miércoles, 5 de agosto de 2015

Con la verdad, se abren los caminos

Anoche se aclararon cosas. Todo surgió espontáneamente y por whatsap. Medio de comunicación que nos tiene atrapados hoy en día. Mientras contestaba, seguía haciendo la cena, y desplazándome por toda la casa.

La conversación fue con una de mis compañeras del grupo de Meditación (la que me bardeó en una oportunidad, y hoy podemos hablar sanamente). Eso es muy bueno, porque significa que no han quedado reproches ni rencores. 
Por lo menos, entendió y pude expresar que si ellos, son mi grupo, no debo recurrir a otros si no quiero. 
Y más aún, que los extraño y los necesito. Ya que estas últimas tres semanas, me he sentido sola sin su apoyo. 

De once que somos, ocho ya pasamos por la experiencia de perder nuestros campos energéticos, y como somos humanos, algunos con más fallas que otros, no estamos exentos a la posibilidad de que vuelva a sucedernos. 
Por esa razón, argumenté que si somos una familia espiritual, tenemos que estar juntos en las buenas y en las malas, salvo que haya problemas de afinidad, y a esta altura, no lo creo. 

Es más, pienso que es necesario volver a reconsiderar las interpretaciones con respecto a este tema, para no dividirnos, ni perder gente. 

Y esto me hizo entender muchas cosas... Así como cuando se armó la bataola, hace unos meses, porqué a mí se me ocurrió preguntar al instructor qué pasaba con la gente sin campos, el boomerang me volvió, y me dio sin miramientos. Pagué en carne propia mi cuestionamiento. 
Pero esto me sirve para entender, que si nos elegimos para estar juntos, con una causa común, tenemos que saber que no somos perfectos, y apoyarnos es la piedra fundamental de esta familia espiritual. 

Ya que de otro modo, sería como si tu familia biológica te hiciera a un lado porque estás enfermo, justo cuando más los necesitás. 

Con esto, me di cuenta de lo importante que es hablar, de aclarar las cosas, algo que tanto me cuesta, porque en algún momento de mi infancia aprendí a callar, a no molestar. Y eso no es bueno. 

Ya que nadie puede saber lo que siento, si no lo digo. Nadie tiene la bola de cristal, ni puede adivinar si sufro, si me siento sola, o si los necesito.

Espero poder ver en mí qué es lo que me está jodiendo internamente que no me permite recuperar mis campos energéticos. Yo creo que es una falta de fé, en parte. Y quizá haya algo más. 

Como dije anoche, sé que no soy una santa, que me equivoco muchas veces, pero no hay mala intención, ni me hago la tonta, ni quiero tapar el sol con la mano. 
Esa demanda me afectó, por lo injusta, por lo que significó hacer bien mi trabajo e intentar defender a una niña de abuso, sin resultado alguno. Porque la justicia miró para otro lado. 
Ahora, es el momento de poner las cartas sobre la mesa, y confiar en que la Madre velará por mí en este aspecto. Porque si no dudo en absoluto en que me protege para tantas otras cosas, no puedo tambalear en esto.

Y tener confianza significa creer. Y como el libro que estoy leyendo ahora*, según lo que creo, según mis pensamientos y mis convicciones, se produce una transformación de esa energía en materia. 

Cuando creo que puedo, esa convicción crea, a su vez, una nueva circunstancia que lo demuestra. Es decir, se manifiesta todo lo positivo que está en mí de antemano. 

Pero cuando dudo, desconfío, o pienso que todo va a ir mal, así sucede. 

Creo que esto mismo me pasa con los hombres. Pienso que es difícil encontrar alguien que me quiera, que me elija, que me aprecie, y finalmente así sucede...

Sé que muchos de estos resultados, tienen su origen en mi infancia. Cuando no te dan mucha bola, algo así pasa en el amor después.

Aunque no puedo remitirme sólo a eso. Es un conjunto de cosas por resolver. El padre de Juli ha sido un gran fantasma en mi vida. No lo dudo, pero por suerte, eso ya terminó. 

Y la chance que me doy cada vez que salgo, es una prueba de que intento conocer a alguien que me quiera, y al que yo pueda querer. 

Pero lo difícil es la coincidencia. 
Elegir a quien te elija. 
Es como probar en un rompecabezas, y para eso hay que tener paciencia. No bajonearte, no descreer. 

Eso intento siempre, por eso, no me desmorono. Es más, me recupero fácilmente. Hoy por hoy, el último fulano ha pasado al olvido. Y hasta podría darme el lujo de rechazarlo si apareciera. Porque hoy tengo la autoestima bien arriba. Y la conversación de anoche tuvo mucho que ver con eso. Fue un espaldarazo importantísimo, ya que mi compañera, me invitó a ir al campo con Juli cuando quiera. Y saber eso, fue como si me abrieran la puerta de nuevo.

* Libro: "¿Y tú qué crees?". Autor: Eva Sandoval. Editorial: Urano.



No hay comentarios:

Publicar un comentario