jueves, 5 de noviembre de 2015

La palabra mágica

Hay que dejar fluir. Me siento tan bien, que me asombra.

Confieso que anoche me desperté y me desvelé, su imagen me traspasaba.

Pero ahora estoy feliz, y estoy bien, espero que no sea la euforia de siempre... 

Una mujer me llama para hacer terapia, sus celos la carcomen, el control la desequilibra. Entonces pienso, que en algún punto, cuando yo pretendí controlar la situación con él, aunque no por celos, sino simplemente por obtener lo que quería, tampoco estuvo bueno.

Ser libres... es la consigna. Dejar todo ahí. Si es, es. Si no es, ya fue.

Te suelto. Realmente te suelto.

Será que tantas cosas pasaron... ayer fui a ver Santi, cumplía seis años. Viajé en remis hasta Rafael Castillo. Sabía que era un día muy importante para él, y que conviviendo con sus abuelos, esperaría a la madre, que lo ha abandonado. Esto le generó un retraso en el habla, y no se le entiende nada, a veces, ni monosílabos.

Apenas llegué, el niño me regaló todos sus caramelos. Nos habíamos conocido en una sesión hace dos meses. Ese día sentí su necesidad de afecto, y a pesar, de que no hablaba, de algún modo, nos conectamos. Esa conexión que va más allá de las palabras.

Ayer, jugamos en el patio, en una mesa grande donde prolijamente alojaba sus juguetes. Abrió los regalos, y estaba fascinado: una pelota, unos autos, un camión y unos animales salvajes. 

A quince metros, en una mesita de jardín, su abuela postiza, con su cigarro y su mirada penetrante, me invitaba a sentarme. Así que estuve yendo de mesa en mesa, charlando y jugando. 

La señora de cabellos canos, me obsequió un esmalte en agradecimiento. Se dio cuenta que soy fan de las uñas.

Después nos sacamos una foto, y el pequeño feliz. Cuando me estaba por ir, le pedí un abrazo. Me dio tres abrazos inmensos, tan gratificantes.

María del Carmen, me saludó diciéndome: "Que te vuelva todo el amor que das". Le agradecí, y en ese momento pensé en Ale.

Volviendo a la escena, el pequeño esperó todo el día a su mamá, pero ella no fue a verlo. Estuvo toda la tarde hasta el anochecer, atento al timbre y al teléfono, expectante.

En los cuarenta minutos que estuve allí, que se me pasaron volando, el niño no vocalizó nada de forma clara, todo lo que pronunció fueron sílabas inentendibles.

Pero cuando subí al auto que me estaba esperando bajo la sombra de un árbol, nos despedimos con la mano, él y sus abuelos, y yo, agitando las manos. En ese instante, Santino gritó con una claridad y una perfección asombrosa: "¡Gracias!"

Ahí comprendí que su regresión al hablar, es solamente emocional. 

Hace un rato me visitó en el consultorio, jugamos hasta la bolita... esto yo no lo hacía desde los diez años! 
Y aunque otra vez no se le entendía nada, Santino es rápido para armar cosas, la mecánica, los planos... eso lo tiene muy claro. Es inteligente, capaz, sólo necesita que el amor le llene el alma.


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