, miedito...bla bla bla... y todas esas cosas que no he podido superar: ¿Enamorarme y sufrir? ¿Exponerme otra vez? ¿Que me lastimen nuevamente? ¿Padecer maltrato?
Todo eso fue pasado Ely ¿Cuándo lo vas a entender? ¡Sos dura eh! Dura como un cascote! Fuiste a la Universidad, pero tu corazón parece que no, que está atrasado diez años luz ¡Qué barbaridad! ¡Querida soltá los trapitos! Son viejos, están podridos, son hilachas que se vuelan con el primer viento. ¿Cuándo vas a evolucionar? ¡Tanto leer Brian Weiss! Y tanta psicología al pepe...
¡Madurá, crece, despertá!
¡Tenés que atravesar esto, darle la mano y confiar!
A pesar de la edad, de que ayer volviendo del shopping, ya no te interesaba verlo, y no entendías porqué, hasta que te diste cuenta que te habías cruzado con bebés hermosos, y que sabías que es algo que él tiene pendiente, y que eso es algo imposible para vos. Ahí te enfrentaste con la realidad, con el deseo del otro, y clink caja hizo tu inconsciente: cuenta cerrada.
Te la pasas boicoteando tu vida de tanto pensar. Tomá Scleranthus y dejate de joder! Saca el pie del freno, apreta el acelerador y disfrutá este viaje, dure lo que dure. Que él no es un ingenuo, y sabe lo que hace. Por algo fue a ese boliche de gente grande.

sábado, 3 de noviembre de 2018

Trabajo versus respeto

Nos decepciona.
Nos duele.
Porque son nuestra sangre, pero las acciones y las palabras elegidas por personas arrogantes, no tienen en cuenta la fragilidad de quien tienen enfrente. Ni el parentesco, ni que es una adolescente, que tenía depositado en él, toda su confianza y lealtad.
Es su primera relación laboral, y deseo que pueda deshacerse de este mal capítulo. La vi llorar tres días y me preocupa. Ella debe saber que se merece lo mejor.
Es cruel. Es doloroso. Pero tal vez pasó porque esto debía tener un final, un adiós.
Ahora está decidida a encontrar un mejor lugar, mejor pago, y un nuevo trabajo aparecerá.
Dios la proteja.

viernes, 2 de noviembre de 2018

Bendecir con el rocío

Te extraño.
Te pienso.
Podemos jugar a que no hay edad.
Siempre me gusta ser clara, pero hoy no quiero claridad, sólo dejarme llevar.
La tormenta de la gripe está pasando, las nubes alejando, tanto... que sólo quiero cerrar mis párpados y hundirme en tu hombro.
Sin límites. Sin exigencias. Sin condiciones.
Lo único que necesito es comprensión, y el pensar en esta idea hace que el rocío del amanecer limpie mis ojos, para ver una nueva realidad, sin Halloween, sin cucos que aún no puedo olvidar.

martes, 30 de octubre de 2018

Bellos faroles

Dulce de leche,
mi calmante.
Esta noche
en la mesa de luz.

Gripe y resfrío,
significado psicológico:
confusión, miedo,
suceden demasiadas cosas
a la vez.

Me cuesta respirar.
El 242 un poroto.

La vida se desvana en hojuelas
de un árbol de otoño
que ya no puede más.
Quiere llegar al invierno,
dormir,
y olvidarlo todo.
Nadie se entrega en Navidad.

Sin embargo,
no se ha percatado,
es primavera.
Tiene un desfasaje de tiempos
en su inconsciente.
Un collage que reflota
con cada encuentro,
hasta que aprenda a confiar.

Mientras tanto,
las luces de la calle
iluminan el camino por tramos,
porque los tilos encapsulan
el tenue brillo
de las altas lámparas.

Con su frondosidad
cualquier sesgo de duda,
se disimula,
y la incertidumbre
se disfraza.
Para no sentir,
para no exponerse a nada.
Lo hace tan bien
que nadie parece darse cuenta.

Camuflada en la noche
esconde ese rostro,
que alguna vez lloró.

Apagó la luz,
y se mimetizó
con la actitud social general.

Y por su costo energético
se privatizó.
Aumentó tanto su tarifa
que nadie accedía a su esplendor.

La luz la entregó,
y ya no sabe encenderse,
excepto que
un noble corazón
la ponga en marcha nuevamente.

Puedes cruzar ese camino oscuro,
porque ya no hay callejón.
Solamente
abriendo los ojos
como bellos faroles
para encontrar el amor.

lunes, 29 de octubre de 2018

¿Y si la oruga se transforma en mariposa?

Una manera nueva de ver las cosas.
Pedir en tu grupo de compañeros de Whatsap lo que quieres, ya que es realmente milagroso por la energía que le ponemos a los rezos, yo me atrevo, me juego y confieso: quiero un novio.
Es que todas las noches, a cierta hora, el emoticon de palmas juntas elevadas hacia el cielo, simbolizan nuestras energías encauzadas por un fin noble: pedimos por la sanación de compañeros y de familiares, y se incluyen otros deseos básicos que surgen en el momento.
Entonces, si yo me atrevo a exponerme, a contar la realidad (aunque no cuento nada, ellos sólo se hacen la cabeza por la hora que vuelvo), y pedir amor, porque no es algo vanal, es un anhelo auténtico.
 Lo que significa dejar de caretearla y sincerarme con lo que deseo. Guau! Requiere valentía y caradurez para hacerlo.
Algunos, que me verán fría o superada, se preguntan «¿Es en serio?».
Los que se aburren de sus matrimonios, me dicen que así estás mejor, que después no salís.
Eso es decisión de cada uno. Podes salir y tener con quien compartir amor.
Y frente a este pedido, lo que me toca es vencer el miedo. Arriesgarme, aunque no pueda dormir. Aunque tenga que salir de la cama, para prepararme  Flores de Bach (Mimulus, Rock Rose,  Agrimony, Cherry Plum, White Chesnut). Pero pasan las horas, y si no saco todo esto que siento escribiendo, seguiré girando entre las sábanas.
Arriesgarse, intentar un romance, una relación, un encuentro, es como una crisálida, si pensás en el pasado, se ve feo, pero si  al menos, lo intento, seré una mariposa volando, polinizando cada flor a mi paso, hasta encontrar el amor.

miércoles, 23 de mayo de 2018

Las Aparicio, curso acelerado de amor expreso

Estoy haciendo un curso acelerado con «Las Aparicio». Entras a la pecera de Netflix y se acabó el mundo. No existen más los noticieros, ni nada que se le parezca. Ya no prendo más el televisor, salvo a la mañana cuando me despierto. Me gusta ver a Favale (¡cómo se cuida con la dieta! ...todo lo que a mí me cuesta). Veo la temperatura y no siento que soy la única que se levanta tan temprano.
Ahora yendo a Mardel.
Pronto estaremos con el curso de stand up, una forma de decir ridiculeces legalmente. En realidad, de buscar el opuesto de lo que hace más de veinte años vengo haciendo: escuchar los problemas de la gente.
 ¿Les dije que ya no los aguanto más?
Me quiero reír, es lo único que quiero en esta etapa.
Hacer la vida sencilla, ligera, alegre.
Ahora mis ojos se despejarán en el paisaje del viaje.
Y seguiré con mis lecciones de la serie «Las Aparicio» para volver a creer que todavía se puede.



sábado, 12 de mayo de 2018

Tokio, Nairobi, Ely....

Acabo de descubrir que la remera roja que me he puesto, tiene una explicación. Ahora entiendo esa lista de ciudades que tiene impresa. Y sin querer la puse en la portada de este blog.

Son los nombres claves de los personajes de la serie «La casa de papel».

¿Qué tienen esos protagonistas que rayan el límite de lo prohibido?

Que encuentran el amor sin quererlo.
Es que todos deseamos amar.

Ese rojo que enciende la imaginación. Donde los sueños se encuentran con escollos pero que puedes zigzaguear.

Valiente el que pide amor.
Jugoso, quien lo da.

Todas las opciones están.
Todas las oportunidades por buscar.

La vida es buscar.
Sin tapujos.
Todo se puede encontrar.
También el amor, aunque hace mucho que parece hacerse desear.


viernes, 11 de mayo de 2018

¿Dónde encuentro o cómo busco la canela de la vida?

No dormí en toda la noche viendo «La casa de papel», la segunda temporada. La primera la vi hace un par de días, con los ojos abiertos hasta las 4 de la madrugada. Sin duda, no puedo ver Netflix durante la semana, porque eso implica trasnochar e ir a trabajar sin dormir nada.

El dinero, el tiempo, el amor, el mundo financiero (bicicleta, curro, o como le llames) son algunos temas de esta serie. Pero el principal es esa desigualdad de oportunidades, de riqueza y de clases sociales.

La equidad parece algo difícil en este mundo. Pero nos acostumbramos a ello, y sobrevivimos como si fuera parte del juego y no le damos importancia.

Mientras tanto, conectarme con el mundo real me cuesta mucho. Quizá por falta de fe, porque no me ilusiono o no sueño como antes. Y no se cómo recuperar esa chispa que me hacía buscar gente, tener sueños, o desear enamorarme.

 Paralelo a esto, tengo un síntoma que ha aparecido después de un par de noticias que me shokearon. No sé si es real o si estoy somatizando.

La indiferencia es lo más fuerte en este momento. Me siento inmunizada a cualquier sentimiento, y a la vez, mi sensibilidad es tan fuerte que no deseo exponerme a nada.

Quiero pensar que puedo cambiar esto, que puedo ser un humano con las sensaciones, las ganas y las posibilidades que experimentaba antes de que me lastimaran.

Necesito saber que del otro lado pueda haber alguien que me entusiasme, que provoque en mí ese deseo que he perdido, porque siento que la vida sin amor no tiene gusto a nada.

domingo, 6 de mayo de 2018

¿Hacia dónde voy?

En estos días leí un libro hermoso de Elizabeth Kubler-Ross.
Hace un par de días, un amigo del grupo de Dover murió, luego de unos llamativos spots en su Facebook, de un paro cardíaco mientras dormía.
Hace tres semanas, mis padres han ido a la Virgen de Salta en busca de un milagro.
Estando en casa de una amiga, me llamaba la atención un libro que veía, de lejos, en la biblioteca, sin llegar a distinguirlo. Luego de un incesante lapso de curiosidad, me acerqué a verlo: «La rueda de la vida».
No sé si es todo junto, que de a momentos siento una ligera tristeza.
¿Qué quiero hacer con mi vida? ¿Seguir aburriendome o hacer algo distinto?
Me urge salir del letargo, y que algo me entusiasme. Es que ya ni siquiera se me ocurre enamorarme.

El living es un desorden. Tantos papeles para hacer los informes, que no se quieren ir a su lugar. No se quieren guardar. Están rebeldes. Ocupando una centralidad que no merecen. Desvirtuando mi mente para no pensar.
Me ahogo en un vaso de angustia, medio vacío o medio lleno. Depende de la perspectiva del día, o de la cantidad de lluvia caída.
Necesito un sol este domingo, que me invite a salir, a entibiar mis heridas.
Ponerme los rollers para sentirme libre, viva, con energía.
No se puede estar solo cuando el corazón tiene trizas.

¿Cómo hago para hacer durar al menos una dieta? Mantener una conducta que me ordene.

Gritar al viento que necesito libertad, que necesito un motivo para sostener una meta. Creo que bajando todos esos kilos que me pesan, recuperaría un estado de vigor que ahora no tengo. No sólo es la estética, ni el peso real que se carga a expensas del cansancio, sino una cuestión de autoestima y fuerza personal, que hoy necesito con desesperación. Porque verme bien y tratarme bien, es quererme.

Fluir, intuición, soledad, ideas nuevas... ¿Para dónde voy en este zig zigzag que me aprisiona, que me arroja del camino, que me hace trepar como sea para sentir que el aquí y ahora, tienen sentido?

La culpa es mía. Por quedarme en la chatura, por no creer en mis planes, que se esfuman con una brisa.
Sin plan, sin organizarme, sin disciplina, no pasa nada.
Las cosas no se hacen de repente. En este caso, necesito sostenerlo en el tiempo.

Debo hacer un viraje. Ángel de la Guarda, si estás ahí, ayudame, que sola no puedo.

lunes, 30 de abril de 2018

Cuando no importa que se ofendan

Hablar de lo que mejor no recordar.
Hay temas que no tienen sentido.
Entiendo lo que pasa y porqué me comporto así. Es cuestión de supervivencia.
No me gusta revolver, porque sé que no puedo resolver.
Sé que la solución está en una flor de Bach, ¿pero cuál elegir?
Quiero vivir liberada. Necesito vivir como antes. Hace 25 años cuando tenía energía para todo, cuando estaba realmente viva.
¿Quiénes nos minaron los sueños? ¿Por qué nos dejamos derrotar? ¿Cómo recuperar el placer de estar vivo?
No voy a juntarme con gente que me hace mal, que me maltrata o condiciona, que no me deja ser.
Cuando las amistades son padeceres, prefiero salir sola.
No me cuesta nada hacer amistades, hablar con quien me atrae. Lo he experimentado.
Este es un tiempo para elegir y elegirme.
Un tiempo para decidir por mí y por lo que me hace bien.
Los amigos verdaderos no te juzgan, no te condicionan, no te ningunean.
Hoy elijo priorizarme, quererme y olvidarme de los que me hacen mal.
Es mi tiempo. Es mi derecho. Es mi alegría. Tengo que acrecentarla. Nadie lo hará por mí. Nadie.