miércoles, 27 de junio de 2012

Capítulo 26: El arte, la fe y la meditación




Capítulo 26: El arte, la fe y la meditación


Nunca pensé que iba poder quedarme quieta media hora meditando, pero todo llega cuando es el momento en tu vida. Así me pasó, y aunque tuve mucha resistencia me adentré en temas que desconocía.
Parte de esta meditación consiste en hacer tres respiraciones profundas, tanto al comenzar como al terminar la meditación. Sólo se trata de aquietar tu mente, por más que existan pensamientos que se crucen sin cesar. En algún momento, conseguirás la serenidad, y sentirás vibrar la energía a través de tu cuerpo. Sobre todo cuando estás alterado, irritable o ansioso, es el mejor método para encontrar el equilibrio y la armonía.
En la película “Comer, rezar, amar” es cómico ver lo inquieta que está Julia Roberts cuando comienza sus primeros días de meditación en el ashram de la India. Luego de ver la película, si lees el libro “Comer, rezar, amar” de Elizabeth Gilbert, en la traducción de Editorial Aguilar (pues la otra tiene términos españoles desconocidos para nuestro lenguaje criollo que no lo hacen claro) encontrarás diferentes tipos de meditación, y un profundo recorrido desde la angustia del desamor a la verdadera armonía. Es curioso, pues cuando adquirí el original de la película, vi todas las partes extras, incluso el relato del director. Sus palabras fueron muy profundas, pues señala que dirigir esa película cambió su vida, y que seis meses después de terminar de rodar la película, se enamoró.
Hace poco asistí a un desfile de Roberto Piazza, cuya colección denominó “El ave fénix”, explicando la posibilidad que tiene cada ser humano de resurgir de sus propias cenizas. No fue un desfile común, fue un espectáculo, un show directo al corazón. Las modelos no caminaban con sus caras serias, sino que además de sonreír, sus brazos se movían y elevaban como si fueran aves. La música elegida para cada vestido era única y especial, lo que le daba una magia, un toque de verdadero arte que penetraba en lo más profundo del espectador. Al final, el cantante Cacho Castaña cantó a Loly (una modelo), mientras caminaban por la pasarella, la canción “Para vivir hay que tener un gran amor, para vivir…”. Mientras Loly, vestida de novia, se emocionaba sin poder disimular las lágrimas, un arco empujó su flecha hacia el alma del público. La magia del amor nos llenaba de reflexión, tanto para olvidar el pasado y curar las heridas, como para volver a vivir creyendo que el romance genuino es posible, si los ladrillos de tu corazón están dispuestos a ceder, y eres capaz de romper la muralla China de la que te escondes del mundo.
Allí descubrí el gran poder que tiene el arte para derrocar todos los obstáculos, que a veces, ni la terapia convencional es capaz de sortear. Algo similar me sucedió con un taller de teatro, donde logras despertar sentimientos dormidos, callados o ahogados. Aparece el recambio de energía, y fundamentalmente el cambio de perspectiva. Todo vuelve a ser como era, y mejor aún, pues la vida –con sus pruebas, sufrimientos y desafíos- acumula heridas y prejuicios, que oculta en su corazón, bajo un caparazón gigante.
Esconder o disimular los sentimientos, no funciona, pues un gusto agrio y desabrido invade la vida cotidiana, y los sueños de juventud se congelan y hasta casi desaparecen.

He aprendido mucho más que las técnicas citadas a lo largo de este libro, pero lo más importante es que siempre hay más para descubrir, y que cuando crees que está todo dicho aparece un nuevo libro, un conocimiento, un grupo, o una reunión donde la información se intercambia para que puedas crecer más y más, espiritualmente.
Creo que más allá de todos los métodos, existe algo que es muy importante que es la fé. Cuando se creó la raza humana, se nos asignó guías espirituales para que no estemos solos. En aquel momento, algunos ángeles celosos por la creación de los seres humanos hicieron trampa para alejar a los hombres (y mujeres) de la luz y llevarlos a la oscuridad.
Todos tenemos un tiempo para estar en el planeta, para cumplir nuestra misión y obrar haciendo el bien. Cada uno en lo suyo, en las pequeñas cosas, en la rutina cotidiana. Otros tendrán más dotes y llegarán a las masas, pero todos tenemos un lugar y algo que cumplir. Está en nosotros elegir, hacer el bien o el mal, y es importante protegerse, rezando, pidiendo ayuda a tu ángel de la guarda, a Jesús, a Dios, a la Virgen María (que es la madre de todos, y así le gusta que la llamen).
Somos soberbios u orgullosos, y muchas veces pensamos que lo tenemos todo claro, o que lo sabemos todo. Pero la vida tiene sus vericuetos, y te devuelve tanta ignorancia o tanto ego, de la forma más inesperada. Son las lecciones cotidianas, que a veces, duelen tanto, pero que enseñan a ser humildes de corazón y a entender que debemos seguir aprendiendo.
Si sabías rezar y has dejado de hacerlo porque crees que no te han escuchado, no es así. A veces, son las lecciones que tenemos que aprender, una vivencia que nos despierte, que nos sacuda de arriba abajo para reflexionar, para entender que no somos eternos en cuerpo, sino sólo en alma.
Es importante que reces (lo clásico, nada de frases que ten han pasado) y pidas, pero no en forma de doctrina, sino de fé. También debes ser precavido y no fanatizarte con sectas o iglesias que te sacan el dinero, que te manipulan o te lavan el cerebro. Dios está en tu corazón, y la conexión la tenés que hacer desde adentro, desde lo profundo.
Los seres espirituales existen, pero no pueden hacer nada si no se les pides ayuda.
No estamos solos en el planeta. Tenemos un tiempo para estar aquí y cumplir nuestras lecciones, objetivos, y aprendizajes. La vida tiene muchas pruebas y desafíos. Pero muchas personas cuando mueren no van a la luz, sino que se quedan atrapados acá, en esta dimensión, por cuestiones materiales o emocionales: una casa, un hijo, una madre, una herencia, un esposo, etc. Esas almas tienen un tiempo para irse, y cuando no lo hacen quedan como almas errantes: algunas están tristes, otras enojadas, pero todas sufren porque no encuentran paz.
Muchas veces la oscuridad utiliza estas almas que de alguna manera interfieren. Pero no hay que tener miedo, ni llenarse de supersticiones. Rezar, tener fé, saber elegir, y obrar bien es uno de los caminos. También compartir, ser solidario, y no perder tiempo ni energía enojándose. La bronca, el rencor, la soberbia, la ambición son grandes obstáculos para perder nuestra luz. Lo mismo la tristeza y la depresión. Por eso es importante buscar ayuda cuando es necesario, no somos autosuficientes, somos seres espirituales, que necesitamos de la fé y de las relaciones humanas.
También es importante ser benévolo con los animales, hay tantos abandonados y la gente paga fortuna por tener el perro de moda o de marca. Lo mismo con los métodos de fertilización o alquiler de vientres, hay tantos niños desamparados que necesitan un hogar y alguien que los adopte. Brian Weiss, en alguno de sus libros decía, que la conexión espiritual entre padres e hijos adoptivos, muchas veces es más fuerte que la biológica, y que tal vez esas almas debían reencontrarse, para sanar relaciones.

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