Capítulo 26: El arte, la fe y la
meditación
Nunca pensé que iba poder
quedarme quieta media hora meditando, pero todo llega cuando es el momento en
tu vida. Así me pasó, y aunque tuve mucha resistencia me adentré en temas que
desconocía.
Parte de esta meditación
consiste en hacer tres respiraciones profundas, tanto al comenzar como al
terminar la meditación. Sólo se trata de aquietar tu mente, por más que existan
pensamientos que se crucen sin cesar. En algún momento, conseguirás la
serenidad, y sentirás vibrar la energía a través de tu cuerpo. Sobre todo
cuando estás alterado, irritable o ansioso, es el mejor método para encontrar el
equilibrio y la armonía.
En la película “Comer,
rezar, amar” es cómico ver lo inquieta que está Julia Roberts cuando comienza
sus primeros días de meditación en el ashram de la India. Luego de ver la
película, si lees el libro “Comer, rezar, amar” de Elizabeth Gilbert, en la
traducción de Editorial Aguilar (pues la otra tiene términos españoles
desconocidos para nuestro lenguaje criollo que no lo hacen claro) encontrarás
diferentes tipos de meditación, y un profundo recorrido desde la angustia del
desamor a la verdadera armonía. Es curioso, pues cuando adquirí el original de
la película, vi todas las partes extras, incluso el relato del director. Sus
palabras fueron muy profundas, pues señala que dirigir esa película cambió su
vida, y que seis meses después de terminar de rodar la película, se enamoró.
Hace poco asistí a un
desfile de Roberto Piazza, cuya colección denominó “El ave fénix”, explicando
la posibilidad que tiene cada ser humano de resurgir de sus propias cenizas. No
fue un desfile común, fue un espectáculo, un show directo al corazón. Las
modelos no caminaban con sus caras serias, sino que además de sonreír, sus
brazos se movían y elevaban como si fueran aves. La música elegida para cada
vestido era única y especial, lo que le daba una magia, un toque de verdadero
arte que penetraba en lo más profundo del espectador. Al final, el cantante
Cacho Castaña cantó a Loly (una modelo), mientras caminaban por la pasarella,
la canción “Para vivir hay que tener un gran amor, para vivir…”. Mientras Loly,
vestida de novia, se emocionaba sin poder disimular las lágrimas, un arco
empujó su flecha hacia el alma del público. La magia del amor nos llenaba de
reflexión, tanto para olvidar el pasado y curar las heridas, como para volver a
vivir creyendo que el romance genuino es posible, si los ladrillos de tu
corazón están dispuestos a ceder, y eres capaz de romper la muralla China de la
que te escondes del mundo.
Allí descubrí el gran poder
que tiene el arte para derrocar todos los obstáculos, que a veces, ni la terapia
convencional es capaz de sortear. Algo similar me sucedió con un taller de
teatro, donde logras despertar sentimientos dormidos, callados o ahogados.
Aparece el recambio de energía, y fundamentalmente el cambio de perspectiva.
Todo vuelve a ser como era, y mejor aún, pues la vida –con sus pruebas,
sufrimientos y desafíos- acumula heridas y prejuicios, que oculta en su
corazón, bajo un caparazón gigante.
Esconder o disimular los
sentimientos, no funciona, pues un gusto agrio y desabrido invade la vida
cotidiana, y los sueños de juventud se congelan y hasta casi desaparecen.
He aprendido mucho más que
las técnicas citadas a lo largo de este libro, pero lo más importante es que
siempre hay más para descubrir, y que cuando crees que está todo dicho aparece
un nuevo libro, un conocimiento, un grupo, o una reunión donde la información
se intercambia para que puedas crecer más y más, espiritualmente.
Creo que más allá de todos
los métodos, existe algo que es muy importante que es la fé. Cuando se creó la
raza humana, se nos asignó guías espirituales para que no estemos solos. En
aquel momento, algunos ángeles celosos por la creación de los seres humanos hicieron
trampa para alejar a los hombres (y mujeres) de la luz y llevarlos a la
oscuridad.
Todos tenemos un tiempo
para estar en el planeta, para cumplir nuestra misión y obrar haciendo el bien.
Cada uno en lo suyo, en las pequeñas cosas, en la rutina cotidiana. Otros
tendrán más dotes y llegarán a las masas, pero todos tenemos un lugar y algo
que cumplir. Está en nosotros elegir, hacer el bien o el mal, y es importante
protegerse, rezando, pidiendo ayuda a tu ángel de la guarda, a Jesús, a Dios, a
la Virgen María
(que es la madre de todos, y así le gusta que la llamen).
Somos soberbios u
orgullosos, y muchas veces pensamos que lo tenemos todo claro, o que lo sabemos
todo. Pero la vida tiene sus vericuetos, y te devuelve tanta ignorancia o tanto
ego, de la forma más inesperada. Son las lecciones cotidianas, que a veces,
duelen tanto, pero que enseñan a ser humildes de corazón y a entender que
debemos seguir aprendiendo.
Si sabías rezar y has
dejado de hacerlo porque crees que no te han escuchado, no es así. A veces, son
las lecciones que tenemos que aprender, una vivencia que nos despierte, que nos
sacuda de arriba abajo para reflexionar, para entender que no somos eternos en
cuerpo, sino sólo en alma.
Es importante que reces (lo
clásico, nada de frases que ten han pasado) y pidas, pero no en forma de
doctrina, sino de fé. También debes ser precavido y no fanatizarte con sectas o
iglesias que te sacan el dinero, que te manipulan o te lavan el cerebro. Dios
está en tu corazón, y la conexión la tenés que hacer desde adentro, desde lo
profundo.
Los seres espirituales
existen, pero no pueden hacer nada si no se les pides ayuda.
No estamos solos en el
planeta. Tenemos un tiempo para estar aquí y cumplir nuestras lecciones,
objetivos, y aprendizajes. La vida tiene muchas pruebas y desafíos. Pero muchas
personas cuando mueren no van a la luz, sino que se quedan atrapados acá, en
esta dimensión, por cuestiones materiales o emocionales: una casa, un hijo, una
madre, una herencia, un esposo, etc. Esas almas tienen un tiempo para irse, y
cuando no lo hacen quedan como almas errantes: algunas están tristes, otras
enojadas, pero todas sufren porque no encuentran paz.
Muchas veces la oscuridad
utiliza estas almas que de alguna manera interfieren. Pero no hay que tener
miedo, ni llenarse de supersticiones. Rezar, tener fé, saber elegir, y obrar
bien es uno de los caminos. También compartir, ser solidario, y no perder
tiempo ni energía enojándose. La bronca, el rencor, la soberbia, la ambición
son grandes obstáculos para perder nuestra luz. Lo mismo la tristeza y la
depresión. Por eso es importante buscar ayuda cuando es necesario, no somos
autosuficientes, somos seres espirituales, que necesitamos de la fé y de las
relaciones humanas.
También es importante ser
benévolo con los animales, hay tantos abandonados y la gente paga fortuna por
tener el perro de moda o de marca. Lo mismo con los métodos de fertilización o
alquiler de vientres, hay tantos niños desamparados que necesitan un hogar y
alguien que los adopte. Brian Weiss, en alguno de sus libros decía, que la
conexión espiritual entre padres e hijos adoptivos, muchas veces es más fuerte
que la biológica, y que tal vez esas almas debían reencontrarse, para sanar
relaciones.
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