viernes, 23 de noviembre de 2018

Solamente era hip hop...

Clase de hip hop, paso a paso, buena iluminación, profesora copada y didáctica. Disfrutamos de la clase, con un buen estiramiento previo.
Cuando termina comienza a entrar gente al salón, hombres y mujeres, reparten colchonetas. «¿Qué es?» pregunto a una compañera. «Clase de abdominales». Ingresa un pelado y nos saluda uno por uno. Es el profe que con una sonrisa, nos ha hecho ejercitar de lo lindo. Abdominales en todas las posiciones. Recordé cuando entrenaba básquet a los quince años con «Musculito», así le decían al entrenador.
Aunque ayer, apenas podía seguir el ritmo, pero las piruetas que hacíamos me producían risa. Me divertí, hasta que el profe apareció con unos discos gruesos y gigantes de caucho del tamaño de una taza de rueda de auto. Yo ni soñando iba a levantar eso. Pues soñé, no me quedó otra, nos pasábamos la pesa gigante en cada subida de nuestro abdomen. Interceptado con lagartijas, fuerza de brazos que es lo que menos tengo. Pasaron los treinta minutos más intensos de los últimos tiempos. De pronto me hizo acordar a Rami, y su energía e inventiva cuando nos uníamos en el medio de tantos besos y caricias.
Fin de la clase, espero la profe de zumba, que no viene.  El pelado me invita a unirme a su clase de spinning. Otra media hora a todo galope, mirando hacia abajo o hacia la derecha, donde abajo todos están a full corriendo o haciendo ejercicios en las máquinas. Es que otra vez, las luces psicodélicas de colores me molestan.
La he pasado lindo. Y hoy con ganas de atravesar las nuevas locuras del gimnasio. Hay que atreverse.

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