jueves, 15 de marzo de 2018

El amor con semilla costera

Juli se llevó el paraguas, así que salí rogando que no se largara a llover otra vez, cuando me avisaron que el cliente había llegado. Nunca los conozco, es decir, no los he visto antes.
Entro como una tromba a la oficina, y veo dos sujetos así de refilón. Un joven con su madre. Ambos hacen el ademán para levantarse y pregunto quién tuvo el accidente, y entonces retruco que venga él solo.
Comienzo con la entrevista y noto que además de amoroso, el pibe es un lord. Con sus veintiséis años, es gerente en una empresa, estudia trabajo social, porque le gusta ayudar, y martillero público para ganar plata. Es el menor de cuatro hermanas, un dulce total.
Le pregunté si había venido con su madre. Me he equivocado. Es su novia de cincuenta años. Se conocieron en Mardel, hace dos años en un boliche sobre la costa, cerca del.puerto, que ya no está más. Me cuenta que conoció el amor.
Me dice que a veces va a bailar con sus amigos, pero cada tanto. Deportista, prolijo, bien lookeado. Un alma de esas tan buenas que es increíble para estos tiempos de touch&go.
Parte con todos los saludos amabilísimos que te puedas imaginar. Vuelve a golpear la puerta para hacer una última pregunta, y me quedo pensando que él me ha dado todas las respuestas, aún hay esperanza para que encuentre el amor.

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