miércoles, 12 de diciembre de 2018

Sin galeras ni conejos, la magia está en el aire

Estoy despierta desde las cuatro de la madrugada. «Solos, en la madrugada, no estamos solos», decía el protagonista de esa película.... ¿José Sacristán era, o estoy delirando?.

Ayer me llamó Miriam, cuando le conté el milagro de la Virgen de Covadonga. Dice que era la única Virgen que había comprado, tenía todos los regalos envueltos, sin nombre, y justo me la dio a mí, por azar.
Le conté que es de la tierra de mis ancestros, Nicanor, el abuelo de mi padre, nació ahí. Incluso existe una aldea y una Virgen con nuestro apellido. Mi prima dice: «No soy yo». Tiene siete varones.
El asado con secundaria fue el domingo 2, y ¡qué fecha, el 8 de diciembre, día de la Virgen!, hicimos el amor. ¿Así se dice, no? Por lo menos, algo de cariño, tuvo.

Ayer fui a la clase de abdominales. Entendí porqué caí en esta clase, de casualidad, sin buscarla, porque me preparó para la guerra de almohadas. Mientras transcurría la clase, me acordaba cuando terminamos resbalando, a propósito, de las sábanas al piso.

Pensaba lo que significa la energía de las personas, lo que cada uno emana. En las últimas clases, el profe pone su colchoneta en correlación con la mía. A mi me viene bien porque soy la más nueva y la más dura, y así veo bien los ejercicios. Esta actividad me encanta porque circula mucha energía.
Ayer, me cambié de sitio, porque prendió el ventilador y sentía frío. Es una clase mixta, aunque nos gana el otro sexo.
Hicimos la primera tanda de abdominales, pero ya no sentí la misma energía. Ahí me di cuenta que el profe no estaba a mi lado, sino enfrente. Entonces, registré que la energía no tiene que ver tanto con la clase, sino con los compañeros que nos tocan al lado. Son colchonetas contiguas, formando una especie de óvalo.
La primera clase, estuve en el medio de una mujer y un hombre que tenían muy buena vibra, y eso se sentía, sobre todo porque nos pasábamos unas pesas en forma de disco.
Volviendo al día de ayer, unos minutos después, llegaron dos chicas nuevas. Entonces, el profe se levantó, les cedió su espacio, y vino a la colchoneta que estaba a mi lado, vacía.
Entonces, volví a sentir la buena energía.
Lo que quiero decir, lo importante que es esta sensación. Es el carisma, es la positividad, es esa magia que nos hace sentir contentos, a gusto, y así como la buscamos, también la generamos.
Es como cuando vas a bailar, puede venir el más lindo pero si no te pasa nada, te alejas, o solamente conversas o bailas, y no te pasa nada. En cambio, otro, te mueve todo, pero si de alguna manera, te la hace «lunga», ese sentimiento también se desgasta.
Por eso digo, la magia hay que cuidarla.
De todos modos, esta vez no quiero pensar ni esperar. No se puede mendigar cariño, ni especular nada.
Más cuando me vio con los pelos volando porque no tenía mi crema «aplastante». Mi cabeza parecía inflada. Inflada de pensar porqué le dije mi edad. Es que me apuró. Me vi acorralada. Sil me dijo «Nunca más la digas» bla, bla, bla...
Lo que me embola cuando dijo que me levanté un pendejo. ¿Pendejo de qué? Además, quien se acercó fue él, yo no tengo culpa de nada.
Bueno, basta de teorías y otras yerbas.
Él está en el Uritorco, y no creo que un extraterrestre.
Yo aquí en Baires, aún sin escuchar tu audio. ¿Soy una cobarde? Nooo, me preservo. Uy... ahora recuerdo un reportaje de la radio, de la época de «La perra verde». Voy a cambiar el slogan por uno que me calce: «India cobarde, que se resguarde».

No hay comentarios:

Publicar un comentario