viernes, 28 de febrero de 2020

Pito Catalán

El aire acondicionado se monta en mi cuello como una catarata. No es el Iguazú, y ni siquiera estoy del lado brasilero, aunque lleve mi libro de portugués y practique todas las mañanas, cuando voy en viaje hacia el trabajo.

El pasaporte se supone que llegará el lunes, se ha atrasado la entrega con los feriados.

Esta noche salimos al bar de Santa Rosa, creo que los tres estamos unidos por el viaje, los trámites de ciudadanía de nuestros hijos, y las ganas de montar vuelo hacia un país que progrese, que nos respete, que nos ampare, no sólo en lo económico, en todos los aspectos.
Voy a estudiar catalán, parece que hay un centro en Castelar, y me queda cerca. Iba a llamar ayer, y me di cuenta que me había olvidado cuando me fui a correr. Estoy aguantando bastante, son cuarenta minutos a la plaza donde el tiempo de trote va in crescendo al de la caminata.
Correr me da entusiasmo, me energiza.
Cada vez querés correr más, y cuando estoy por parar, me digo: «Hasta la columna, o hasta la esquina» y todo eso va agilizando mis metas.

Hoy Palermo me devora en este Havanna que me invita el café, el conito azul metalizado, para que siga soñando y apostando, a una vida linda, a las nuevas posibilidades, a esos amores que ya no añoro ni demando.
Una Buenos Aires que tal vez extrañe, pero las ganas de ser nómade, me ganan.

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