miércoles, 27 de junio de 2012

Capítulo 2: Celos, sometimiento e infidelidad



Capítulo 2: Sometimiento, celos e infidelidad


Una esposa celosa provoca la separación

Recuerdo una paciente, María, que llegó a mi consultorio porque eran tal los celos que tenía por su marido, que él se cansó y se fue, después de siete años juntos. Ella tenía 25 años, y él era dos años mayor.
Revisando su historia infantil, había sido una niña muy caprichosa, y “encapsulada” por su madre. Incluso al comenzar la adolescencia, su mamá le replicaba: “Salí igual con las chicas, total yo me quedo acá, sola, esperándote”, con lo cual a veces, ella decidía no salir con sus amigas, por la culpa que sentía de dejar sola a su madre.
Obviamente que esta situación, se repitió con su pareja luego, pero a la inversa. La paciente no toleraba que la dejara sola, si tenía un encuentro de trabajo fuera del horario habitual o algo similar. Pretendía “encapsularlo”, tal como lo había hecho su madre con ella, durante su niñez y su adolescencia.
Si bien pudimos enlazar hechos de este tipo, otras anécdotas más sumaban en su padecer. Por ejemplo, cuando era niña, su padre llegaba tarde a causa de turnos extendidos o rotativos de trabajo, y ella con sus cuatro años insistía en  esperarlo despierta en el living hasta que llegara. Así fue que una vez lo había esperado hasta las tres de la mañana, y ni la madre ni nadie, logró convencerla para que se fuera a su cama a dormir. Es claro, que existía también una falta de límites para sus caprichos, que se agudizaron cuando se hizo adulta.
Cabe destacar que en la historia familiar infantil de María,  habían surgido ciertas infidelidades, alguna comprobada de la madre, y algunas supuestas del padre, dentro de las cuales la paciente había sido una pequeña testigo, y algo así como una investigadora privada en miniatura. Obviamente, esto era de gran peso en su vida adulta, pues mucho de lo vivido, hoy le hacía “ruido” por no decir que le sonaba en su cabeza como una desagradable orquesta.
Traté de persuadirla a utilizar Flores de Bach para sus celos, pero al principio se negaba. Finalmente, como lo había perdido todo, se resignó a implementarlas. Fue notable su mejoría al tomarlas, y cómo volvía a recaer cuando al tiempo,  pasaba unos días sin ingerirlas.
Su marido había soportado demasiado tiempo sus cuestionamientos, hasta que llegó al límite, ya que le hacía escena hasta cuando pagaba el peaje y “miraba” a la chica de la cabina para pagar el ticket. Recuerdo que en reunión de grupo, se dramatizó una escena en que viajaban en auto, su marido conducía, y ella le iba haciendo todos los planteos sobre quién lo había llamado por teléfono, o a quién miraba. La representación de este conflicto por parte de cada uno de los integrantes del grupo y el humor que le poníamos, le sirvió de mucho para ver su posición, y de qué manera lo asfixiaba con sus celos.
Poco a poco, la situación se modificó y él volvió a la casa. Pero ella nunca terminaba el tratamiento, cuando las cosas iban más o menos bien, dejaba de concurrir a sesión, y volvía al año cuando todo estallaba, por diferentes causas. Esas idas y vueltas, se produjeron tres o cuatro veces, en el lapso de seis años.
Demás está decir, que muchas veces los pacientes se dan de baja solos, cuando aún no han finalizado la terapia.
Si se compara un tratamiento psicoterapéutico con lo que pasa cuando un mecánico arregla un auto, podría decir, que algunos pacientes, como en este caso, apenas ven que el auto ya arranca se van sin consultar, y el mecánico sabe que falta arreglar muchas otras cosas, por lo cual el coche se quedará tarde o temprano. De ese modo, se manejaba esta joven, discontinuando el tratamiento.

(...Continúan más artículos en este capítulo)


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