lunes, 3 de diciembre de 2018

Todo delante de tus ojos

Es lunes y todo me pasa como por un puente de Aladín, si es que existe.
Estoy feliz, contenta.
Hoy, de casualidad, terminamos todos almorzando en el bar del hospital. Mis padres y mi hermano que vino desde Lobos. Si lo organizábamos no hubiera salido tan bien.
Después me doy cuenta, ya más tarde, cuando estoy en la sala de espera de la odontóloga, que esto me afecta. No aguanto los lentos porque me ponen melanco. Algo de angustia me atraviesa, quiero que mi madre sane y se termine todo este rally. Se supone que sí, según los análisis.
Quiero taparme los oídos con los audífonos de la primer radio que encuentre, pero no hace falta porque cambiaron la música a tiempo.
Un viejito pispireto entra medio destartalado y le cedo el asiento. Practicamente nunca lo usó porque se la pasó hablando con las recepcionistas, del helado gigante que había probado en Haedo. Luego, sacó a relucir su gentleman, ayudando a una señora de su edad que salía temblorosa de uno de los consultorios. Si bien ella estaba con su familia, el galán la guió con su brazo, orgulloso y apuesto. Parecían tal para cual. Una incipiente escena de amor. Se ha formado una pareja.
Me arreglan el diente, y voy para el estudio. Veo cuatro clientes, dibujan, hablo, pregunto, escucho. Estoy exhausta, porque el último es de esos jóvenes irrescatables, producto de padres abandónicos. 
Cuando casi me estoy yendo, suena el teléfono. Es Federico, no Fede Bal, sino un cliente. Tiene una voz hermosa, con una alegría seductora. Le explico lo que tiene que hacer, y guardo todo para volver a casa.
Tendría que haber ido al gimnasio, pero la jornada ha sido muy larga.
Juli está somatizando sus exámenes, fue al médico por sus bronquios. Le preparo fórmulas de Flores de Bach para ver cómo sale del meollo de su cabeza.
Mientras le hago un monólogo en el living para ver cómo logro sacarla de ese bache que se ha inventado, queriendo resolver todo: su examen, su cambio trabajo, bla, bla, bla. Improviso un recitado, bromeo, invento chistes, me quito el corpiño por debajo de la remera y lo revoleo al estilo de la Sole, le digo que voy a hacer stand up para reírme con la gente, que ya no quiero escuchar más las penas de los pacientes. Pues quiero que me escuchen a mí, y se ríe.
Estoy en paz. Clematis ha surtido efecto. Sería forzado pensar que me importa porque no es así. Lo he visto todo en vivo y en directo. No más pruebas. 
El sábado luego de ver PH, he tomado coraje, ya que el viernes no pude salir con la lluvia. Me divertí, la pasé bien, y he estrenado el uber desde mi teléfono.
Sigo siendo cabezona en muchos aspectos, y la realidad me lo refriega en la cara: ¡Nena avivate!
No se puede forzar nada. Todo llega a su cauce, y todo se retira cuando quiere. Nada depende de vos. Ni tu esfuerzo, ni tus ganas de ayudar a la gente, ni tu noble corazón. 
A los sujetos aplanados, todo le importa un omelette. Así que no batas las claras, no separes la yema, porque no vale la pena.
Tómalo o déjalo. No empujes el río.
Divertite.
Los chicos malos tienen doble cara. Te valoran cuando sos cruel. O cuando ellos creen que lo sos. Porque no tengo ni una pizca de eso. No podría. No me sale. 
Pero tampoco sirve ser la buenaza gratuita.
Soñaré con un balcón que se ha ido, con unas estrellas que dejaron de tintinear, con un personaje que ni la sabe dibujar.

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