martes, 7 de junio de 2016

Tortugas al viento, nuevo soles se asoman

Miguel Mateos explota en la pc, después del gym. Es que ahí lo escuché, y apenas llegué a casa, lo busqué. Clase a la que llegué empezada, luego de atender. Y ahora, no sólo le acabo de mandar por whatsap la canción a la paciente, sino que también lo compartí en facebook. Era el cassette de Oscar, mi hermano mayor, que rugía a full en mi casa. Tres adolescentes con dos grabadores, y mi madre que estaba siempre a tono con la música. No le quedaba otra.

Anoche estaba en el gimnasio cuando recibí el mensaje de que esta vez no había plasmado el nivel. Eso fue por boludear, por tomármelo a la ligera, por no esmerarme, ni confiar. Desperdicié un año de espera. Y no sé cuánto tendré que esperar para tener otra oportunidad. Yo me la busqué. Todos somos responsables de lo que hacemos. No queda otra.

Cambiando el tema, salir el finde me cambió la onda. No puedo delatar en este blog quién vino, quién me hizo pata, pero la pasé bárbaro. Como en los viejos tiempos. Sin pensar en nada, sólo en divertirnos, en pasarla bien, en disfrutar. A pesar del frío, del viaje en bondi, del San Telmo viejo y querido.

¡Qué bien que nos hace estar con amigos! Es tan reconfortante. El lunes llegué a la clínica y me dicen:

-Tenés otra cara hoy. Estás contenta, tenés una sonrisa bárbara!

Eso que se bajaron Clari y Caro, que les llegó la "policía" a último momento. Y sin aviso, casi. Cada una prometió un día distinto para el finde, así que es cuestión de no poner excusas, y salir. Porque es lo único que me renueva, me aumenta la autoestima, como si se inflara a mano, cual la rueda de bicicleta, esa que te lleva a todas partes, que te permite recorrer todos los paisajes.


A propósito, mis bicis están en el Timón. Es cuestión de que no llueva y salga el sol, para subir al tren y encontrarme ahí con Euge. La vez pasada remamos en el río más de una hora y media. Pasaban los remeros y uno se volvió para decirnos que íbamos al revés, ya que la punta del chinchorro debe apuntar en la dirección adonde vamos. Pero como cambiamos varias veces de asiento para turnarnos para remar, ya no sabíamos cómo habíamos quedado.
En un momento se escuchó "Plaf!", y era una tortuga que se tiró desde un tronco al agua. Su pareja, otra tortuga siguió tomando sol, y aprovechamos para fotografiarla. ¡Cómo disfruto ese club! Es que ese pequeño pueblo, Jauregui, es uno de mis lugares en el mundo. Lo amo.






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