Capítulo 10: Hogar, aula y consultorio
¿Problemas de aprendizaje o falta de desayuno?
Pero no todo es psicología
ni psicopedagogía en la vida. A veces, las cosas más simples no son tenidas en
cuenta. Como el caso que les relataré ahora. Una mujer de unos cuarenta años,
llegó a mi consultorio derivada por la psicopedagoga, que hacía un año que
trataba a su hija de nueve años. Le pregunté porqué su hija estaba en
tratamiento tanto tiempo, y me respondió que tenía problemas para aprender en
la escuela.
En realidad, esta mujer no
tenía una demanda propia para realizar terapia, pero tengo la costumbre de
averiguar en las consultas, no sólo por la vida psíquica y cotidiana, sino
también por la alimentación y el dormir del paciente.
Considero que somos un
equilibrio del cuerpo físico, mental y espiritual, por lo cual saltearme el
tema del comer y del dormir, por no pertenecer a la profesión médica, no está
en mí. En cuanto al dormir, no sólo interrogo cuántas horas duerme, sino a qué
hora se acuesta, que es de fundamental importancia. Ya que muchos padres
consideran que un niño puede acostarse a la una de la mañana, y recuperar el
sueño durmiendo hasta el mediodía del día siguiente. Muchos desconocen cómo
afecta la calidad del sueño, según el horario en que se duerme. Nuestro ritmo
biológico tiene un gran significado en nuestro rendimiento y en el buen
funcionamiento hormonal.
Esto me cuesta muchísimo
modificar o reacomodar en los pacientes, sobre todo, quienes envían a sus hijos
al colegio por la tarde.
Además, de eso, trato de
que comprendan, de que un niño al acostarse temprano, no está tan expuesto a
horarios televisivos con programas de contenido no adecuado para ellos. Y
además, les permite a los padres, tener un tiempo para estar solos como pareja.
Los padres suelen retrucar:
“¡Pero no se duerme!”. Todavía no comprenden que ellos deben propiciar el
silencio y la calma dentro de la casa. Procurar que se apague la luz de la
habitación del niño, a cierta hora (con alguna pequeña luz encendida, si el niño
tiene temor a la oscuridad).
Otra cosa que puede ayudar,
es leer ya estando en la cama. Por un lado, ellos aprenden y adquieren un
hábito de lectura, y por el otro, logran relajarse, ya que más de una vez se
duermen con el libro en sus manos.
También es fundamental despertarlos
más tempranos al día siguiente, para que ayude a la modificación del horario
del sueño. Es decir, esa noche se sentirán más cansados antes de lo habitual, y
de a poco irán graduando los horarios. Y entender que son los padres quienes
tienen la autoridad y deben ejercerla, pero con parámetros lógicos, de a poco,
en armonía y en paz, pero con decisión y firmeza.
Pero volvamos, al caso
citado. Cuando le pregunté por su forma de alimentarse a la paciente adulta,
sale por
ende, la de su
hija, que recordemos,
estaba concurriendo hacía un
año a una psicopedagoga.
Me manifestó que no
desayunaba, porque a la mañana no tenía hambre. Cuando le pregunto por el
desayuno de la niña, me responde que tampoco lo hace, por la misma razón.
Es decir, ni siquiera había
estimulado en la niña el hábito del desayuno, simplemente porque ella no lo
tenía.
A esta altura, quiero
explicar que la persona en cuestión tenía un puesto de supervisora en unl
banco, con lo cual, no se trataba de una persona sin estudios.
A veces, las cosas más
simples y lógicas, del sentido común quedan a la deriva, porque no piensan que
se trata de un niño, y no de un adulto que si bien hace mal en no desayunar, ya
ha crecido.
Así fue que le sugerí, que
comenzara con el hábito del desayuno de la forma más agradable. Debía
inculcárselo a la hija, pero también incorporarlo ella, para darle el ejemplo.
Para la niña le propuse que
podía hacerlo en la mesa de la cocina o llevarle una bandeja a la cama, y
quedarse con ella. Le pedí que eligiera para beber algo que a ella le gustara:
una leche con chocolate o un yogurt bebible, con un par de galletitas dulces,
un alfajor, o un pequeño sándwich. Pero lo importante, era que el alimento
elegido fuese sumamente deseable para la pequeña, pues había que instaurarle un
hábito de desayuno, que no tenía incorporado.
A la semana siguiente, la
mujer volvió contenta, explicándome que a la hija se le había pasado el dolor
de cabeza en la escuela (que no había mencionado en las sesiones anteriores).
Claro, al no comer nada en
la mañana, el dolor de cabeza surgía porque su cerebro necesitaba energía,
glucosa, y demás sustancias, para funcionar con fluidez.
Durante un año la
psicopedagoga, jamás se preocupó por saber cómo era su alimentación, y allí
radicaba su problema. Al no desayunar, no tenía energía para prestar atención
ni pensar con claridad.
Todo era un gran esfuerzo,
simplemente porque no había comido. Encima, se sumaba el dolor de cabeza, por
lo cual esa era la única causa, por demás, lógica, para sus problemas de
aprendizaje.
Como padres, primero debe
usarse el sentido común, antes que deshacerse del problema, derivando al niño a
un tratamiento. Como adultos que educamos niños en nuestro rol de padre y
madre, y también de docente, es importante informarse, leer, y pensar más allá,
antes de depositar al hijo (o derivar al alumno) en un consultorio profesional
durante un año, sin chequear otros aspectos de lo que puede estar pasando.
(Continúa...)
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