domingo, 22 de febrero de 2015

El sur también existe

Hemos salido anoche al otro punto cardinal de Buenos Aires que nos  faltaba: la zona sur. Cuando el remisero de jopo nos dejó en el boliche, no podía creer que nadie nos esperaba, y que era la primera vez que lo visitábamos. Ya le avisamos que el próximo finde nos lleve a 52 km de distancia (al lado opuesto)... uy, lo estoy pensando, ¿vale la pena recorrer tanto?

Anoche, organizamos todo en un par de minutos, pues yo había llegado a la una de la madrugada del cumple. Sil se apostó un rato después, preguntándome reiteradas veces por whatsap, si me sentía bien, dado que el día anterior había venido a buscarme y al final no salí. 
Es que me había quedado dormida desde las 9 hasta las 12 porque un ataque al hígado me había noqueado. Me levanté en tres minutos, y me arreglé, estaba lista tratando de sentirme bien, pero mi cuerpo no me daba, y mi mente menos, tenía una falta de entusiasmo total. Una decepción de mis referentes de Meditación, intergrupo, me afectó bastante, y mi cuerpo siempre habla de mis penas ahogadas. Conclusión: el viernes no salí, y sentí un alivio cuando Sil se fue con su peor es nada, y yo con una paz total me sumergí en la cama a seguir leyendo el nuevo nivel a las 2 de la mañana.

Al día siguiente, me la pasé todo el día acostada, sin fuerzas, sin comer, sin poder restablecer mi ánimo. Me hice unas flores de Bach para despegar: Cerato para la confusión que tenía, Rescue Remedy para levantar y salir del bajón (lo que había ocurrido era un shock para mi psiquismo y esta fórmula lo ameritaba), Gentian para cobrar entusiasmo, Star of Bethlehem para curar la herida del alma, y Walnut para mi sensibilidad extrema. Tomándolas en dosis seguidas por diez minutos (a veces menos), me fue sacando de estado. Luego, ir al cumple de mi hermano, la noche en el jardín bajo la ancha galería, todo bien ameno y decorado, los niños jugando en el parque, comer algo, la gente y la charla, todo me cambió, y estaba lista para un sábado a la noche, bien arriba.

Volvamos al lugar, sitio del sur, bien renombrado. Boliche con globos, a mí me encantó por el aire de Carnaval, pero a Sil le hizo recordar su sala de jardín de niños. Había una pista afuera, en el patio, al aire libre, hermoso y refrescante a la vez. 

Ponerle onda cuando llegás a un lugar nuevo, es esencial, y esforzarte a bailar con el primero, aunque no te guste, ayuda para que el horizonte registre que no sos histérica y que no tenés problema de interaccionar. 

Luego de varios bailes y charlas cruzadas en la barra, le dije a Sil: yo hago de cuenta de que estoy bailando con mis primos (en el sentido de que no podés transar con nadie). A ella le causó gracia esta frase, pero significaba que si bien no había nada potable, me proponía divertirme y bailar. Y así lo hice. 

La yapa vino después cuando conocí a un flaco que venía de 70 km más, y yo que venía de 30 km, pero del lado opuesto, nos situaba a una buena distancia en el mapa. 
Parecía un alma buena, sencillo, bastante franco y caballero. Entre idas y vueltas, al final nos llevó hasta la otra estación donde pasaba el colectivo para volver a casa. Hasta se bajó del auto y nos acompañó a la parada para que no estuviéramos solas. 
Después dos mensajes separados por una hora, para saber si habíamos llegado bien. Aclaro, que ni un beso nos dimos, sólo charla y baile, bien ameno. Raro en estos tiempos.

Mientras lavaba los platos hace un rato, pensaba en si llamará, o si será otra persona más que nunca vuelva a ver. Siempre esa voz interna que te acecha como un diablillo negativo. Al final, me relajé y pensé, sigo conociendo almas, almas al viento, eso es lo que hago cada finde, hasta que dé con él... con el amor verdadero. 

Ya que si lo tomo así, cada salida, como esa oportunidad de conocer almas y ayudarnos, en un intercambio mutuo, todo es más fácil, más relajado. 
Creo que ayer fue la primera noche que salí para divertirme, sin expectativas, ya que si el amor existe, voy a encontrarlo, cuando menos lo espere, y quizás con quien menos imagine que sea.


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