martes, 31 de mayo de 2016

Efervescencia: chuchos de pura espuma

Ayer irrumpíó el gimnasio a full, sin pensarlo. Caí al final de una clase, y de sólo mirar ya quería estirarme (estaban haciendo el relax y quería prenderme, pero la campera atrapaba mi flexibilidad). 

Ahí nomás, empezó una clase de zumba. Medio perdida en el primer tema, y después sólo me dejé llevar. Lo que menos me importa es acertar los pasos, sino que lo más importante es sentir la música a piel. 

Fin de la clase, y aunque todas se iban, me senté en el piso a estirarme. Sentí la necesidad. Justo ahí, comienza otra clase, estiramiento biomecánico, o algo así. Inventan cada nombres.

Me quedé 20 minutos, hermosa clase, pero tenía que buscar a Juli que estaba enfrente en voley.

Me cambió la onda, la energía, tanto ejercicio físico. Después, cenar, ver t.v., cuando quise acordar a las doce y media de la noche, meditando. Media hora clavada, no sé cómo hice para mantenerme despierta, semisentada en la cama. Hoy ya veo, que lo mismo. Pero no puedo dormir tan poco.

Me debato entre mostrar este blog, o mantenerlo bajo perfil. Pero esto es mi esencia. Escribir es mi energía. Es sacar de adentro mis estados, para renovarlos, para comprenderlos, para hacerlos vivo en esta prosa sencilla y espontánea.

Traté de desmenuzar mis inseguridades, provistas de reminicencias de cosas que ya no están, pero que emergen en mi cabeza con una efervescencia de una espuma que desborda, pero que enseguida desaparece.

Porque así es el amor, y así son los miedos. Segundos residuales de tiempos que se fueron. Lo mejor está por venir, y por vivir. Y ahí estaré para hacerlo.

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