miércoles, 17 de agosto de 2016

Muñecos de nieve se están derritiendo

Un celular más grande me permitiría escribir más cómodo, sobre todo desde mi cama, a esta hora.

Días de prepararativos, ni quiero pensar 8 días en esta casa sola. Pero es así, es la vida. Tenemos que soltar, y a la vez buscar nuestro destino.


Parece casual, pero hoy me cruzo con un par cuyos hijos se han ido, ayer y hoy a Bariloche. Andrea, de la clínica, y Laura, compañera y amiga de la facu.


Mientras tanto, nosotros nos escribimos, y de alguna manera estamos conectados.


¿Cómo se llama todo esto? ¿Es la paz, es el amor? ...Este movimiento que hacemos todos por nuestros hijos en este viaje de egresados, donde de algún modo nos acompañamos en este cierre de ciclo. Y así, como en la salita del jardín, hoy juntos, un grupo de padres nos reunimos en una ola de encuentros, ideas, acciones... más allá de los puntos de vista que nos unen o nos diferencian.


Me hubiera gustado estar ahí, porque te tocó a vos. Pero tengo pésimo humor cuando no duermo. Ojalá podamos proseguir más allá de los muñecos de nieve, de los chats, y de lo que Dios provea.


Pues, somos dos almas que nos topamos sin querer en este camino. 

Pensando en que una rutina más, se sumaba a nuestras vidas. 
Y sin querer, en esa larga fila de mesas, entre tantas discusiones, opiniones, y cafés, Dios nos puso ahí, para vernos. Para sacarnos de esa gris costumbre que nos desgastaba en nuestra vida cotidiana. 

Porque aunque nos propusimos hacer las cosas bien, no siempre así salen. Y de pronto, nos encontramos en situaciones familiares de la que no podemos escapar, salvo que seas adicto al trabajo, como en tu caso, o intentando aminorar la soledad, esos finde nocturnos, cuando salgo.


Ojalá este sea un comienzo, una semilla de eso que estamos buscando. Y no sólo un sourvenir de este tiempo.


La vida es hoy. La vida es esto. 


Nadie se propone una regla.

Y las reglas están para romperlas.

Nadie quiere hacer daño.

Pero a veces, el daño ya está hecho.

Y no es posible repararlo, porque cuando el amor se fue... no hay nada. Sólo hijos y cuatro paredes para seguir peléandola.


Pero en la soledad de tu corazón, la verdad desborda, y no calla. 

Es más... retumba como un eco, en cada uno de nosotros, en su fuero interno. 
Cuánta necesidad de ser amado, que tapamos con pucho, con dulces, con trabajo, con pachanga.

Es entonces, que pienso, cuando recuerdo tu impronta, que Dios nos ha puesto en este sitio para que nos viéramos. Ya que sin brújula en altamar, sobrevivir se hace pesado. 

Excepto que levantemos la vista al horizonte, y el faro del amor, pueda salvarnos.

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