lunes, 1 de julio de 2019

Mozo: hoy dos copas

Tengo sueño, otra vez dormí poco, cuatro horas, como.Neustadt.
Almorzamos con Diego en un lugar precioso, que me recordó la casa de mis abuelos, en medio de la city porteña.
Incluso descubrimos una librería de usados que van a buscar unos libros de portugués que tienen en la bodega.
Los Salesianos colocaron un puesto de fiambres al lado.
El patio de árboles gigantes delataban el espacio de soles y sombras de un antiguo convento.
Degustamos el almuerzo entre nuestras anécdotas plagadas de intrigas, misterio y psicoanálisis. No podemos con nuestra rúbrica, los colegas hablamos como amigos, pero las pinceladas de tantas cátedras freudianas, siempre se nos escapan.
Uno enebra la aguja y otro da una puntada, así son nuestras palabras. Un rumbo de oraciones en busca de la felicidad y de la comprensión por el otro.
Lo quiero a Diego, desde hace tantos años, 1996, esas aulas que nos bosquejaron dentro de un gran grupo de amigos, que queremos tanto.
Hasta los mozos eran copados, o yo estaba en modo amable.
Volveré en diez días a buscar mi identidad, mi amor correspondido, mis libros de portugués brasilero, como los colores de estas uñas que quieren expresarse.
Es que perdí el dni. Otra cuota de energía mundana de la que debo deshacerme pronto.
Anoche busqué del garage un par de cuadros y los reciclé con la decisión de un huracán dispuesto a todo.
Arrollar con la energía divina toda esa oscuridad detestable. La gente se saca las caretas, y vos ves lo que no viste en años. Como un efecto dominó todas cartas van cayendo por rebote, y toda la ingenuidad la guardas en un bolsillo porque no podés creer tanta mentira. Tanta omisión. Y esta película, ya no me la trago.
Por suerte, hay gente valiosa, pura, transparente. Como el agua clara.

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