miércoles, 27 de junio de 2012

Capítulo 11: El hábito de la lectura




Capítulo 11: El hábito de la lectura

Secretos para hacerlos leer (con placer)

No podemos asegurar porqué un niño se convierte en un gran lector con el tiempo y porqué otros no, pero sí podemos facilitar que el acercamiento a la lectura se produzca con alegría, y plagado de imaginación con cada párrafo que lea.
Cuando crecimos mis hermanos varones no se inclinaron por la lectura, pero para mí fue una atracción a primera vista. Veía siempre a mi padre leer las revistas mensuales (con formato de libro) llamadas Selecciones Reader’s Digest. De a poco, fui acercándome a ellas con sólo 8 años de edad. Tal vez, las circunstancias se dieron, pues nos habíamos mudado a una quinta en zona de calles de tierra, cuyas casas más cercanas estaban a una cuadra. El barrio estaba constituido por varones que se reunían a jugar al fútbol, justo en la manzana enfrente de mi casa. No había ninguna niña, por lo tanto, además de aprender a jugar al fútbol con mis hermanos, tener mis propios autos de carrera (que mucho no me interesaban), mi camioneta pues construíamos pequeñas casas con maderas, troncos  y piedras que encontrábamos, aprendí a descubrir la lectura para entretenerme.
De Selecciones Reader’s Digest leía sobre todo lo que tuviera que ver con animales, y así fui empezando de a poco. En esa época, cuando se acercaba el día del niño, y ya había descubierto mi gusto por la lectura, deseaba con toda mi alma el libro de los cien cuentos que estaba en la librería del barrio. Cien cuentos me parecía que nunca iban acabarse y que podría leer y leer cuando quisiera.
Con el tiempo fui descubriendo otros libros, y leyendo otros textos. Pero lo que quiero significar es que quizá no hubiera descubierto la lectura si hubiera estado en un barrio lleno de niñas (como pasó en otras etapas de mi infancia), pero el encontrarme aburrida me hizo recurrir a la lectura.
Cuando mi hija nació, al poco tiempo fui comprando libros variados y siempre tuvo muchos textos (con dibujos) a mano. Al principio le leía, luego cuando fue a primer grado y aprendió a leer la dejé que ella lo hiciera por sí misma. Pues hay cosas que se descubren cuando uno lee el texto, y es diferente si el niño se acostumbra a que le lean y nunca hace el esfuerzo de tomar el texto entre sus manos y sumergirse en la lectura.
A los cinco años de edad, ella tenía casi treinta libros, y a los nueve años tenía cerca de cincuenta textos. Pero me daba cuenta que no les daba mucha bolilla. Una tarde se averió el televisor y no anduvo por mucho tiempo. Durante la primera semana en que se quedó sin t.v. y sus canales de cable, donde hay programación infantil las 24 horas del día, se la pasó diciendo lo aburrida que estaba. Le mencioné la cantidad de libros que tenía en su biblioteca, que casi no los conocía, y fue así que comenzó a leer de a poco. Sin embargo, no estaba muy enganchada con la lectura.
Semanas después vino con una historieta de Mafalda, a preguntarme sobre una palabra que no entendía. Esa historieta había sido un regalo de su abuela paterna, y la verdad es que nunca las había leído en mi niñez, por lo tanto, las desconocía en su contenido, si bien había escuchado mucho sobre Mafalda, pero sin saber de qué se trataba.
La cuestión que al tratar de explicarle el significado de las palabras o de las expresiones que ella no entendía, me di cuenta del valor histórico y sociológico de este texto de Quino. Ya después, cuando venía a interrogarme por un significado, muchas veces le terminaba “tomando” la historieta pues era divertida y a la vez, interesante. Entonces nos quedábamos juntas leyéndolas en la cama, muertas de risa.
Fue allí, realmente, cuando mi hija me dijo: “¡Mamá qué lindo que es leer!”, y esto se lo debo Mafalda. A partir de allí, comenzamos a adquirir los otros ejemplares, ya que éste era el libro número uno de la colección. Hoy en día, ella recuerda perfectamente los textos completos de varias tiras de Mafalda, y puede ir todo un viaje por la ruta contándote los diálogos, que ya tiene grabado en su memoria.
A partir de allí, comenzó a leer con placer otros libros... 
(Continúa...)

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