domingo, 25 de marzo de 2018

¿Cómo lo logro?

Vengo de ver a una amiga, grande, mayor que yo, con una vitalidad que contagia, asombra, entusiasma.

En mi letargo de domingo soleado y sola, me he descubierto enrollada en pensamientos que no conducen a nada y que me enriendan en un sin cesar de vueltas que me ahogan en pequeñas decisiones que no soy capaz de tomar.

La vida es una recta con tropezones, para que te levantes sin cesar, y no te ahogues en un pasado donde los amores tristísimos hunden pequeñas heridas que aún no han cicatrizado.

Feliz, de poder ayudar a mi hija para que sea todo lo feliz que yo no pude ser a su edad. Por una educación reprimida donde todo debía hacerse a escondidas o enfrentar infinitas discusiones para poder rebelarme frente a las injusticias.

Ser mujer en soledad es duro. Ser hombre en soledad, lo mismo. No tiene que ver con sexos. Te ahogás si estás solo. Un domingo levantándote sola, es tranquilo, pero cuando las horas transcurren te sentís realmente sola.

Nos necesitamos como seres humanos. No podemos estar solos, ni nos merecemos esto.
Luchar por la felicidad, es una constante batalla contra esa depresión que asoma y tenés que hundir de un masazo, para no dejarte vencer.

Que Dios nos ayude a superarnos, a ser felices, a tener la capacidad de pedir ayuda, y decirle al otro cuánto lo necesitás.

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