jueves, 22 de noviembre de 2018

Prender la luz blanca

Hoy me decidí. A hacer algo para mí, fui a zumba. Contenta por la decisión, me llevé un chasco. Me encontré con una clase a oscuras, con un juego de luces de colores en continuo movimiento, que me encandilaban y me mareaban.
Le dije que estaba todo oscuro, que no veía nada, y pretendió solucionarlo, ubicándome  al lado de ella, adelante. Peor porque la luz colorida más me encandilaba.
Ese tipo de luces, por el juego de movimiento que hacen, son inconvenientes para personas que padecen epilepsia, pues altera el sistema neuronal y puede provocar una crisis epiléptica. Lo mismo puede suceder si se expone un epiléptico a ver ciertos dibujos animados, que se desarrollen con ese tipo de movimiento de luces e imágenes intermitentes. Me lo ha explicado el médico en relación a los cuidados que debía tomar con Julieta, cuando era pequeña.
En mi caso, que mi vista no es la más óptima, toda esta situación era bastante incómoda. Y  aunque estaba con mis lentes de contacto, no estaba disfrutando de la clase en absoluto. Después de media hora, se lo dije nuevamente. Ahí se dio cuenta, y prendió la luz, aunque las luces azules, rojas y verdes seguían en plena actividad, y aunque no me mareaban tanto, había quedado en mi cerebro grabado ese permanente juego fotógrafico de flashes, por lo cual tenía que hacer un esfuerzo para evitar mirarlas porque me seguían molestando.
La idea es que si vas a una clase de zumba, vas a aprender pasos, y a seguir una coreografía. Imaginate el trabajo de coordinación, con la dificultad visual de tener que adivinarlo. Porque estábamos en penumbras.
Me pregunto ¿dónde está el sentido común?
Esta frivolidad es parte de esta moda donde todo es espuma, pero nada es claro.
Sé que para algunos será una exageración lo que planteo, pero ,¿dónde está la seriedad o la profesionalidad para encarar una tarea como esta?
Pienso que nos llenamos de cosas superfluas, y no cuidamos lo esencial. Tanto en este ejemplo que doy, como en las relaciones actuales, donde el compromiso está visto como demodé, y la frivolidad como un código usual. Es decir, lo lógico termina siendo descartado.
Hoy la luz blanca era lo lógico en la clase de baile, y lo perturbador era la oscuridad porque no podía ver los pasos.
En este sentido, esto es lo que tenemos que revertir hoy: poner lo lógico adelante, y deshacernos de esa perturbadora frivolidad, que no nos deja ver dónde pisamos, con quién estamos. Y en el medio de esa confusión o estado de penumbra, es difícil mirarnos a los ojos como sociedad, y por eso se dificultan tanto las relaciones humanas. Ya que el compromiso,  la preocupación por el otro, y la autenticidad, están desvalorizados.

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