sábado, 13 de diciembre de 2014

Vulnerable, una vez por mes

Ahora entiendo el malestar, la angustia y el dolor de cabeza, obvio todo por una misma razón, lo que pasa que a esta altura me deshabitué a hilar pensamientos tan sencillos, si estás indispuesta, te pasa todo esto.

Ya me bajé un tercio del frasco de flores, me tomé un ibuevanol, y la cabeza me duele igual. Pero afuera llueve, las plantas se beneficiarán.

Pienso cómo te condiciona el rechazo, tenés ganas de hacer cosas y no las hacés. Te reservás. Te medís. Te controlás. Para no exponerte de nuevo... Ahora me gustaría estar compartiendo cualquier cosa: la charla, la tele, el teléfono, el abrazo, la cama, los besos, las manos juntas, la confianza de que no vamos a lastimarnos nunca, de que somos seres sensibles que se encontraron por algo, por esa semejanza, única forma de comprendernos. Pero la oscuridad siempre está interfiriendo a través del miedo, del orgullo, del prejuicio, del bloqueo.

Todo lo que he aprendido en Meditación me hace sobrellevar esto. A veces, me pregunto hasta cuándo. Otras, la mayoría de las veces, estoy tan acostumbrada que parece que siempre va a ser así.

Recién leía el I Ching, una frase que tengo tan incorporada, de haber recorrido tanto este libro, creo que desde el ´90 lo tengo. En ocasiones, lo he leído en la radio, en la época de "La Perra Verde" (título que puse en honor al programa español El Perro Verde, un profe de TEA era fan, y nos hizo valorar esas entrevistas, por eso lo aprecio). 

Con respecto a la frase, me refiero al hexagrama N° 25, "La inocencia" dice así: "La verdadera ventura, así como la verdadera desventura es, pues, siempre interior. La desventura que viene de afuera, en cambio, es siempre pasajera. Por ello, para quien posea la Inocencia interior, nada es capaz de destruirlo, salvo la pérdida de su propia inocencia" (I Ching, versión de Osvaldo Loisi).

Una tarde tenía que encontrarme con alguien que ya había visto un par de veces, todo tranqui, amigos por decirlo de alguna manera, nada, ni besos. Cuando iba en el tren, de esto hace diez años, me llama y me dice que vamos a tener que vernos en su oficina porque el socio se había ido. No tenía el I Ching para consultar qué hacer, así que me fui hasta la librería "El Ateneo" de la calle Florida, que me quedaba de trayecto. Había muchas versiones del I Ching, pero encontré uno de grosor diminuto y muchas fotografías. Tomé tres monedas de diez centavos, porque tienen que ser iguales, me agaché para que las monedas cayeran al piso alfombrado (un par de personas pasaron y me miraron extrañados, ni que me importó, no me iba meter a un edificio sin consultar al I Ching) e hice las seis tiradas para formar el hexagrama. Al leerlo, si no me equivoco, era este mismo, o uno que decía que me quedara tranquila. El libro me gustó tanto, que a la semana siguiente, fui a la librería para comprarlo. (Ah... quieren saber qué pasó... nada, charlamos y tomamos café, como siempre).

Tengo otras dos versiones más del I Ching, pero siempre recurro a estos dos. Veamos qué dice el otro texto, sobre el hexagrama 25: "En el presente, la inocencia está viviendo con toda su pureza, igual que hace un niño, sin pensar en el mañana o en el pasado. El niño inocente acepta la guía del adulto porque es más sabio y tiene una sincera confianza de que todo va a salir bien. Desarrolle la inocencia que posee en su interior de modo que no actúe con anticipación ante los acontecimientos ni se aferre a las cosas pasadas, ya sean buenas o malas. El espíritu puro e inocente que hay en todos nosotros, el Yo más elevado, está directamente conectado con el resto de la creación. Si lo alimenta, la intuición fluirá y será posible seguir la guía del adulto más sensato, el Sabio, mientras nos conduce a través de la vida". (I Ching, versión de Will Adcock).

Me pregunto porqué te escribí esa mañana, ya que luego esa noche me vino, así que fue una de dos. O tenía las hormonas muy revolucionadas y te necesité. O por el efecto producido, se me revolucionaron las hormonas y a la noche me vino. No lo sé. 

Pero me acordé, que cuando estaba en SL siempre iba al bar Cipriano a ver a mi amigo Rodo, una vez por mes, y tardé muchos meses en darme cuenta, que eso sucedía un par de días antes de indisponerme. Se ve que son esos días en que te sentís tan vulnerable que necesitás saber que alguien está del otro lado para "contenerte".


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