lunes, 17 de diciembre de 2018

Mejor conexión y sin wifi

Paró la lluvia, al menos por un rato.
Hoy estaré entre mesas de bar, riéndome con mis compañeros. Ya mi discurso mental está cambiando, me doy cuenta. De todos modos, sé que los domingos cuando voy a ver a mis padres, si bien muchas veces no estoy bien, vuelvo reconfortada. Es un ida y vuelta que nos hacemos, mutuamente.
A media mañana había escrito en el blog, pero a mediodía, fui a borrarlo. No quiero exponerme tanto. Me hice Flores de Bach, pero llegó un momento que la angustia me fragilizaba, con un filo inexplicable.
Iba en el colectivo y pensaba: «¿Cómo voy a poder disimular mi estado?».
Cuando bajé, vi mi barrio hermoso, las plazoletas con pinos, las bellas casas, el cielo con ese celeste claro. Inmediatamente pensé en Horacio, podría cruzar e ir a visitarlo. Nos conocemos desde los diez años. Traté de poner a un lado, algunos comentarios desubicados, luego de la última vez que estuvo en casa para arreglar una persiana, y se quedó a cenar empanadas, estando Julieta. Me envió un Whatsap, luego que se había ido, diciéndome que no me recordaba tan pechugona. Obvio, le digo, si tengo quince kilos demás, y le corté la inspiración a toda sugerencia. Es que sé que está solo, y yo me sentía tan bajón ayer que pensé que podíamos hablar de la vida. Opción que olvidé por completo, una vez que llegué a la casa paterna.
Mi mamá se había ido a descansar, después de la novena quimio del año, está muy débil. Nos quedamos en la cocina, hablando con mi papá, mientras ganaba Pernía el campeonato de turismo carretera. ¡Qué contraste, Pernía abandonó la pista porque le falló el motor, e igualmente se consagró! Es el hijo del jugador de fútbol, reconocido por ese dicho famoso, que a veces uso: «Y dale con Pernía!».
Me pregunto cuántas veces uno gana por retirarse del juego antes de tiempo.
Uno sale protegido, porque se preserva.
No pasaron cinco minutos que charlábamos con mi padre, que apareció tu mensaje. Un Hola con tantas «a» que parecía un golazo de un torneo importante, a último minuto. Fueron dos o tres mensajes, que me insuflaron oxígeno. Lo mío era para terapia intensiva jaaaa....
Después de eso, todo me cambió.
Es la segunda vez, en estos días, que envias un mensaje espontáneo, cuando la angustia me desborda.
Creo que de alguna forma especial, nuestros inconscientes se encuentran conectados. Es así de claro.

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