sábado, 27 de agosto de 2016

Armando la orquesta

No me puedo dormir, vengo de Dover, hace dos horas que estoy en la cama...me desvelé.

Pompón ronronea mientras está acostada sobre el acolchado, que tapa mi cuerpo, por lo tanto, soy su colchón.

Fui a tomar algo caliente y volví a recostarme, entonces aproveché para escribir la carta que Julieta recibirá en Bariloche. Voy a extrañarla un montón, va a ser un viaje de egresados maravilloso.

Lo tengo tan presente, que esta noche, mientras bailaba pensaba en él, que se ha dormido temprano, a la hora señalada por whatsap.

Me he ido con Gabi, y se adhirió Rosana a último momento. Moni se quedó al final, eso que lo habíamos planeado en la semana.

La tormenta de Santa Rosa nos bautizó levemente desde la orilla del río donde estacionamos, hasta atravesar el césped y los árboles para llegar a Dover, que es una vieja estación del tren de la costa transformada en pub, restó y boliche.

Es que en el mundo de hoy todo se transforma: las construcciones, las relaciones, y las personas.
No somos los mismos con cada década, y en esas evoluciones personales necesitamos despegarnos de los que nos achata o ya no nos divierte.
Estimularnos es una cuestión vibratoria, y cuando ese tintineo interno encuentra su compás, no quiere más música que ésa, para danzar en dúo, cuando dos corazones se reconocieron.

No hay comentarios:

Publicar un comentario