sábado, 15 de noviembre de 2014

Soltarte es liberarme

Si el teléfono hubiera sonado hace un rato, te hubiera dicho que estaba cortando cebolla, por lo menos, 800 kilos de cebolla.

-Y qué tal la noche?
-Tranqui, en realidad vine para olvidar
-Estuviste saliendo un tiempo?
-No...

Como explicarle que te conozco desde hace tantas otras vidas. No lo comprendería. Hasta yo me sorprendo.
Lo que sí sé, que esta vez, el dolor no tuvo que ver ni con mis ex, ni con el pasado de esta existencia. Exclusivamente se remontaba a vos, y a esa certeza de que nos pertenecemos más allá de estas horas más recientes.

Dice una canción de Virus, "Todo el tiempo quiero estar enamorado, y sin embargo, no sé dónde estas", la escuchaba ayer en la radio, cuando salí a caminar.

Estoy mejor, los rescatistas aparecen al teléfono, justo a tiempo. Sil, por supuesto. De todos modos, le entregué todo el dolor a la Madre, y se lo llevó, al menos, por este instante.

Pero lo principal es que anoche entendí, hablando con alguien de Meditación, que estaba errada en mi proceder con respecto a este tema, ya que, de alguna forma, quería ejercer el control. Pretendía que sintieras como yo, y no entendía que éstos no son tus tiempos, que tu dolor es muy reciente, en cambio yo ya lo he superado. Y que eso debo respetarlo, entender que no estás apto, ni siquiera, para ir a dar la vuelta al perro.
Entonces, tengo que liberarte, y eso significa, a la vez, liberarme. Liberarme de cualquier acto de presión y control que son las formas en que el ego se manifiesta. Y que cuando doy preponderancia a cualquier  instrumento del ego, como consecuencia, me salgo del eje, afecta mi luz, y mi equilibrio.
Por lo tanto, liberarme significa dejar de controlar situaciones (o intentar hacerlo), porque esa obstinación puede costarme muy caro. Y he trabajado durante mucho tiempo para aprender a darme cuenta que las diferentes versiones del ego, llámese enojo, control, egoísmo, tristeza, orgullo, expectativas, miedo, falta de fé, indecisión, indiferencia, son las que afectan el equilibrio interno, nos desajusta, y nos tumba para transformarnos en personas carentes de luz: inútiles, caprichosas, resentidas, etc.  
Y lejos estoy de querer ser todo eso.

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