viernes, 28 de febrero de 2020

Pito Catalán

El aire acondicionado se monta en mi cuello como una catarata. No es el Iguazú, y ni siquiera estoy del lado brasilero, aunque lleve mi libro de portugués y practique todas las mañanas, cuando voy en viaje hacia el trabajo.

El pasaporte se supone que llegará el lunes, se ha atrasado la entrega con los feriados.

Esta noche salimos al bar de Santa Rosa, creo que los tres estamos unidos por el viaje, los trámites de ciudadanía de nuestros hijos, y las ganas de montar vuelo hacia un país que progrese, que nos respete, que nos ampare, no sólo en lo económico, en todos los aspectos.
Voy a estudiar catalán, parece que hay un centro en Castelar, y me queda cerca. Iba a llamar ayer, y me di cuenta que me había olvidado cuando me fui a correr. Estoy aguantando bastante, son cuarenta minutos a la plaza donde el tiempo de trote va in crescendo al de la caminata.
Correr me da entusiasmo, me energiza.
Cada vez querés correr más, y cuando estoy por parar, me digo: «Hasta la columna, o hasta la esquina» y todo eso va agilizando mis metas.

Hoy Palermo me devora en este Havanna que me invita el café, el conito azul metalizado, para que siga soñando y apostando, a una vida linda, a las nuevas posibilidades, a esos amores que ya no añoro ni demando.
Una Buenos Aires que tal vez extrañe, pero las ganas de ser nómade, me ganan.

viernes, 21 de febrero de 2020

Sabores madrileños

Hoy es el primer paso de muchos. Vengo a sacar el pasaporte.
Pero antes, un refugio, un café a solas con el mundo. Un conito y cookies de chocolate, como se dice ahora.
Después almuerzo con Diego.
También voy a inscribirme en un curso de informática, pero cuál? Hay tantos.
Juli tramita la ciudadanía.
Los idiomas son fundamentales.
A media cuadra, me crucé a una guía de turismo, hablando inglés, tarea que puedo hacer perfectamente si me pongo las pilas.
Llevo mi libro de portugués. Hay que saber un poco de alemán e italiano, aunque sea para saludar o decir gracias.
¿Por qué estos cafés solitarios me traen tanta paz? Sólo me pasa en microcentro, una atmósfera especial a oficinistas y encuentro.
¿Es el amor una posibilidad madrileña?
¿Estoy soñando o enfocándome en algo que va a ser realidad? Un matemático diría, hay que ver la probabilidad. Un coaching, te diría: «Just do it», como el slogan de las zapatillas que te invitan a entrenar, a creer que el mundo es tuyo mientras corres con el ácido láctico, brotando de tus piernas.

Pienso en Fede y en sus viajes. Sus cuadros, su fetiche comerciante.
He pintado los otros días, sobre unas maderas, a los que denomino la trilogía de la fuerza interna, de la suerte, de los deseos emergentes.
El más lindo es una pintura violeta con trozos de mica que me dio el tío Lionel una tarde junto a un río, quizás en Cruz de Piedra, no recuerdo bien. Este cuadro tiene la fuerza de Plutón, para romper con las ataduras y resurgir.
Luego hay otro, donde las gamas de los celestes como olas, camuflan nuestros dos carnets de Jáuregui, del club náutico El Timón, mi lugar favorito, mi pequeño escape de naturaleza y bosque, donde el río tiene la generosidad de cercar el borde derecho del club. Allí escolta mis chinchorros para que me sienta segura al remar. Mientras las pequeñas canoas de los niños, o los remeros expertos, pasen en este espejo fresco, divisando las tortugas recostadas en pilas de seis u ocho, cual cartas de un dominó, sobre los troncos que rozan el agua, en la orilla de enfrente.
Ojalá salga la beca, o pueda viajar y establecerme de algún otro modo, junto a Julieta, para que ella pueda hacer lo que le gusta, y yo también.
Alma viajera, hay mucho por recorrer.




miércoles, 5 de febrero de 2020

Muchas redes, poco contacto

Sacarse de encima, decir, desembuchar.
Dejar de hacer síntoma,
y hablar.
Creer en limpiarte
del rencor,
del dolor.
Saber que nadie es perfecto,
pero priorizarte.
Cuidarme,
antes que cuidar
de si se ofenderán.

Hoy pude largar el buche.
Decir para que me dejaran en paz.

Los supuestos amigos
son un adorno en el celular.

Amigos virtuales
escuché el otro día en una entrevista,
y me pareció extraño.
Hasta que asimilé
que está lleno de eso.

En la era de las redes,
la red no filtra.
Si nos vamos al fondo,
quién se da cuenta?
Nadie nos ataja.

Sí, estamos llenos de contactos
vacíos, en gran parte.

Amistad era cuando le tocabas el timbre a alguien,
y estaba o venía más tarde.

Adaptación no es mermar.
Sobreadaptarse es aceptar un contacto artificial?

¿A qué costo nos hacemos más insensibles los humanos?

La sensibilidad tiene su costo.
Quiero esos amigos de verdad. Y olvidar los pura máscara,
los pura oportunidad.