jueves, 1 de septiembre de 2016

Aeroparque: Despegar en tus ojos

Euforia. Dulzura. Una mezcla de sensaciones. Ahora ese es mi termómetro, en cambio ayer en Aeroparque cada vez que se supone nos separaríamos por las distintas fases del cheking, una sutil dosis de angustia se subía por mi pecho hasta mi garganta.
Por suerte, fueron tantas las veces que sucedió y que nos volvíamos a encontrar todos en los pasillos, que cuando pasó la última etapa del embarque ya estaba lista.

Hasta último momento, inclusive en el aeropuerto, los padres me seguían dando cartas sorpresa que los chicos recibirán una de las últimas noches en Bariloche.

Mis padres nos llevaron por lo cual compartimos este momento, como todos aquellos desde que partí con Julieta con sus dos meses y medio. Tengo tantas cosas para agradecerles a ellos que no me alcanzarían los capítulos de este blog para hacerlo.
Así como en mi caso, de 29 alumnos más de la mitad sus padres fallecieron o casi nunca han tenido relación con ellos. Una lista detallada al respecto, más detalles médicos y teléfonos he tipeado para que los padres acompañantes se lleven.

En este grupo de whatsap un fallido de alguien al teclear sobre si llevaban o no el buzo de "estresados", nos terminó haciendo reír cuando otro padre remató: "Ellos "egresados 2016" y nosotros "estresados 2016".

Al pasar el último embarque, una madre, sin querer, se quedó con la campera de su hija en la mano. Así que comencé a llamar a los padres acompañantes pero ninguno me atendía.
Finalmente uno de ellos me llamó y le cuento....
Como no había manera de pasar, él tenía que volver a hacer la cola de nuevo. Le dije riendo: "Ésta es la primera, de tantas que les van a pasar".
Para poder encontrarnos sucesivos llamados y mensajes de whatsap, más los padres con la campera siguiendome, y los abuelos de Juli atrás, nos desplazamos por los distintos pisos, pasillos y escaleras mecánicas.
En un momento me llama y pregunta:
-Donde estás?
-Aca en donde nos despedimos
- Ah...yo estoy del otro lado del vidrio

Como este vidrio es opaco y alto no podíamos vernos, pero tenía espacio libre en la parte de abajo a 15 cm del piso.
Entonces asomo mi bota y mientras continuamos hablando le digo:

- Acá está mi pie... lo ves?
- Sí... ahí voy

Entonces me acerco al límite donde están los guardias que te revisan el pasaje y él sale.
Le doy la dichosa campera que nos otorga el último encuentro, hasta que regresen, Dios mediante, del viaje más lindo que hemos preparado para nuestros hijos.


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