martes, 5 de mayo de 2020

Amor en una galleta sin mensaje

Me levanto con entusiasmo. Paso por el minipimer mandarina, banana y agua, mi licuado preferido. Preparo un café, recordando a Andy y la anécdota de las cabras saltando al probar los granos (así descubrieron el café hace muchísimos años). Antes tomo los polvos mágicos, una medida de cada uno, a saber: citrato de potasio, citrato de magnesio, colágeno y vitamina C. De éste último pongo media medida, pues me está quedando poco, y en esta época de cuarentena, que ya es demasiado larga, hay pocos morlacos y no da para ir hasta Avellaneda a buscarlos. Omití algo, un pecado: le robé a mi hija un trozo de la torta de chocolate que hice ayer a la tarde. Se ha acabado la harina, me debato si ir al mayorista a comprarla o hacer la dieta sin gluten que he probado en este último año varias veces. Aunque sigo con el mismo peso (o más). Lo único que me hace adelgazar es enamorarme (pero con correspondencia).

Mientras escribo hablan de la duda, la que te paraliza para hacer todo. "Lo que digo que voy hacer, lo hago, y lo que empiezo lo acabo", decía el abuelo andaluz de un psicólogo español que estoy escuchando en la radio (Fm Metro 95.1, Perros). Dice que ese lema entrecomillado, es la única forma de luchar contra la duda. Está bueno, pero uso Flores de Bach para contrarrestar eso: la incertidumbre, la duda que te deja oscilando, y nunca acabas, no defines, postergas. 

Dice que probemos temporalmente hacer algo, por ejemplo, volverte vegetariano (yo me lo banco un día, la verdad, después termino comiendo porquerías, para suplir lo que me falta).
Aunque dejé los lácteos y me está doliendo el coxis desde que voy en bicicleta al trabajo (y no voy mucho pues he ido los dos últimos jueves, desde que el covid nos tiene encerrados).

Vi la serie "Casi feliz" este finde. Reí, disfruté, pero lloré un poco cuando terminó, por el mensaje que da el autor, Seba, a quién escucho en "Metro y medio" en la radio citada. Resolver los problemas del pasado. Sí, los resolví a mi manera, los archivé, ya no pienso en ello. Pero no me he vuelto a enamorar, a formar pareja, desde esos años. No porque no he querido, lo he intentado miles de veces, pero nadie se compromete en estos tiempos. Todo es lavado, intenso, intermitente, fugaz, como un cometa hermoso pero que pasa lejos. Inalcanzable.

Ya me resigné, no lo lamento. Pero me he vuelto indiferente quizás. Ya no intento. Descreo. Todo pasa a lo lejos, no a mí. Guauuuu, parece el tema de Cantero, lamento boliviano.

Hoy escuché una historia de marcas de galletitas, historia de infidelidades, de amantes, de amores defraudados, de hijos, de atentados. Eran los dueños de estas fábricas que bautizaron con los nombres de sus parientes y amantes a cada creación dulcera. Esas marcas tan definidas, eran la hija de..., la amante de..., el marido de..., etc. O sea que cuando masticabas esa golosina, estabas deglutiendo historia amorosa (legal, escondida,  o furtiva). Esas legendarias historias acabaron con nombres de golosinas muy cotizadas para nuestros paladares. Es que parece que el amor está en todo, hasta en nuestras elecciones de sabores dulces que se acaban en un instante en paquete pequeño.

Dice la psicología cognitiva: Sí controlo mi pensamiento interno, lo que nos decimos, controlo mis emociones. O sea, si tengo el mejor diálogo posible conmigo mismo, me importa un huevo todo.
Creo que me estoy llevando demasiado bien conmigo, entonces.

No hay comentarios:

Publicar un comentario