jueves, 29 de noviembre de 2018

Déjame ser tu ansiolítico

Cruzo la plaza a las ocho de la mañana, las campanadas de la catedral me acompañan. Parece la toma de una película, cuando todo está por verse y el espectador implícitamente reclama.
Anteanoche me jugué yo, y me sorprendiste con tu espontaneidad. Fue una hora y media que pasó volando, entre mensajes, audios y tu llamada.
Ahora entiendo algunas cosas, y las consecuencias del ansiolítico que estás tomando. Tiene muchos efectos secundarios.
Me encantó hablar con vos, y bajó mi ansiedad por cierto. Aunque ya hoy despierto, y pienso: «¡Qué lindo sería que me llames, que la iniciativa sea tuya, que nos veamos!».
Ahora el G20 que nos deja sin trenes por dos días, para los que vivimos lejos del centro, es una traba, que por supuesto puede destrabarse, con el uber o un par de colectivos.
Hablar contigo me sirvió también para humanizarte, para bajar ese nivel de idealización que surge al comienzo, cuando recién te estás conociendo.
Ayer no fui al gimnasio, trabajé todo el día, y como nos quedamos hablando hasta las dos de la madrugada, había dormido poco. Aproveché para limpiar la casa, y de paso, ordenar mi cabeza. Por cierto, giré la cama con dirección sudoeste, la más óptima para el amor, según el Feng Shui (por sexo y año de nacimiento).
La lavandina pasó como el agua bendita y las pelusas fueron rescatadas. Ponpón dijo «el horno no está para bollos» y se fue al patio a cazar lagartijas. Se recuesta sobre las tibias baldosas, con la paciencia de un Buda. Espera las presas como absorta, hasta que el sonido de sus uñas, delatan sus corridas. Le gusta jugar entre las plantas, creyendo que está en la selva amazónica, hasta que el maullido de otro felino en la azotea, la invite con arrumacos a cambiar de juego.

Cuando hablamos, percibí el silencio de la noche, imaginé tu hogar, tus gatas mirando las estrellas, tu deseo de helado postergado, la atmósfera de tu mobiliario, con ese gusto personal de ese artista que clama por expresarse.
Y deseé estar ahí, muy pronto, con unas plantas resistentes a todo, que quiero llevarte. Se llaman «lazos de amor», y tienen unas flores muy pequeñas y blancas.

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