miércoles, 16 de diciembre de 2015

Pintando camas locas



Un finde largo en la costa me renovó la energía. Villa Gesell fue el destino que nos recibió con bastante frío por cierto. Hacía varios años que no me iba sola con Juli de vacaciones. Es que había tocado fondo de tanto vacío sentimental que viajar era un salvavidas para cobrar fuerzas. Y sí, surtió efecto. Tanto que inesperadamente el lunes un fulano de hace lejos y hace tiempo terminó cenando con nosotras en casa. No pasó más que eso. Creo que nos hicimos compañía, pero no es la persona que estoy buscando.




Cambiando el tema, ayer y hoy tuve unos desagravios en el trabajo. Quizás esta incomodidad me sirva para salir de la zona de confort y hacer algo. Todas las cosas que dan vueltas en mi cabeza y que siguen pendientes, merecen una oportunidad para darme chance. Porque si no lo hago por mí y para mí, si no empiezo a cuidarme, nadie va hacerlo.





Con los aires renovados del mar, llegué y pinté la cama, unos abstractos de colores variados: verde claro, amarillo suave, rojo y blanco. Quedó tan loca que le puso vida a este dormitorio sin amor y sin pareja. Aunque no quiero convivir con nadie. Primero que no me interesa y segundo que con una hija adolescente no sabés a quién metés en tu casa. Eso me pasó el lunes, que mientras disfrutaba de la cena, y creo que eso sentimos los tres, una parte mía también desconfiaba. Me cuesta relajarme.


En lo que no doy pie con bola es con la dieta. Sigo como siempre, la única forma de cerrar la boca es que me enamore... lo digo porque se me va el hambre.


Edith dice que apueste por otros lugares, que en el boliche no voy a conocer a nadie. Sin embargo, el fulano que se apareció con previo aviso y empanadas, lo conocí en el primer lugar nocturno en que nos llevó Roxana. 


Bueno... ya lo estoy nombrando demasiado.

Espero salir este finde y conocer a alguien. Ya me estoy aburriendo y el último tierno mecánico me dejó con la carrocería desarmada.



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