domingo, 18 de enero de 2015

Los Ángeles nos han cruzado

No puedo dormirme. No pegué un ojo. Me acosté a las 8 de la mañana y sigo despierta. Se me ha ocurrido escribir porque, en general, es la única manera en que me calmo. Y no es que no esté calmada, todo lo contrario, estoy excitada, pasada de vuelta, super animada, o sea, pun para arriba. No quiero ser evidente, porque ya no sé quién está viendo este blog, o mejor dicho, porque lo sé, o puedo imaginarlo.

Empiezo, que se la banquen (todos los que leen):

Al final, como dije fui a la reunión de Meditación, en pleno centro. Ahí no meditamos, eso lo hacemos cada uno en la privacidad de nuestras casas. Allí, además de comer (típico de los argentinos), tomar mate (yo ahí paso, no me gusta), café o lo que fuere, hablamos. De las cosas que nos pasan, a veces, aunque ayer fue más por el proyecto que ya tiene que dejar de serlo, para concretarse. Lo cuento porque a lo mejor, piensan que estamos todos en Om, y nada que ver con eso. La Meditación es algo más personal, aunque alguna vez lo hacemos en conjunto, pero es muy raro, y no precisamente en estas reuniones informales de afines.

A todo esto, volví a las 10 de la noche, con lo cual toda la producción me retrasó bastante, ni hablar la espera del bondi. En fin, llegué a la city un cuarto de hora antes de las 3 am, y ahí me entero que no dejaban entrar a nadie más, ya que el Gobierno de la Ciudad, los visitó y les prohibió ingresar más gente, por cuestión de espacio. 
Mis amigas de la Capi, ya estaban adentro y whasap mediante no sabíamos cómo modificar esto. Intenté por las buenas, pero los patovicas me cortaron la cara de una (explico el lunfardo, para los que no son de acá, ya que a Dios gracias de todas partes del mundo me leen, resumiento: no me dejaban entrar)

Me puse hablar con un flaco mientras tanto, pero el chabon tenía cierta dosis de agrieta, así que opté por quedarme sola y mensajear a Sil, para que el pelado guardián del otro día (su galán romántico) me dejara pasar. Sin éxito, ya que mi amiga, estando en Córdoba y recién llegada, se había desconectado del celu, sigo chateando con las que están adentro, desesperadas para ver cómo ingreso. 

No sé cómo se produjo el milagro, pero en un momento levanté la vista y otro patovica, con pinta de bastante rudo, me hizo una seña que pasara. Es increíble cómo las apariencias engañan. Al rato, me lo crucé adentro y me acerqué para agradecerle, el tipo remacanudo me dijo que la próxima vez, si tenía un problema, que fuera a verlo. 

Tardé en encontrar a mis amigas. Mientras tanto, bailé con uno para pasar el tiempo, al rato me esfumé. Luego crucé a Clari que estaba con un par de amigos, y me dejó con un canoso bien lookeado y canchero. Tan canchero que en cinco minutos daba por sentado que iba a irme con él a tomar café y pasarla en su depto. Dos minutos después de semejante deducción tonta y especuladora, desaparecí por la tangente. 

Ahí encontré a Ro, con sus pantalones blancos con algunas rosas rojas, made in Italia, le queda pintado, ella siempre está a la moda.
Se fue a fumar a la vereda, y yo seguí mi camino por el circuito interno hasta que me topé con un alto y sonriente, que me sacó a bailar. Luego, en la barra, siguió la charla. Yo estaba bien, cómoda, pero nada más que eso. 
De todos modos, lo que tiene este lugar es que son todos educados y bastante ubicados, no como el otro sitio de San Telmo, que a cierta hora se te tiran como águilas.

Ro vino a despedirse, le dije que me esperara un rato. Y unos minutos después, nos tomamos un taxi hasta Chacarita donde desayunamos. 


Estaba contándole sobre mi bombón del sábado pasado, cuando giro la cabeza, y lo veo parado en la caja, con el casco en la mano, y su primo a su lado. No podía creerlo. Le hago señas y viene a saludarme. Cuestión que no había visto mi mensaje de facebook dado que como no somos amigos virtuales, si no abre una sección otros, no se percata de ello. 
Le muestro de mi celu, la foto que le he sacado a la vidriera de un negocio que lleva el nombre de su hija (que por cierto es bastante raro), y que le he enviado por internet, y que él no ha llegado a abrir. 
Seguimos: supo de mi llamado del viernes, pero no del miércoles. Me dice: Pero vos tenés mi celu, yo te lo di. Le muestro mi whasap, aunque él sigue con su aparato averiado, figura que la última vez que lo abrió fue el día de los inocentes (o sea el 28 de diciembre). Afirma que está sorprendido de todo lo que le digo, se refiere a esta serie de desencuentros comunicacionales y tecnológicos.

Me sincero porque ya no me importa nada. Él parado, yo sentada, y Ro del otro lado de la mesa, testigo de todo. 
Le explico que él no tiene ningún compromiso conmigo, porque apenas nos hemos visto una vez, pero que puede saludarme, y que la verdad es que quiero volver a verlo. 
Nos despedimos con un beso, suave y tierno.
Ese beso fue tan dulce, que aún lo siento.

Me doy cuenta que a pesar de todas las trabas para comunicarnos, la Madre (para los que no saben, así le gusta a la Virgen María que la llamen) se ha encargado de que nos crucemos. Ý aunque veníamos de distintas lugares, nos encontramos en ese bar, en pleno amanecer, de la forma más inesperada. Una prueba más de que creo en los Ángeles, pues esto fue obra de ellos. De nadie más. Y cuánto se los agradezco, los amo!



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