viernes, 6 de marzo de 2020

Pasando el porte

Voy a romper el sobre. Ahí estás, mi querido pasaporte, el que irá de ensueños conmigo, cuando todo pase, me refiero al corona virus que está por varios países, y luego de que yo pueda ahorrar los euros necesarios. Quizá en un año, si Dios quiere.
Juli comienza el lunes su nuevo trabajo, cerca de casa. Se convertirá en una tenaz vendedora de autos. Así será más fácil proyectar el viaje.
¿Nos mudaremos realmente?

En el subte, un músico tocaba la canción «No  voy a parar» de Charly García. Canté y bailé con mis piernas semiestacadas. Una niña  vestida de rosa se acercó a escuchar asombrada. Busqué en youtube, y Charly me acompañó toda la caminata, con esa alegría made in Argentina, lo hice cantar miles de veces. Con él en mis oídos, el mundo era mío. Nada podía pararme.

 Hoy reunión en el depto de Graciela, viene Gabi y otra amiga de ella. Así que hoy abandono Santa Rosa (la avenida top de los bares y restaurantes del oeste). ¿Les conté lo del cuchillo? Bueno, como para escribir una novela. Cuento brevemente:

Viernes pasado, me pasa a buscar, como casi todos los viernes desde hace dos meses.
Amistad, surgida por amiga en común, digamos. Y por el mismo objetivo, volar al otro continente (ciudades distintas, ocupaciones diferentes).
Subo al auto, y a las tres cuadras me doy cuenta que no he pedido la Protección. Lo hago mentalmente, mientras él habla. Me lleva 15 años más, por lo menos, aunque está muy bien de chapa y pintura. Ustedes saben que me gustan los pendex, así que acá sólo amistad, charla y salir a tomar algo. Tranqui, porque no deliro ni tengo fiebre. Ni de sábado por la noche, ni de sexo, porque no me ha interesado nadie después de Fede. Sí, es mucho tiempo, pero así son las cosas.
Lo único bueno de este tiempo que luego de estar tomando hace tres o cuatro meses, citrato de magnesio, citrato de potasio, colágeno y vitamina C, he empezado a correr, y esto me ha generado mucha energía, entusiasmo, y un ánimo siempre arriba. Me parezco a esa Ely de antes, siempre a full, siempre contenta.
Y estos últimos viernes a la noche son como una práctica de citas, que hace tanto que no tengo. Prefiero estas charlas en los bares pintorescos, que el sonido estridente de los boliches, en donde me siento sola, vacía, y aburrida.
A veces solos (la mayoría), y en otras se suma alguna amiga de ambos.
Pero este viernes, apareció Sil, mi amiga, mi confidente. Llegó cerca de la media noche, ya que tenía una despedida de una colega, en un pub por ahí cerca.

Nuestras charlas se centran en el viaje a España. No sé si podríamos hablar de otra cosa, realmente no lo sé. En ocasiones, me hace notar que con su trabajo gana mucha pero mucha plata. A mí, esos comentarios me parecen propagandas de ostentación. Nunca me interesa lo que gane alguien. Y cuando escucho que un tipo chapea con lo material y con su sueldo, me parece un inseguro, un perfecto idiota, y alguien que me subestima, o que me conoce muy poco. Porque la tarasca me la gano yo. No necesito que nadie me provea, y no me impresionan las sumas de dinero. He trabajado en el Estudio, y sé los montos que se mueven por accidentes de tránsito, y lo que es un presupuesto por daño material.
La gente es muy tonta, prejuiciosa, y piensa que por la plata baila el mono. Yo sólo bailo por Charly García, entre otros talentosos músicos.

Cuando salimos los viernes, está todo bien salvo cuando me trae de vuelta, tipo 2 de la madrugada. Siento una incomodidad cuando me palmea la rodilla, por lo que intento apoyar mi mochila o cartera en la pierna, para que no me joda. No se zarpa, pero no me gusta que me toque con su mano grandota y pesada, me siento incómoda, y sobre todo, es absolutamente innecesario. Pero me da miedo, cortarle el chorro, ya que no lo conozco demasiado y no quiero ser grosera.

Pero hay una sensación, a la vuelta, que nunca falla, y es indeseable. Cuando la noche está desolada, y vamos por la calle que costea la vía, me da un poquitín de miedo. Sólo las sombras de los árboles tupidos saben de eso.
Después es llegar a casa, y saber que estoy a salvo, y que siendo viernes, por lo menos salí.

Pero la semana pasada, cuando estábamos en el bar, se dio cuenta que no tenía las llaves del auto, que las había perdido. En ese momento, Silvana ya había pedido su te, y nosotros que pensábamos tomar un café, como segundo drink, vino el mozo a comunicarnos que algo de la cafetera se había roto, y no podían moler los granos.
Él fue hasta el auto para ver si se había olvidado las llaves adentro. Volvió sin éxito.

Pedimos la cuenta, y fuimos los tres rastreando el camino como sabuesos.
En una parte del sendero, el césped era muy acolchonado, por lo que si la llave del coche se le hubiera caído, no habíamos escuchado el ruido.
Entre los tres hicimos lo imposible para iluminar el vehículo hacia dentro, para ver si la llave estaba puesta.
Silvana casi no tenía batería, así que mi celular funcionó como linterna. Yo lo apoyaba sobre el parabrisas, y ellos miraban por las ventanillas.
Silvana dijo claramente que las llaves no estaban puestas en el arranque, así que supusimos que estarían tiradas en el asiento, cuando él se volvió a buscar un buzo, metros después de que bajamos del vehículo.
Fue ahí que las dos lo vimos: un manojo de llaves (que eran las de su casa) sobre la alfombra del piso, bajo el volante, y al lado de ellas, un cuchillo de  tres centímetros de ancho, de mango blanco, creo.
En ese momento pensé: «¿¡Y yo volviendo lo más pancha, y el tipo con un cuchillo a sus pies!?».
¿Para qué lo quería?
«Es el cuchillo del asado» dijo sin que nadie le preguntara. Yo pensé «No aclares, que oscurece».

Él se fue a dormir a casa de su hijo, ya que no tenía cómo entrar a su domicilio. Para llamar al día siguiente al seguro, que con una grúa le llevó el auto hasta su taller.

Pues bien, nosotras nos fuimos caminando por las calles, llenas de pendejos y cervecerías, hasta encontrar un remis.

La pregunta es, si yo pido siempre la Protección a los Arcángeles y a la Madre, ¿por qué perdió las llaves? ¿Qué cosa yo debía saber?

Creo que si no está claro, por lo menos, las dudas se sembraron, sin necesidad de jardinero alguno.

Así que esta noche, aunque me cueste, y algo extrañaré, priorizo mi seguridad. Por algo, los angelitos están siempre para protegernos y servirnos. Sólo hay que pedirles. No te olvides. Pues si no les pedimos, ellos no pueden protegernos porque no tienen libre albedrío.

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