viernes, 4 de septiembre de 2020

Dame otra carta

 Y hubo un día que me dieron un nock out. Caí en la vereda por mirar a un perro llorar y querer calmarlo con mis palabras. Ahí tropecé con una base de cemento con piedras en punta, vereda que si hubiera tenido baldosas hubiera sido más piadosa con mi cara.

Me falta aún tirar el I Ching para entender esto. Aunque los accidentes no tienen explicación aparente.

Estoy viendo una serie que te pregunta «¿Cuál es tu deseo?». Vivir en Brasil, junto a una hermosa playa, ver el mar todos los días, caminar por la orilla.

Ese es mi deseo. A veces me pregunto si estoy aquí atrapada en mi trabajo, en mi casa.

Un amor haría todo más lindo, aunque ya no es una demanda. No sé si está en mi lista.

Dios ayudame a recuperarme, y a elegir mi destino. A vivir concretando mis deseos, respetando mis vocaciones, y aprendiendo a dejarme amar, a compartir mi soledad, a confiar.

lunes, 22 de junio de 2020

Sillín nuevo, promesas nuevas

Conseguí el asiento de mi bici. Estoy feliz, creo que era eso. El coxis me duele aún, sin duda era el otro sillín. Vi unos videos españoles donde explicaban que un médico o kinesiólogo diseñó estos sillines con un canal o espacio hueco en el centro para evitar el apoyo de la arteria que produce los dolores del ciático. Algo así.
La cuestión que estoy feliz. Emanuel se ofreció a colocarlo, si no encontraba bicicletería, ya que muchas están cerradas o sólo venden repuestos, pero no hacen reparaciones por el covid.
Amo andar en bici. Por eso, esta noticia es enorme, bella y reconfortante.
Andar en bicicleta es tan lindo como patinar, esa sensación de libertad, de sol y cielo, de brisa y movimiento.
Lo qué debe ser manejar!

P.D.: no alcanzó con cambiar el sillín, me desperté en la noche por el dolor. Eran las tres de la madrugada. Opté por ponerme crema desinflamante, la que publicita Tevez con un caballo. Me desperté mucho mejor, pero la lesión es constante. Voy a tener que dejar de andar en bici por un tiempo. Estoy yendo al trabajo caminando, son ocho kilómetros ida y ocho de vuelta. Es que el colectivo en época de covid no es lo más aconsejable. Ojalá encuentren una cura, una vacuna pronto, o el virus mute y se haga benigno.

domingo, 14 de junio de 2020

Pies on the rock

Pies cubitos. El invierno se instaló en ellos.
Mientras miro tv pienso en lo que quiero hacer.
¿Hay tiempo para hacerlos realidad?
Tengo un desafío por cumplir... la famosa dieta.
Viajar, playa, sueños, radio, libros...
Flores de colores, hojas del otoño que se va, y la idea de que se pueden cumplir nuestros proyectos.

domingo, 17 de mayo de 2020

Bares del amor

He pasado la semana, exactamente desde el domingo pasado cuando me levanté, con el termotanque que perdía, un gran charco de agua en la cocina. Finalmente, hace tres días que han instalado uno nuevo, pero hay algo que sigue perdiendo. No sé si el plomero me está chamullando, pues ayer vino nuevamente y dice que los caños de arriba no pierden, y que el agua que brota como un manantial, de abajo de la torre de ladrillos grises, que están apilados como base del termo, quizá se deba a otra cosa, a los caños internos que van al baño. Bue... ¿me vio la cara de ingenua? En fin, tendré que subirme a la mesada más tarde, a ver si aún gotean. Son caños expuestos, así que no es tan difícil, ni tan enredado como para hacerme semejante verso.

La cuarentena se ha transformado en casi sesentena, y se calcula que esto va para largo, salvo que ocurra un milagro, una vacuna, o que el virus mute, se haga benigno o desaparezca.

Por suerte, hemos comenzado a trabajar en la clínica, y eso es un aliciente. En cambio, el trabajo de la tarde es escaso y a distancia, y no le he podido dedicar tiempo esta semana, porque averiguar un electrodoméstico hoy en día, que te quieren vender todo por internet (y entregártelo a los quince días), ha sido una odisea. Por suerte, conseguí un lugar donde pude entrar, elegirlo y llevarlo con ayuda de Agustín, el remisero que nos fue a buscar a Ezeiza en diciembre pasado, cuando veníamos de Brasil, y que resultó ser mi vecino que vive a tres casas, a la vuelta. La verdad que no lo conocía. Fue una peripecia meter el termo de ciento veinte litros en el auto y llegamos a casa, como dos fugitivos con una puerta del coche semiabierta, porque no había forma de que semejante armatoste cilíndrico cupiera. 

Tuve que dejar de andar en bici porque me duele el coxis. Así que esta semana me pasó a buscar Matías, con la fiorino, una pequeña ambulancia de la clínica donde trabajo. Es agradable charlar con él, pero siento que me falta hacer ejercicio. Cuando me recupere, tendré que invertir en un asiento nuevo para la bicicleta y añadirle un cubreasiento gelificado para que se amolde a mi cuerpo y evitar los dolores.

Hoy me pesé, y como ayer no hice torta, bajé a 79,1 kgr. Aunque bajar todos los kilos demás que tengo, es una prioridad que debo ejecutar sin chistar, sin peros, y sin retrocesos. Pues si voy a esperar enamorarme para que se me quite el hambre o la ansiedad, no se cuánto tiempo más pasará. Tiempo sin amor, es vacío y aburrido. Sabor tan cotidiano, que ya ni siento su ausencia. Creo que sólo un milagro de los cuatro arcángeles (Rafael, Gabriel, Miguel y Uriel) podrían traerme justo ese amor que ya es hora de que aparezca. Abracadabra... necesito sonreír por algo más que un pallet bien acomodado en mi terraza.

Ya no sé qué es ese estado amoroso, donde un mensaje, un hombre de carne y hueso se preocupe  por vos y te abrace, se materialice. O sea, que sea algo más que ciencia ficción. 

Anoche terminé de ver la miniserie "Valeria" en Netflix. En un momento, la protagonista escribe una novela, y su editora le aconseja que el personaje de su texto debe dejar de oscilar en indecisiones, debe tirar la chancleta, cortar con el matrimonio y jugársela por su amante. Valeria le explica que es una  decisión "muy difícil de tomar" dejar a su marido (que además, nunca la alentó en su escritura, y que tienen un sexo escaso y malísimo porque, cuando sucede, él acaba enseguida).

Bueno, cómo decirte que esas postergaciones, me hacen acordar mucho a mí. Ver pasar la vida, no concretar, no sentir ese gusto del amor que tanta falta hace, y que ya no hay cartas de menú donde elegir, porque todos los bares del amor están cerrados.

viernes, 8 de mayo de 2020

Sensaciones de libertad

Cielo celeste puro, distingo desde mi ventana, planta baja, léase. Lo más alto que llego en mi hogar, es a la terraza. Ayer he jugado a los "mis ladrillos" (o los rasty) con los pallets. Volví a sacar uno que le falta pintura, y con cada lluvia pienso cuánto se estropea, y lo cambié por uno pintado de rosa, fucsia matizado con un blanco apenas entintado de estos tonos románticos. Es decir, mi terraza tiene sus barrotes de hierro en forma de caño horizontal, pintados de blanco, pero no sólo pasa el viento, sino que te conviertes en el escenario perfecto de toda la manzana. Entonces, una colección de pallets que he ido recolectando y pintando de distintos colores conforman una especie de tapiales, y el resto se han convertido en sillones o reposeras gigantes (sólo por superposición, sin ningún tornillo o clavo, montados sobre ladrillos grises huecos, que me permiten barrer abajo). 
Cuando hago esta muralla china, más bien, morenense, es como jugar con los "rasty" o los famosos "mis ladrillos". Pues, es todo un arte encajar los pallets, con otras tablas que tengo y pequeños trozos de madera, para que no los mueva el viento, y la muralla me de cierta privacidad e independencia de la ciudad que nos va envolviendo.

Vuelvo al piso de abajo: fondo celeste con recortes de un edificio de cinco pisos, y de las tejas vecinas, es lo que distingo además de mi patio de dos metros que separa el living y mi dormitorio, de la casa vecina. O sea, estoy media internada aquí abajo, y ver un trozo de cielo es un premio que cualquier terrestre se esforzaría por ganar. 
¿Por qué veo el cielo desde acá? Porque fue el año pasado, cuando vino Horacio, amigo de la infancia, a arreglar la persiana, que ya no tenía retorno, estaba algo rota y se trababa. Descubrimos que si la levantábamos a tope, podía ver el cielo desde el living. Entonces, le dije "¡Saquemos la persiana!", y  un pedazo de sol y de hermoso cielo, se convirtió en la pintura exterior de un Monet que no tiene precio. 
Es que vivo en un ph independiente, y el terreno que me pertenece  tiene forma de letra C mayúscula (desproporcionada): un patio y un garage transformado en consultorio adelante, luego un pasillo que conduce a mi casa en el fondo. Ese pasadizo de dos metros de ancho, está bordeado de canteros con plantas; tomates, malvones rojos, jazmín, lazos de amor, lirio de un día, y un aloe muy erguido que remata con una mesada y pileta, que se enmarca con un hibiscus de flores rojas que hace pareja con una glicina que desborda de flores violetas claras o lilas en primavera y verano.

La terraza funciona todo el año menos en verano, donde las temperaturas la convierten en un asador viviente, intolerable para los humanos, y para las plantas que debo bajarlas en cada temporada. 
Vivo aquí desde 2011, y el piso exterior  de ese sector es una cuota pendiente. Averigüé sobre las baldosas atérmicas, esas que se usan para los bordes de las piletas (piscinas, se dice en otros países). Pero cada baldosa pesa 15 kilos y además hay que hacerle una carpeta de cemento. Puede que sea mucho peso para este techo.

En un libro de bricolage, encontré que con paños de fibra de vidrio disminuye el efecto de la temperatura. Pensé en colocarle eso al piso y arriba una cerámica. ¿Será posible? ¿O caminaré en un techo muy esponjoso? 

Estoy contenta, ayer fui a trabajar. Es el tercer jueves. Si bien genera un estrés, por todos los cuidados: antiparras, barbijo, guantes, salir de casa hace bien. Sobre todo el viaje en bicicleta, ocho kilómetros, cincuenta minutos (a veces menos), pues no puedo ir tan rápido ya que debo ser cautelosa con el tránsito. 
Andar en bici es una sensación de libertad, como nadar en el mar, como remar en el río de mi club de Jaurégui, como caminar en la playa. 
Son esas sensaciones de paz, de inmensidad, de movimiento, de contacto con la naturaleza, sin intermediarios. 

Anoche Fabi me pidió un video para el cumple de Flavia, una compañera de primario y secundario, que se mudó a Santa Rosa, La Pampa. Iba hacer un saludo común, pero al toque me puse a escribir algo, una poesía "cómica", que comenzó con la música de una armónica, soplando como mejor me salió, para darle un toque de show. 
Esa experiencia de escribir una rima, de soltar la creatividad en un instante, fue tan divertido como enriquecedor. 

Es que hace unos días encontré algunos instrumentos dormidos en un cajón del consultorio, y los traje a mi casa. Los puse sobre este escritorio, a modo de decoración, pero con esperanza de ser usados. Dos flautas, una armónica, un par de castañuelas y una pequeña media esfera hueca de madera con unas teclas de metal que me regaló Tere en mi cumpleaños, creo que era el número 28.

La guitarra y el bombo quedaron en la casa parental, pues me traen recuerdos de una infancia y adolescencia algo movida, con algunos grises y vaivenes, como a la mayoría nos ha pasado. En mi caso, pelear por mis derechos, era una rebeldía constante. 

Toqué la guitarra desde los 5 hasta los 17 años, y después la archivé. Después de mucha práctica logré tocar canciones sólo de oído, y compuse un par.

Con la era tecnológica actual, es una tentación un teclado sintético que se ganó mi madre hace unos años. Y si bien ella, nunca lo ha tocado, se niega a prestármelo, y yo me muero por probarlo, por ver si puedo usarlo o componer. 
Es que la serie "La reina del flow" me inspira. ¿Será tan fácil componer canciones como escribir poemas? Lo hacía en la adolescencia, cuando me enamoraba platónicamente, después dejé el género poético porque mi etapa de delirio amoroso, había pasado de las letras a la acción directa.

Siento que el arte es eso que brota de tus manos, de tu boca, de tu imaginación. Es un caudal de potencialidad que se empieza a armar como una ola, desde mar adentro, y que frente a ella, tenés dos opciones, las dos divertidas. La más suave, es saltearla y usarla como un tobogán (ascendente y descendente). La más jugada, es dejarte arrastrar con toda esa fuerza que te lleva hasta la orilla, cuando la ola rompe.
En general, prefiero la primera, por eso, cuando quiero acordar, estoy mar adentro, muy lejos de la orilla, disfrutando de pasar las olas antes del rompimiento.

Esas sensaciones de libertad, de naturaleza, cuánta falta hacen en esta cuarentena.

martes, 5 de mayo de 2020

Amor en una galleta sin mensaje

Me levanto con entusiasmo. Paso por el minipimer mandarina, banana y agua, mi licuado preferido. Preparo un café, recordando a Andy y la anécdota de las cabras saltando al probar los granos (así descubrieron el café hace muchísimos años). Antes tomo los polvos mágicos, una medida de cada uno, a saber: citrato de potasio, citrato de magnesio, colágeno y vitamina C. De éste último pongo media medida, pues me está quedando poco, y en esta época de cuarentena, que ya es demasiado larga, hay pocos morlacos y no da para ir hasta Avellaneda a buscarlos. Omití algo, un pecado: le robé a mi hija un trozo de la torta de chocolate que hice ayer a la tarde. Se ha acabado la harina, me debato si ir al mayorista a comprarla o hacer la dieta sin gluten que he probado en este último año varias veces. Aunque sigo con el mismo peso (o más). Lo único que me hace adelgazar es enamorarme (pero con correspondencia).

Mientras escribo hablan de la duda, la que te paraliza para hacer todo. "Lo que digo que voy hacer, lo hago, y lo que empiezo lo acabo", decía el abuelo andaluz de un psicólogo español que estoy escuchando en la radio (Fm Metro 95.1, Perros). Dice que ese lema entrecomillado, es la única forma de luchar contra la duda. Está bueno, pero uso Flores de Bach para contrarrestar eso: la incertidumbre, la duda que te deja oscilando, y nunca acabas, no defines, postergas. 

Dice que probemos temporalmente hacer algo, por ejemplo, volverte vegetariano (yo me lo banco un día, la verdad, después termino comiendo porquerías, para suplir lo que me falta).
Aunque dejé los lácteos y me está doliendo el coxis desde que voy en bicicleta al trabajo (y no voy mucho pues he ido los dos últimos jueves, desde que el covid nos tiene encerrados).

Vi la serie "Casi feliz" este finde. Reí, disfruté, pero lloré un poco cuando terminó, por el mensaje que da el autor, Seba, a quién escucho en "Metro y medio" en la radio citada. Resolver los problemas del pasado. Sí, los resolví a mi manera, los archivé, ya no pienso en ello. Pero no me he vuelto a enamorar, a formar pareja, desde esos años. No porque no he querido, lo he intentado miles de veces, pero nadie se compromete en estos tiempos. Todo es lavado, intenso, intermitente, fugaz, como un cometa hermoso pero que pasa lejos. Inalcanzable.

Ya me resigné, no lo lamento. Pero me he vuelto indiferente quizás. Ya no intento. Descreo. Todo pasa a lo lejos, no a mí. Guauuuu, parece el tema de Cantero, lamento boliviano.

Hoy escuché una historia de marcas de galletitas, historia de infidelidades, de amantes, de amores defraudados, de hijos, de atentados. Eran los dueños de estas fábricas que bautizaron con los nombres de sus parientes y amantes a cada creación dulcera. Esas marcas tan definidas, eran la hija de..., la amante de..., el marido de..., etc. O sea que cuando masticabas esa golosina, estabas deglutiendo historia amorosa (legal, escondida,  o furtiva). Esas legendarias historias acabaron con nombres de golosinas muy cotizadas para nuestros paladares. Es que parece que el amor está en todo, hasta en nuestras elecciones de sabores dulces que se acaban en un instante en paquete pequeño.

Dice la psicología cognitiva: Sí controlo mi pensamiento interno, lo que nos decimos, controlo mis emociones. O sea, si tengo el mejor diálogo posible conmigo mismo, me importa un huevo todo.
Creo que me estoy llevando demasiado bien conmigo, entonces.

sábado, 18 de abril de 2020

Necesitamos un milagro

Viernes a la noche. Me acordé de lo que hacía hace un par de meses a esta hora. Tomar un café al aire libre, un helado, con amigos, con el rocío y la brisa clásica de esta hora.

Hoy es impensable. Aquí recién empieza todo. Hoy vino el aguatero con su máscara tipo soldador, y yo le abrí con mi tapabocas-nariz-mentón.

El jueves tengo que ir a trabajar a la clínica. Que Dios me proteja, además de que tendré todos los antifaces para cuidarme.

Arcángel Miguel por favor, ayúdanos. Necesitamos un milagro.

Que las estrellas de esta noche, nos envuelvan con su brillo, y que los besos que todos esperamos puedan posarse en nuestros labios como las alas de los Ángeles que están esperando que les pidamos su asistencia, su protección y su cuidado.

miércoles, 25 de marzo de 2020

Coronavirus y dar el volantazo

No me puedo dormir. Es el efecto pandemia. No quiero ir a trabajar a la clínica, no quiero exponerme, para tomar tests para exámenes laborales.
Me preocupa por Juli, ella usa el paf por los bronquios.
Es un riesgo muy caro de correr.
Mi jefe no quiere que atienda a distancia.
Puedo quedarme sin trabajo, o sin cobrar varios meses.
Pero la vida está primero.

Esta noche Graciela Alfano transmitía en vivo. Muy interesante. Desde que está en el programa de Nico Occhiato conocí a otra Grace, humana, espiritual, culta, con cosas para transmitir y que yo puedo aprender.
Habló de que seamos felices, que salgamos de la comodidad.
Que demos el volantazo para cambiar la dirección de nuestra vida hacia la felicidad.
Me encantó la charla.

Quiero que se me vayan las contracturas y los dolores por hacer gimnasia, a través de  Instagram, con Ignacio. Lo conocí una noche cuando lo escuché haciendo Stand Up, y me gustó sus letras, su magia con simplicidad.
Hoy salí a hacer compras porque ya no tenía nada. No salía desde el viernes que tuve que ir a trabajar, a pesar de ser el primer día de cuarentena.
O sea cuatro días adentro.
Ya me acostumbré pero no pude comprar todo junto porque la gente estaba como loca y se habían llevado todo.

Pienso en qué necesario es tener una despensa en casa, un ahorro en el banco, y no vivir al día. Porque ahora me encuentro en ese dilema de la salud o la plata, del trabajo versus el covit19, de la supervivencia versus la economía.
No es justo. Pero quizás de eso se trate el volantazo de Grace, preguntarnos: porqué luchamos, cuándo priorizarnos, cuándo hacer algo distinto para ejercer nuestra esencia. De eso se trata ¿podré hacerlo?

sábado, 14 de marzo de 2020

Con la guardia baja

Hoy me quedo en casa, como es el slogan en España.
El coronavirus es una buena razón, ya que es lo aconsejable, preservarse.
Aunque hoy tuve que ir al trabajo como todas las mañanas.
Despierta desde las 4 am, porque me preocupa ir y volver en colectivo.
El tránsito es peligroso, lo sé.
Un tema guardar la bici, en ese pequeño patio donde la lluvia artificial de los aires acondicionados, me bautizan el asiento, el  manubrio o el guardabarros.

Me tomé todo el cuba libre. Quiero creer, porque el vaso está vacío.
Voy a descansar, mis ojos se cierran solos, pensarte entre sueños no tiene sentido.
Cuida tu guardia, o tu corazón.
Ve por lo verdadero.

jueves, 12 de marzo de 2020

Pecados de sinceridad

Picaporte,
Pasaporte,
Puertas,
Entradas,
Salidas...
Tan poco dura un sueño?

Derretir,
Mezclar,
Cocinar,
Creer...
Creer que la receta está equivocada?
O que el error es de la cocinera?

Papiros,
Cartas,
Leyendas...
Alguien que quiera leer lo escrito?
Que pueda perdonar
mis faltas,
no de ortografía
porque no las tengo,
sino de ansiedad,
de sinceridad,
de esperanza.

Un bombón
se come con chocolate,
con ganas,
con deseo.
Con esas ganas
te quiero comer a vos.

miércoles, 11 de marzo de 2020

Limpiate los lentes

Me voy a desquitar con este blog antes de dormir.
Esa foto me la baja. Calculo que la cambió porque el celu se me disparó a media noche del domingo. ¿Cómo si a mí se me ocurriría llamarlo? Ni crazy.
Y bue, más fácil para no sentir nada.
Juro que me había interesado, pero es difícil cuando te ponen en la vidriera los retratos de la familia perfecta.
No sabe con quién trata. No me conoce.
Alguna vez alguien podrá verme?

domingo, 8 de marzo de 2020

Mi Cuba libre

Acabo de cambiar el fondo del  blog. Está lleno de corazones. ¿Esto no es muy sentimental? pregunto en voz alta, y mi hija contesta: "¿Ese no es el punto?".
Claro, lo que ella no sabe es que a mí no me gusta exponerme.
Y este estampado me vende. Me delata, y a mí me cuesta mostrarme sensible.
Bastante  con lo que de verdad siento.

El viernes paseamos por toda la ciudad. "De boliche en boliche, me gusta la noche, me gusta el bochinche", decía una canción que escuchaba cuando tenía cinco años.
A la segunda disco, yo no estaba dispuesta a entrar. Me iba a quedar sentada en la mesas de afuera, frente a la cancha de River. Pero las chicas convencieron a la que vende los tickets, y entré free.
Es que no daba dos mangos por ese boliche. Y ahí estabas vos, mi cuba libre.

Un bombón médico, lindito, amoroso. Me dio vuelta la noche. Me sorprendió en charlas.  Un capricorniano que le sacó ficha a mi colgante de la llave. Alinear los chacras, dijo. Hasta sabía de los tests que tomo porque trabajó en medicina laboral. Para rematarla, practica aikido. Me mordí los labios para no contarle que mi primer intento de novela no publicada, se llamó "Amor y aikido".
Pero no todo tiene color de rosa como este blog recién actualizado. El muñeco venía con yapa, con sorpresa. Casado, tenían un acuerdo con su mujer, que cada uno es libre, que puede hacer lo que quiere. Con ella tiene dos hijos, de 8 y 12 años. Con la primera, su verdadero gran amor, una hija de 21 años, que vive en Cuba, y cursa tercer año de medicina.

Dijo que su pareja había salido, y que cuando ella llegó, él estaba despierto y con dolor de cabeza, que salió para despejarse. Yo no estoy acostumbrada a estas cosas,  ustedes saben. Para mí la fidelidad es algo espontáneo, natural, y se sostiene de genuino sentimiento. Si tengo ojos para otra persona, es que ya no me interesa.

En fin, intercambiamos teléfonos, pero no me da para escribir. Imaginate, tiro un mensaje y le llega a él, con la mujer al lado. No quiero importunar a nadie. Aunque lo pensé todo el fin de semana, y todas las ocurrencias de mensajes, se quedaron latente en la punta de mis dedos.

La otra cara de la moneda, es que si tienen ese convenio es posible que ya no haya nada. Sólo vivir juntos por lo económico y por la practicidad con sus hijos.

Pero la verdad me quedé pensando en algo. Imagino la escena de esa noche: la mujer se fue de juerga, con sus amigas, o con algún chongo y venía del telo. Él la vio llegar, rozagante, feliz, con alguna copa entonada. Y se sintió mal, algo no le gustó. No se lo bancó. Quizá ya no haya sexo entre ellos, o hacen el amor como algo mecánico o vacío. O si son perversos, se calientan con estos deslices. Pero este último pensamiento no me cuadra en este guión que pienso. Para mí, se rajó, vengativo, sediento, perplejo.

Se puede estar atrapado en un casamiento, o en una convivencia muerta. Y eso sí que es difícil. Salió a reventar la noche y se cruzó conmigo: caradura, espiritual, sensible. Con mis chistes, y mis preguntas directas. Por cierto, la diplomacia no es lo mío.

Me invitó a irme con él, era tentador, pero no quise. Aunque sí, me gustaría volver  a verlo. ¿Dios me permitirá hacerlo?
O más bien yo, ¿me decidiré a escribirle?

Sé que tengo que tomar decisiones, porque los dientes me están matando, me duelen y estoy con antibiótico. Y como dice Artemis, cuya serie/documental, vimos en Netflix este finde, "No hay tiempo para tener vergüenza".

viernes, 6 de marzo de 2020

Pasando el porte

Voy a romper el sobre. Ahí estás, mi querido pasaporte, el que irá de ensueños conmigo, cuando todo pase, me refiero al corona virus que está por varios países, y luego de que yo pueda ahorrar los euros necesarios. Quizá en un año, si Dios quiere.
Juli comienza el lunes su nuevo trabajo, cerca de casa. Se convertirá en una tenaz vendedora de autos. Así será más fácil proyectar el viaje.
¿Nos mudaremos realmente?

En el subte, un músico tocaba la canción «No  voy a parar» de Charly García. Canté y bailé con mis piernas semiestacadas. Una niña  vestida de rosa se acercó a escuchar asombrada. Busqué en youtube, y Charly me acompañó toda la caminata, con esa alegría made in Argentina, lo hice cantar miles de veces. Con él en mis oídos, el mundo era mío. Nada podía pararme.

 Hoy reunión en el depto de Graciela, viene Gabi y otra amiga de ella. Así que hoy abandono Santa Rosa (la avenida top de los bares y restaurantes del oeste). ¿Les conté lo del cuchillo? Bueno, como para escribir una novela. Cuento brevemente:

Viernes pasado, me pasa a buscar, como casi todos los viernes desde hace dos meses.
Amistad, surgida por amiga en común, digamos. Y por el mismo objetivo, volar al otro continente (ciudades distintas, ocupaciones diferentes).
Subo al auto, y a las tres cuadras me doy cuenta que no he pedido la Protección. Lo hago mentalmente, mientras él habla. Me lleva 15 años más, por lo menos, aunque está muy bien de chapa y pintura. Ustedes saben que me gustan los pendex, así que acá sólo amistad, charla y salir a tomar algo. Tranqui, porque no deliro ni tengo fiebre. Ni de sábado por la noche, ni de sexo, porque no me ha interesado nadie después de Fede. Sí, es mucho tiempo, pero así son las cosas.
Lo único bueno de este tiempo que luego de estar tomando hace tres o cuatro meses, citrato de magnesio, citrato de potasio, colágeno y vitamina C, he empezado a correr, y esto me ha generado mucha energía, entusiasmo, y un ánimo siempre arriba. Me parezco a esa Ely de antes, siempre a full, siempre contenta.
Y estos últimos viernes a la noche son como una práctica de citas, que hace tanto que no tengo. Prefiero estas charlas en los bares pintorescos, que el sonido estridente de los boliches, en donde me siento sola, vacía, y aburrida.
A veces solos (la mayoría), y en otras se suma alguna amiga de ambos.
Pero este viernes, apareció Sil, mi amiga, mi confidente. Llegó cerca de la media noche, ya que tenía una despedida de una colega, en un pub por ahí cerca.

Nuestras charlas se centran en el viaje a España. No sé si podríamos hablar de otra cosa, realmente no lo sé. En ocasiones, me hace notar que con su trabajo gana mucha pero mucha plata. A mí, esos comentarios me parecen propagandas de ostentación. Nunca me interesa lo que gane alguien. Y cuando escucho que un tipo chapea con lo material y con su sueldo, me parece un inseguro, un perfecto idiota, y alguien que me subestima, o que me conoce muy poco. Porque la tarasca me la gano yo. No necesito que nadie me provea, y no me impresionan las sumas de dinero. He trabajado en el Estudio, y sé los montos que se mueven por accidentes de tránsito, y lo que es un presupuesto por daño material.
La gente es muy tonta, prejuiciosa, y piensa que por la plata baila el mono. Yo sólo bailo por Charly García, entre otros talentosos músicos.

Cuando salimos los viernes, está todo bien salvo cuando me trae de vuelta, tipo 2 de la madrugada. Siento una incomodidad cuando me palmea la rodilla, por lo que intento apoyar mi mochila o cartera en la pierna, para que no me joda. No se zarpa, pero no me gusta que me toque con su mano grandota y pesada, me siento incómoda, y sobre todo, es absolutamente innecesario. Pero me da miedo, cortarle el chorro, ya que no lo conozco demasiado y no quiero ser grosera.

Pero hay una sensación, a la vuelta, que nunca falla, y es indeseable. Cuando la noche está desolada, y vamos por la calle que costea la vía, me da un poquitín de miedo. Sólo las sombras de los árboles tupidos saben de eso.
Después es llegar a casa, y saber que estoy a salvo, y que siendo viernes, por lo menos salí.

Pero la semana pasada, cuando estábamos en el bar, se dio cuenta que no tenía las llaves del auto, que las había perdido. En ese momento, Silvana ya había pedido su te, y nosotros que pensábamos tomar un café, como segundo drink, vino el mozo a comunicarnos que algo de la cafetera se había roto, y no podían moler los granos.
Él fue hasta el auto para ver si se había olvidado las llaves adentro. Volvió sin éxito.

Pedimos la cuenta, y fuimos los tres rastreando el camino como sabuesos.
En una parte del sendero, el césped era muy acolchonado, por lo que si la llave del coche se le hubiera caído, no habíamos escuchado el ruido.
Entre los tres hicimos lo imposible para iluminar el vehículo hacia dentro, para ver si la llave estaba puesta.
Silvana casi no tenía batería, así que mi celular funcionó como linterna. Yo lo apoyaba sobre el parabrisas, y ellos miraban por las ventanillas.
Silvana dijo claramente que las llaves no estaban puestas en el arranque, así que supusimos que estarían tiradas en el asiento, cuando él se volvió a buscar un buzo, metros después de que bajamos del vehículo.
Fue ahí que las dos lo vimos: un manojo de llaves (que eran las de su casa) sobre la alfombra del piso, bajo el volante, y al lado de ellas, un cuchillo de  tres centímetros de ancho, de mango blanco, creo.
En ese momento pensé: «¿¡Y yo volviendo lo más pancha, y el tipo con un cuchillo a sus pies!?».
¿Para qué lo quería?
«Es el cuchillo del asado» dijo sin que nadie le preguntara. Yo pensé «No aclares, que oscurece».

Él se fue a dormir a casa de su hijo, ya que no tenía cómo entrar a su domicilio. Para llamar al día siguiente al seguro, que con una grúa le llevó el auto hasta su taller.

Pues bien, nosotras nos fuimos caminando por las calles, llenas de pendejos y cervecerías, hasta encontrar un remis.

La pregunta es, si yo pido siempre la Protección a los Arcángeles y a la Madre, ¿por qué perdió las llaves? ¿Qué cosa yo debía saber?

Creo que si no está claro, por lo menos, las dudas se sembraron, sin necesidad de jardinero alguno.

Así que esta noche, aunque me cueste, y algo extrañaré, priorizo mi seguridad. Por algo, los angelitos están siempre para protegernos y servirnos. Sólo hay que pedirles. No te olvides. Pues si no les pedimos, ellos no pueden protegernos porque no tienen libre albedrío.

viernes, 28 de febrero de 2020

Pito Catalán

El aire acondicionado se monta en mi cuello como una catarata. No es el Iguazú, y ni siquiera estoy del lado brasilero, aunque lleve mi libro de portugués y practique todas las mañanas, cuando voy en viaje hacia el trabajo.

El pasaporte se supone que llegará el lunes, se ha atrasado la entrega con los feriados.

Esta noche salimos al bar de Santa Rosa, creo que los tres estamos unidos por el viaje, los trámites de ciudadanía de nuestros hijos, y las ganas de montar vuelo hacia un país que progrese, que nos respete, que nos ampare, no sólo en lo económico, en todos los aspectos.
Voy a estudiar catalán, parece que hay un centro en Castelar, y me queda cerca. Iba a llamar ayer, y me di cuenta que me había olvidado cuando me fui a correr. Estoy aguantando bastante, son cuarenta minutos a la plaza donde el tiempo de trote va in crescendo al de la caminata.
Correr me da entusiasmo, me energiza.
Cada vez querés correr más, y cuando estoy por parar, me digo: «Hasta la columna, o hasta la esquina» y todo eso va agilizando mis metas.

Hoy Palermo me devora en este Havanna que me invita el café, el conito azul metalizado, para que siga soñando y apostando, a una vida linda, a las nuevas posibilidades, a esos amores que ya no añoro ni demando.
Una Buenos Aires que tal vez extrañe, pero las ganas de ser nómade, me ganan.

viernes, 21 de febrero de 2020

Sabores madrileños

Hoy es el primer paso de muchos. Vengo a sacar el pasaporte.
Pero antes, un refugio, un café a solas con el mundo. Un conito y cookies de chocolate, como se dice ahora.
Después almuerzo con Diego.
También voy a inscribirme en un curso de informática, pero cuál? Hay tantos.
Juli tramita la ciudadanía.
Los idiomas son fundamentales.
A media cuadra, me crucé a una guía de turismo, hablando inglés, tarea que puedo hacer perfectamente si me pongo las pilas.
Llevo mi libro de portugués. Hay que saber un poco de alemán e italiano, aunque sea para saludar o decir gracias.
¿Por qué estos cafés solitarios me traen tanta paz? Sólo me pasa en microcentro, una atmósfera especial a oficinistas y encuentro.
¿Es el amor una posibilidad madrileña?
¿Estoy soñando o enfocándome en algo que va a ser realidad? Un matemático diría, hay que ver la probabilidad. Un coaching, te diría: «Just do it», como el slogan de las zapatillas que te invitan a entrenar, a creer que el mundo es tuyo mientras corres con el ácido láctico, brotando de tus piernas.

Pienso en Fede y en sus viajes. Sus cuadros, su fetiche comerciante.
He pintado los otros días, sobre unas maderas, a los que denomino la trilogía de la fuerza interna, de la suerte, de los deseos emergentes.
El más lindo es una pintura violeta con trozos de mica que me dio el tío Lionel una tarde junto a un río, quizás en Cruz de Piedra, no recuerdo bien. Este cuadro tiene la fuerza de Plutón, para romper con las ataduras y resurgir.
Luego hay otro, donde las gamas de los celestes como olas, camuflan nuestros dos carnets de Jáuregui, del club náutico El Timón, mi lugar favorito, mi pequeño escape de naturaleza y bosque, donde el río tiene la generosidad de cercar el borde derecho del club. Allí escolta mis chinchorros para que me sienta segura al remar. Mientras las pequeñas canoas de los niños, o los remeros expertos, pasen en este espejo fresco, divisando las tortugas recostadas en pilas de seis u ocho, cual cartas de un dominó, sobre los troncos que rozan el agua, en la orilla de enfrente.
Ojalá salga la beca, o pueda viajar y establecerme de algún otro modo, junto a Julieta, para que ella pueda hacer lo que le gusta, y yo también.
Alma viajera, hay mucho por recorrer.




miércoles, 5 de febrero de 2020

Muchas redes, poco contacto

Sacarse de encima, decir, desembuchar.
Dejar de hacer síntoma,
y hablar.
Creer en limpiarte
del rencor,
del dolor.
Saber que nadie es perfecto,
pero priorizarte.
Cuidarme,
antes que cuidar
de si se ofenderán.

Hoy pude largar el buche.
Decir para que me dejaran en paz.

Los supuestos amigos
son un adorno en el celular.

Amigos virtuales
escuché el otro día en una entrevista,
y me pareció extraño.
Hasta que asimilé
que está lleno de eso.

En la era de las redes,
la red no filtra.
Si nos vamos al fondo,
quién se da cuenta?
Nadie nos ataja.

Sí, estamos llenos de contactos
vacíos, en gran parte.

Amistad era cuando le tocabas el timbre a alguien,
y estaba o venía más tarde.

Adaptación no es mermar.
Sobreadaptarse es aceptar un contacto artificial?

¿A qué costo nos hacemos más insensibles los humanos?

La sensibilidad tiene su costo.
Quiero esos amigos de verdad. Y olvidar los pura máscara,
los pura oportunidad.


lunes, 13 de enero de 2020

Espera y planes

2020
Qué bien suena!
Afuera el sol, con un cielo salpicado de nubes a la derecha.
Un niño corre por la gran sala de espera.
Mientras escuché radio (Perros de la calle, Fm 95,1 Metro, Buenos Aires), y pispee a Fedecirulnik Instagram para mi salud mental, más otros Whatsap, uso de reposera la silla metálica mientras me apoyo en mi mochila dorada.
Se me van a cerrar los ojos en cualquier momento, soñaré con cambios, con encuentros, con Brasil, con divertirme, con esa cantidad de cosas que uno considera que debería hacer para priorizar cambios.
En cualquier momento es mi turno, no sólo acá, sino en esta vida con esos colores que necesito definitivamente poner.