domingo, 24 de julio de 2016

El alma necesita distraerse

Sábado temprano, cumpleaños, cena, show, baile... todo en uno. Un combo bien lejos de casa... estoy conociendo todos los puntos de Baires. 
Mis nuevas compinches, Mónica y Rosalía, unas fieras que me bancan en estos viajes, donde después de sortear todos los bondis, me subo  al coche donde ellas me esperan.

Bajé de la costera en Márquez y Panamericana, y de ahí, tomé el 194 hasta Panamericana y la ruta 197... Aparezco en la terminal El Talar, sitio para mí desconocido, en el partido de Tigre. Las chicas me esperaban en la otra punta de la terminal... yo ni idea... "Buscá la puerta" me decían por whatsap...  ni la había visto.


De ahí en más, otro tanto trayecto en ruta con peaje, hasta caer a un complejo de shopping, llamado Terrazas del Pilar. Un cumple al que me sumé a último momento, un doveriano que lo reconocí al verlo. 

Caímos en un restó llamado "Desimona". Cenamos con un show, tan meloso y melanco, que se me venía a la mente, el rostro del macho que me tiene atrapada, en estos días.

Después empezó la joda. Baile va, baile viene, me tocan la espalda, me doy vuelta y me invitan a danzar. ¿De dónde era el fulano? ...de la tierra donde mi grupo de Meditación armó la comunidad, de Cortinez. 

La cuestión que su grupo de amigos provenía de Pueblo Nuevo... es decir, de Jauregui, donde voy al club de remo. 
Finalmente terminé bailando con uno de ellos, que pasa los veranos en el club El Timón. Así que nos pasamos los teléfonos para cuando yo fuera un finde. Eso sí, nos hablamos todo mientras no paramos de bailar. 
Me llamó la atención, una de sus frases: "La vida es tan corta"
A lo que agregó que su lema era no pasarla mal, pero esto lo decía con buena onda, no haciéndose el pícaro, ya que es gente de campo, de pueblo. Añadió que la vida era para disfrutarla, para no hacerse problema, y que ojalá que "allá" (dijo mirando al cielo) también haya boliche para seguir bailando.
Siempre me encuentro con estos sujetos, con estas coincidencias, sobre el tema espiritual, me refiero. Más que vengo leyendo a Pilar Basté, que mucho habla de eso.
Es una manera de hacerme despertar y olvidar los prejuicios sobre el amor que a veces tengo. 
Me refresca que la vida es hoy. Que es un tiempo valioso y hermoso, que se escurre como la arena entre los dedos.

La noche termina pronto, pues 3 y media de la mañana, Moni tiene que ir a buscar a su hija adolescente, de repente.

Así que el tiempo breve pero jugoso tuvo un saludo cordial, amistoso, mejilla de por medio. Nos escabullimos del boliche, mientras nos manoteaban de todos lados para que fuéramos a bailar.

Conocí a Maca, la hija de Moni, una dulce de 15 años que pidió que le compráramos chocolates, a la vuelta. 

Ahí paseamos por las calles de Pacheco, el pueblo de las chicas, muy tranqui, muy lindo. 
La noche estaba espléndida, pero era tan temprano que no había nadie en la parada del colectivo. 
Me iban a hacer el aguante con un café en la estación de servicio cuando vimos que venía un 203. "¡Vamos a alcanzarlo!" exclama Moni, y ahí lo pesco.

Vuelvo en plena noche por una avenida amplia y muy bien iluminada. Un jovencito pelirrojo, sentado al lado, me va indicando los distintos pueblos. Pacheco, El Talar, San Fernando, Tigre, San Isidro, y ahí nos bajamos. Él me indica el camino. A casa de vuelta, el 338 que me lleva, luego un 136 que me deja en la esquina. 


Me he viajado todo, pero la he pasado fantástico. Y por suerte, antes de las seis ya estoy durmiendo.


Luego, el almuerzo en casa de mis padres, al que se agrega mi hermano Oscar, que me cuenta, cuando me alcanza con Juli, que anoche él ha salido también con sus amigos a comer en una parrilla de Lobos, donde también hay show, y que a veces se arma baile. Entonces, es la onda ahora, comida y pachanga. Es que el alma necesita distraerse.





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