miércoles, 27 de junio de 2012

Capítulo 10: Hogar, aula y consultorio



Capítulo 10: Hogar, aula y consultorio


¿Problemas de aprendizaje o falta de desayuno?

Pero no todo es psicología ni psicopedagogía en la vida. A veces, las cosas más simples no son tenidas en cuenta. Como el caso que les relataré ahora. Una mujer de unos cuarenta años, llegó a mi consultorio derivada por la psicopedagoga, que hacía un año que trataba a su hija de nueve años. Le pregunté porqué su hija estaba en tratamiento tanto tiempo, y me respondió que tenía problemas para aprender en la escuela.
En realidad, esta mujer no tenía una demanda propia para realizar terapia, pero tengo la costumbre de averiguar en las consultas, no sólo por la vida psíquica y cotidiana, sino también por la alimentación y el dormir del paciente.
Considero que somos un equilibrio del cuerpo físico, mental y espiritual, por lo cual saltearme el tema del comer y del dormir, por no pertenecer a la profesión médica, no está en mí. En cuanto al dormir, no sólo interrogo cuántas horas duerme, sino a qué hora se acuesta, que es de fundamental importancia. Ya que muchos padres consideran que un niño puede acostarse a la una de la mañana, y recuperar el sueño durmiendo hasta el mediodía del día siguiente. Muchos desconocen cómo afecta la calidad del sueño, según el horario en que se duerme. Nuestro ritmo biológico tiene un gran significado en nuestro rendimiento y en el buen funcionamiento hormonal.
Esto me cuesta muchísimo modificar o reacomodar en los pacientes, sobre todo, quienes envían a sus hijos al colegio por la tarde.
Además, de eso, trato de que comprendan, de que un niño al acostarse temprano, no está tan expuesto a horarios televisivos con programas de contenido no adecuado para ellos. Y además, les permite a los padres, tener un tiempo para estar solos como pareja.
Los padres suelen retrucar: “¡Pero no se duerme!”. Todavía no comprenden que ellos deben propiciar el silencio y la calma dentro de la casa. Procurar que se apague la luz de la habitación del niño, a cierta hora (con alguna pequeña luz encendida, si el niño tiene temor a la oscuridad).
Otra cosa que puede ayudar, es leer ya estando en la cama. Por un lado, ellos aprenden y adquieren un hábito de lectura, y por el otro, logran relajarse, ya que más de una vez se duermen con el libro en sus manos.
También es fundamental despertarlos más tempranos al día siguiente, para que ayude a la modificación del horario del sueño. Es decir, esa noche se sentirán más cansados antes de lo habitual, y de a poco irán graduando los horarios. Y entender que son los padres quienes tienen la autoridad y deben ejercerla, pero con parámetros lógicos, de a poco, en armonía y en paz, pero con decisión y firmeza.
Pero volvamos, al caso citado. Cuando le pregunté por su forma de alimentarse a la paciente adulta, sale  por  ende, la  de  su  hija,  que  recordemos,  estaba concurriendo  hacía  un  año  a  una psicopedagoga.
Me manifestó que no desayunaba, porque a la mañana no tenía hambre. Cuando le pregunto por el desayuno de la niña, me responde que tampoco lo hace, por la misma razón.
Es decir, ni siquiera había estimulado en la niña el hábito del desayuno, simplemente porque ella no lo tenía.
A esta altura, quiero explicar que la persona en cuestión tenía un puesto de supervisora en unl banco, con lo cual, no se trataba de una persona sin estudios.
A veces, las cosas más simples y lógicas, del sentido común quedan a la deriva, porque no piensan que se trata de un niño, y no de un adulto que si bien hace mal en no desayunar, ya ha crecido.
Así fue que le sugerí, que comenzara con el hábito del desayuno de la forma más agradable. Debía inculcárselo a la hija, pero también incorporarlo ella, para darle el ejemplo.
Para la niña le propuse que podía hacerlo en la mesa de la cocina o llevarle una bandeja a la cama, y quedarse con ella. Le pedí que eligiera para beber algo que a ella le gustara: una leche con chocolate o un yogurt bebible, con un par de galletitas dulces, un alfajor, o un pequeño sándwich. Pero lo importante, era que el alimento elegido fuese sumamente deseable para la pequeña, pues había que instaurarle un hábito de desayuno, que no tenía incorporado.
A la semana siguiente, la mujer volvió contenta, explicándome que a la hija se le había pasado el dolor de cabeza en la escuela (que no había mencionado en las sesiones anteriores).
Claro, al no comer nada en la mañana, el dolor de cabeza surgía porque su cerebro necesitaba energía, glucosa, y demás sustancias, para funcionar con fluidez.
Durante un año la psicopedagoga, jamás se preocupó por saber cómo era su alimentación, y allí radicaba su problema. Al no desayunar, no tenía energía para prestar atención ni pensar con claridad.
Todo era un gran esfuerzo, simplemente porque no había comido. Encima, se sumaba el dolor de cabeza, por lo cual esa era la única causa, por demás, lógica, para sus problemas de aprendizaje.
Como padres, primero debe usarse el sentido común, antes que deshacerse del problema, derivando al niño a un tratamiento. Como adultos que educamos niños en nuestro rol de padre y madre, y también de docente, es importante informarse, leer, y pensar más allá, antes de depositar al hijo (o derivar al alumno) en un consultorio profesional durante un año, sin chequear otros aspectos de lo que puede estar pasando.

(Continúa...)


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